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Los vigilantes de la dignidad

Amnistía Internacional nació de la indignación de un abogado londinense, Peter Benenson, que en 1961 leyó en el periódico que dos estudiantes portugueses habían sido encarcelados por brindar por la libertad en un céntrico restaurante de Lisboa. Su llamamiento a través de la prensa se convirtió en la primera campaña de AI una organización que reúne hoy a más de un millón de personas en todos los continentes. Al lucha por los presos de conciencia con una decidida voluntad de credibilidad e imparcialidad. Por ello, sus secciones nacionales no pueden adoptar a presos de su propio país. Al también les estricta en los criterios sobre quién es un preso de conciencia. Por ejemplo Nelson Mandela, uno de los prisioneros políticos más conocidos de este siglo, jamás fue considerado un preso de conciencia por Al, porque Mandela apoyaba la lucha armada del Congreso Nacional Africano contra el régimen racista surafricano. La organización lo consideró un preso político, pero no un preso de conciencia. Es el secretariado internacional, con sede en Londres, e integrado por personas de más de 30 nacionalidades, el que investiga cada caso y el que "adopta" a los presos de conciencia. Luego encarga a las secciones nacionales que se ocupen de, las campanas para liberar a los presos. Empieza entonces una labor callada, pero eficaz, basada en el trabajo de miles de voluntarios y en el prestigio de una organización, que ha contribuido a ensanchar la conciencia democrática de la humanidad. Son los vigilantes de unos Gobiernos, democráticos. o no, que temen aparecer en los informes de Al como verdugos, torturadores o déspotas.

Más información
"Los derechos humanos exigen profundizar en la democracia"

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