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La saga de las cuotas

En 1989, el Consejo de Ministros de la Comunidad aprueba la directiva Televisión sin fronteras, cuyo objetivo principal, casi siempre silenciado, es asegurar la libre circulación de las obras audiovisuales europeas, obstaculizada por medidas proteccionistas de carácter nacional. La directiva, en consecuencia, obliga a reservar el 51% de la programación televisiva de cada Estado a la difusión de producciones europeas. Se trata de evitar, mediante la. introducción de unas cuotas europeas, que las cuotas nacionales existentes impidan esa difusión. Lo que se considera necesario cuando el dominio de las grandes compañías norteamericanas en el mercado audiovisual europeo es tan abrumador que el cine y la televisión en nuestro continente parecen cotos reservados a la industria: de los EE UU. Con consecuencias dramáticas para nuestra economía audiovisual y grave riesgo para nuestras identidades culturales.La directiva prevé su revisión cinco años después. Cuando ésta llega, en 1994, el Tratado de Maastricht está ya en vigor y en él se establece que todas las decisiones de la Unión Europea se tomarán conjuntamente por el Parlamento y el Consejo de Ministros. Éste reúne en cada ocasión a los ministros competentes en la materia en la qué hay que decidir -agricultura, sanidad, energía, educación, etcétera- y según la materia las decisiones son por mayoría o por unanimidad. En cuestiones de cultura y de comunicación, rige ésta última. La Comisión, por su parte, no tiene competencia decisoria alguna y sólo dispone de capacidad propositiva. De acuerdo con ella, y de la mano de Marcelino Oreja, la Comisión quiso reforzar la directiva dotándola de mayor coherencia y efectividad y para ello propuso la supresión de la cláusula "cada vez que sea posible" -fuente permanente de confusión y litigios- y la inclusión de diversos puntos aclaratorios.

El Consejo de Ministros, después de largos y laboriosos debates -en los que si se hubiera decidido por mayoría habrían desparecido las cuotas- dejó las cosas como esta ban, reconduciendo el texto de 1989 y recogiendo tan sólo ,algunas de las iniciativas funcionales de la Comisión. La Comisión de cultura del Parlamento endureció el texto del Consejo, eliminando la clásula cada vez que sea posible e incorporando los nuevos servicios y otros aspectos, recogidos en 44 enmiendas. En la sesión plenaria del Parlamento prevaleció, sin embargo, la posición de los europarlamentarios opuestos a las principales pretensiones de su Comísión de Cultura. El Consejo de Ministros examinó ayer esas enmiendas, aprobó siete y reenvió las otras al Parlamento. La conciliación entre ambas posiciones, que tendrá lugar próximamente, pondrá fin a esta larga saga, que pone de manifiesto las dificultades del ejercicio democrático en una realidad tan diversa y compleja como la europea.Pero las cuotas son sólo una prótesis, hoy necesaria, de la que conviene prescindir cuanto antes. Y ésa es nuestra apuesta, más que política, económica y cultural. ¿Por qué en Asia los 20 programas de mayor audiencia son asiáticos? ¿Por qué en Hong Kong, uno de los espacios más cosmopolitas y abiertos del mundo, el 90% de los telespectadores prefieren los programas chinos y sólo el 5% los programas occidentales? Por el contrario, en Europa la preferencia de los espectadores por los filmes de EE UU en la televisión y en los cines, a causa de nuestra mitificación -mea culpa- de su cultura fílmica, es impresionante. En España las películas norteamericanas representan el 53% de la distribución en su conjunto, pero totalizan el 72% de la recaudación global; en Alemania esas cifras, son del 50% y el 80%; en el Reino Unido del 57% y el 94%, e incluso en Francia alcanzan al 38% y el 60% respectivamente.

Salir de ese pozo, más allá de las cuotas, exige un, sistema eficaz de ayuda a la producción -Media II y el futuro Fondo de Garantía podrán contribuir a ello-, una estructura consistente de distribución y sobre todo una revolución cultural en el universo audiovisual europeo.

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