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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Conversaciones bajo sospecha

EL MANUSCRITO del ex policía Amedo reproducido estos días por Diario 16 contiene acusaciones de actuaciones ilegales del juez Garzón en relación con los procedimientos empleados en la instrucción del sumario de los GAL. La transcripción de algunos fragmentos de una grabación en la que se reconoce la voz de Amedo y de dos periodistas es presentada como prueba de tales acusaciones. Son acusaciones de entidad -coacciones, prevaricación, amenazas- que podrían dar lugar a actuaciones judiciales. De momento, el presidente de la Audiencia Nacional ha remitido todo lo publicado al fiscal general. La principal cuestión que plantea este nuevo episodio del interminable caso GAL es su incidencia en el sumario correspondiente, que ya se encuentra en el Supremo y pendiente tan sólo del juicio oral.Es seguro que las defensas, o algunas de ellas, tratarán de ir por esa vía: intentar provocar la nulidad de actuaciones alegando que la instrucción fue ilegal. Pero no es seguro que lo consigan. Ya ha habido otras querellas e intentos de recusación del juez Garzón, todos los cuales han dado lugar a procedimientos judiciales separados del principal y que se han resuelto negativamente para los querellantes o recusadores.

El sumario matriz de los GAL, por otra parte, no está ya en manos de Garzón, sino de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, tras una nueva instrucción a cargo del juez Móner. En principio, cabe esperar, por tanto, que la eventual investigación sobre esas supuestas irregularidades de Garzón no obliguen a paralizar el sumario. Los jueces decidirán, pero sería deseable que no se produjeran nuevos retrasos. La peor de las hipótesis es un descarrilamiento que obligase a reiniciar todo el proceso, prolongando esa indeseable hipoteca que pende sobre la vida pública desde hace años. Y si es cierto que este nuevo giro de Amedo subraya la escasa credibilidad del personaje cuyas acusaciones sirvieron para reabrir el caso y acusar a medio ministerio, también lo es que la mayoría de los inculpados acabaron reconociendo su participación en los hechos y confirmando en lo fundamental la versión del ex policía.

Condenado a 108 años de cárcel, Amedo disfruta de una situación de libertad de hecho concedida por Garzón por considerarlo un testigo cualificado. Testigo que ha cambiado varias veces su testimonio. La penúltima, en marzo pasado, cuando aseguró que el dinero de sus cuentas suizas no procedía de Interior, sino de unos empresarios vascos, y que el secuestro de Marey fue ordenado por otro cuerpo policial diferente al suyo.

Esos antecedentes invitan al escepticismo respecto a la poco verosímil explicación que ha ofrecido en relación con la filtración de su manuscrito: dice que son notas para unas futuras memorias que le fueron sustraídas de su domicilio. Algunas de sus acusaciones son demasiado sutiles para Amedo (y demasiado susceptibles de convertirse en alegaciones jurídicas de petición de nulidad) para descartar inspiraciones muy precisas de esta última ciaboga. Pero ello no significa que las acusaciones no partan de hechos reales.

En todo caso, son graves. Algunas de las acusaciones eran conocidas, como la relacionada con el ambiguo papel desempeñado por Garzón cuando, a punto de convertirse en candidato número dos del PSOE, recibe a Domínguez, el colega de Amedo. Pero otras son nuevas, como la de haber orientado las respuestas de ambos ex policías en un determinado sentido ante sus careos con los nuevos acusados. O la de haberles presionado para que inculpasen a Vera. Otra, muy significativa, es la de que el juez comentó que había que tener cuidado para no acusar antes de tiempo a Barrionuevo, ya que ello obligaría a pasar el sumario al Supremo.

Los fragmentos de grabación ahora difundidos contienen frases de Amedo asegurando que Garzón le ha dicho esto o lo otro -por ejemplo, que no hay que ir contra los subordinados, sino "joder a los dearriba"-, pero es el ex policía quien lo dice, no el propio juez. De todas formas, convendría investigar esas cintas, correspondientes, al parecer, a la entrevista de los periodistas Pedro J. Ramírez y Melchor Miralles con Amedo, en diciembre de 1994. Según el libro de Esther Esteban sobre el director de El Mundo, las cintas contienen más de 30 horas de grabaciones y su transcripción ocupa más de 100 folios, mientras que la declaración a Garzón no supera los 20 folios. El mismo libro precisa que el acuerdo entre el ex policía y los periodistas fue que éstos sólo recibirían las cintas después de que se produjera la declaración ante Garzón, lo cual ocurrió nueve días después de la entrevista. Entretanto, la grabación quedaría en poder del abogado de Amedo; es decir, de éste, que pudo hacer copias. Se desconocía que hubiera habido contactos entre Amedo y Garzón previos a la grabación, como parece deducirse de los fragmentos ahora difundidos.

Este y otros aspectos necesitan una investigación judicial. Todo menos hacerse los distraídos.

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