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Una colección traza la identidad del ensayo español desde el siglo XV

Las antologías vinculan el género a la libertad de credo y estilo

¿No hay ensayo en España? Crítica responde al lugar común con cinco volúmenes incluidos en las Páginas de Biblioteca Clásica, que se publican bajo dirección de Francisco Rico. Arrancan de las Letras de Fernando del Pulgar, cronista de Isabel la Católica, y acaban con un fragmento de La negra provincia de Flaubert, los primeros dietarios publicados por Miguel Sánchez Ostiz. Desde el siglo XV hasta nuestros contemporáneos, una constatación: el ensayo es un género especialmente apegado a la libertad de estilo y pensamiento.

Dice José Carlos Mainer, en la introducción general -la cita es larga, pero fundacional: "En el ensayista no esperamos hallar a un especialista, sino a lo que la jerga científica reconoce como generalista o, a todo tirar, un filósofo pero in partibus infidelium: un escritor cuya autoridad se sustenta en la habitualidad de su firma más que en el rigor de su profesionalidad. Por eso, el ensayista apIica previamente a una cierta complicidad con su lector mucho más que a la demostración inapelable de una tesis. Nadie pretendería, de otra parte, que un ensayo agote un tema. No lo hace por su extensión, que nunca es muy larga, ni siquiera porque tenga voluntad de hacerlo: el ensayo apunta, esboza, enmarca y hasta propone una resolución, o formula una sentencia, pero siempre consciente y hasta gozoso de su provisionalidad y de su revocabilidad".Hasta ahora han aparecido dos de los cinco volúmenes. El primero y el último. La edición de Los orígenes: siglo XV a XVII es responsabilidad de Jesús Gómez. En su prólogo rastrea los orígenes del ensayo en España, adscritos como es común al género epistolar, y recuerda que Montaigne -el canónico organizador del género- no se conoce plenamente en castellano hasta 1898. Su antología comprende fragmentos de grandes nombres de la literatura española -Cervantes, Lope de Vega, Mateo Alemán o Antonio de Guevara-, pero también otros menos conocidos como Francisco Cascales, Luis Zapata o Francisco Gutiérrez de los Ríos.

Contemporáneos

El último volumen, Los Contemporáneos, es responsabilidad de Jordi Gracia. Ocupa desde la posguerra hasta el día de ayer. El trabajo del antólogo demuestra la simpleza de considerar que el franquismo fue sólo un negro túnel cultural. "Las iniciativas culturales que el franquismo estimuló", explica Gracia, "fueron irrelevantes; pero el franquismo no fue tan sólo lo que su historia oficial propone". Gracia ha tenido que confeccionar su selección sin contar con un aliado conspicuo: el tiempo. Esa decantación la ha tenido que suplir con instinto y presagio. A pesar de eso hay nombres ya certificados: María Zambrano, Juan Benet, Manuel Sacristán, Agustín García Calvo, Josep Pla, Rafael Sánchez Ferlosio o Félix de Azúa.Gracia, un resumen de cuya tesis doctoral acaba de publicarse en Presses Universitaires de France: Estado y Cultura: El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo, no sabe del todo a qué atenerse respecto a cuál sea el mejor ecosistema para el ensayo. En su prólogo escribe: "No terciaré en la conjetura clásica en torno a las condiciones óptimas del ensayo -¿es género preferido de épocas convulsas o es el deshollinador idóneo para etapas escleróticas?- pero algo habrá que explique la muy patente devoción por la lírica o la narrativa en quienes nacieron poco antes de la guerra y se formaron en pleno franquisino". Y en la conversación confiesa: "No lo sé. Tanto encuentro razones para una tesis como para la otra. Así, he decidido prescindir del enigma".

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