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Clases en el pasillo

Alumnos de Villa del Prado estudian en el vestíbulo de un centro agrario o en mitad del campo por falta de instituto

Vicente González Olaya

Estudiar en el pasillo no es un castigo para los jóvenes de Villa del Prado (3.750 habitantes), sino una necesidad. Como en este pueblo no existe instituto, el Ayuntamiento ha habilitado, a toda prisa, unos reducidos talleres agrícolas para impartir clases a 2 10 chavales de entre 11 y 15 años. Una parte del alumnado, ante la falta de sitio, recibe las clases en los pasillos, en el vestíbulo o en las cocinas. Otros, en mitad del campo, bajo una encina. Aunque haga frío.El edificio se sitúa a unos cuatro kilómetros del casco urbano. Para acceder a él hay que seguir una pista de arena y atravesar un encinar. Precisamente, bajo una de las frondosas encinas, los estudiantes reciben sus clases de sociedad y cultura, asignatura que sustituye a la optativa de religión. Para impartir estas dos asignaturas sólo tenemos un aula. 0 sea, que un grupo se queda en las aulas y el otro se va a la encina", relata José Francisco, profesor de religión. "Cuando llueve, tenemos que juntarlos en la misma clase. Unos hacen deberes y otros escuchan la clase", explica.

La entrada en vigor, en septiembre, de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) obligó a separar en dos centros a los estudiantes más pequeños de los bachilleres. El problema surgió cuando los vecinos se dieron cuenta de que no había sitio para alojar a los bachilleres. El Ministerio de Educación no había acabado el edificio destinado a ellos.

Victoriano Mata, subdirector del Ministerio, lo reconoce: "La idea era inaugurar el nuevo instituto en septiembre, pero las obras se retrasaron. La Comunidad no recalificó a tiempo el suelo donde se iba a levantar. Luego descubrimos que la mezcla de cemento utilizada no era la adecuada y hemos tenido que contratar a otra empresa para reforzar con hierro la estructura. Entre unas cosas y otras el centro no está todavía acabado. Esperamos inaugurarlo en febrero".

Mientras tanto, según denuncia Agustín Gañán, de la asociación de padres, los chavales "tienen que hacer deporte en el encinar o en las huertas". "Y no estaría mal si no fuera, porque, como el lugar no está vallado se pueden caer en un pozo", dice.

Una de las profesoras le interrumpe: "No sabemos qué es peor: si sacarlos al encinar o dejarlos en el centro. Hace unos meses nos robaron. Se llevaron un ordenador y material didáctico. Así que el Ayuntamiento colocó barras de hierro en las ventanas. Vamos, lo más propio para un centro abarrotado. Que no nos pase nada".

Y en eso sonó una lejana sirena. Un grupo de bomberos entró en el centro. 'Una boca de agua se había roto. Los chavales, entre gritos y risas, les rodearon. "Y así estamos", decían los profesores.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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