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Tribuna
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La hora de la realidad

Comienza a haber indicios serios de que Slobodan Milosevic ha agotado sus otrora tan numerosos recursos para capear tormentas políticas, humillar, perseguir o matar a sus adversarios y emerger después como el gran campeón de la causa del pueblo serbio. Por primera vez en 10 años este virtuoso de la intriga parece haber perdido los nervios ante la escalada de las manifestaciones de protesta contra el fraude de las elecciones del pasado 17 de noviembre.En realidad no era difícil de prever que Milosevic habría de en frentarse tarde o temprano con su propio pueblo después de haber sembrado en su nombre el caos y la muerte por los Balcanes. Su ha bilidad para valerse del fanatismo nacionalista y tribal le sirvió para mantenerse en el poder cuando todos los líderes comunistas de la re gión caían como fichas de dominó en el otoño de 1989. Su larga marcha por el hegemonismo serbio en Yugoslavia concluyó en la des trucción de la federación plurinacional. Su posterior asalto militar a las repúblicas vecinas para imponer al mundo una Gran Serbia hizo correr ríos de sangre. La comunidad internacional, a su cabeza los europeos, le ayudó mucho. Primero apoyando su supuesto yugoslavismo, que no era sino hegemonismo serbio; después equiparando al asaltante en la reyerta balcánica con el asaltado, y finalmente otorgándole al propio Milosevic el papel de pacificador en una guerra que él había diseñado,. financiado y dirigido.

Después de tanta borrachera de sangre, sueños de renacimiento de imperios medievales y mitología ortodoxa y paneslavista, la muy prosaica. realidad retorna para reclamar a Milosevic una caída que de haberse producido cuando correspondía, en 1989, hubiera ahorrado al mundo un horror al final de un siglo repleto de horrores. A la realidad ha vuelto Serbia por las sanciones y por la intervención militar de la OTAN en Bosnia que frustró los planes de Milosevic de compensar a sus súbditos por los sinsabores de la miseria con conquistas territoriales.

Sin conquistas y con miseria, la oposición urbana al régimen, muy débil durante la guerra, se de Milosevic ha visto reforzada y ha obligado al final permitirá la a Milosevic a trampear violando sus reconcifiación propias reglas de juego al falsificar las elecciones.

Milosevic se en frenta así a la realidad pero también a la paz que le ha privado de sus enemigos externos y ésta es mucho más amenazante que los reveses militares de los últimos meses de la guerra. Quienes le conocen saben que Milosevic está tan dispuesto a matar serbios como lo ha estado a matar bosnios y como lo estaría a matar españoles o chinos si fuera necesario para sus fines. A diferencia de algunos de sus adversa nos que se creen su propia propaganda, él nunca ha sido más nacionalista que comunista o fascista o las tres cosas a la vez.

La comunidad internacional no puede cometer ya más errores en el trato con quien, una vez despojado del poder, es el justo candidato a sentarse en el banquillo ante un tribunal internacional o de una Serbia libre, europea y democrática, como principal responsable de graves crímenes contra la humanidad de los que han sido víctimas los países vecinos y su propio pueblo. La misión de la OSCE presidida por Felipe González ha marcado en este sentido el camino a seguir que debe rechazar todo compromiso político con la mafia dirigida por Milosevic, impulsar con decisión `una transición democrática real y. advertir contra cualquier tentación del aparato del régimen de ahogar en sangre las protestas y buscar enemigos internos en su huida hacia adelante. Y aquellos que aún apuestan por la supervivencia de Milosevic como garante de la paz de los acuerdos de Dayton para Bosnia deberían entender que mientras Milosevic tenga poder, no habrá estabilidad real en los Balcanes. La caída de Milosevic brindará una oportunidad histórica para la reconciliación de Serbia con Europa, para la recuperación de la autoestima europea en aquella región en la que ha sido Estados Unidos la principal fuerza en los últimos tiempos y para la activación real de un organismo como la OSCE, único foro de seguridad paneuropeo actual.

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