Cada año 10.000 adolescentes nepalíes son vendidas a burdeles de Bombay
Es el tráfico de esclavos más activo del mundo, según las ONG
Algunos especialistas consideran que más de 200.000 adolescentes nepalíes están implicadas en este cruel mercado. Son chicas de entre nueve y dieciseis años vendidas en Nepal que acaban en un burdel de Bombay, de donde salen casi siempre devuelta a casa con la llamada enfermedad de Bombay, es decir, el sida [India es desde el pasado año el país con la mayor tasa de sida del mundo]. Las organizaciones humanitarias estiman que cada año 10.000 nepalíes son enviadas a Bombay en el tráfico de esclavos más activo del mundo.
Como consecuencia de este tráfico sexual, una oleada de sida comienza a azotar la región del Himalaya. Expulsadas de los burdeles una vez que desarrollan las fiebres y lesiones cutáneas que indican la enfermedad, cientos de desdichadas chicas regresan dando tumbos para morir en sus pueblos de las montañas de Nepal. Rara vez son aceptadas. La prensa nepalí, que a menudo refleja el punto de vista del Gobierno, se refiere a estas chicas como "la mercancía podrida de la India". Como afirma con amargura Durga Chimire, que preside ABC Nepal, una organización humanitaria de Katmandú, "nadie quiere hablar del tema, ni siquiera las familias de las chicas. Hay padres que han vendido a sus hijas y maridos que se deshacen de sus jóvenes mujeres".Dependiendo de su belleza, una chica puede reportar entre 26.000 y 78.000 pesetas, menos que un búfalo y algo más que un aparato de vídeo. Una chica llamada Anu Tamang, que actualmente tiene 21 años, tiene miedo de regresar a su casa. "Soy como un huevo un poco roto. Nadie me quiere", afirma Anu, una mujer delgada con ojos color castaño pálido que permanece en un refugio en Katmandú. Delicadas y de piel clara, las mujeres Tamang han sido tradicionalmente concubinas apreciadas por la corte nepalí. Con la llegada de la democracia en 1951, fueron trasladadas a los barrios de prostitución.
Unas cuantas escogen voluntariamente la prostitución para escapar de la pobreza de las montañas sin conocer los riesgos de enfermar y de quedar confinadas en los burdeles como si fueran prisiones, pero la mayoría son menores de edad que son vendidas o introducidas mediante el engaño en el comercio de la carne.
La vergüenza de los padres
La India y Nepal comparten una frontera abierta, por lo que se desconocen las cifras exactas de este mercado. "Puede que sean cientos o incluso miles", afirma Cauri Pradhan, presidente de la organización humanitaria Child Workers del Nepal Concemed Center.La historia de Geeta, que ahora tiene unos 30 años, ilustra el odio y la desconfianza a la que deben enfrentarse estas muchachas al regresar. Víctima de la neumonía- y la diarrea derivadas del sida, Geeta estaba demasiado enferma para poder ofrecer sus servicios a los obreros y conductores de rickshaw (taxis empujados por hombres), sus clientes habituales. Fue despedida del burdel. En Katmandú, buscó al hombre que la había vendido para prostituirla cuando era una quinceañera y lo encontró, pero la policía se negó a ayudarla. El chulo la golpeó y la dejó abandonada, medio muerta.
Esto ocurrió en 1991, cuando Nepal parecía felizmente inmune al azote de sida que asolaba la India. La prensa nepalí dramatizó su historia de modo que, cuando se repuso lo suficiente como para volver a su casa de Melanchi, ungrupo de Tamang le impidió entrar al pueblo. Su madre suplicó a Geeta que regresara a Katmandú para evitar a sus padres la vergüenza de tener una hija que había contraído la enfermedad de las prostitutas. Obstinadamente, Geeta se negó a marcharse. Hoy, su salud se deteriora y sus, Posibilidades de vencer al sida son nulas. En Nepal, donde los ingresos anuales son inferiores a 26.000 pesetas, los costosos medicamentos están muy por encima del alcance de estas jóvenes.
Los asistentes sociales afirman que las chicas son cada vez más jóvenes. Hace dos semanas, dos pequeñas de Bombay, de 7 y 15 años, fueron entregadas a la policía de Katmandú. Son víctimas de una superstición cada vez más extendida según la cual los hombres que sufren del sida y de enfermedades venéreas pueden curarse acostándose con una virgen.
Maya tenía sólo ocho años cuando su primo la vendió. "Me pusieron inyecciones de hormonas para que me crecieran los pechos". Un día, la madame abrió su habitación y comenzó a maquillarla. "Vino un hombre y me forzó a mantener relaciones sexuales con él", recuerda la niña. "Luché, pero cinco mujeres de la casa me inmovilizaron los brazos y las piernas". Ahora, con 13 años, Maya tiene el virus del sida. Su cólera brota brevemente: "¿Los hombres? Me gustaría matarles, cortarles el pene".
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