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El PRI cambia a su jefe para frenar los reveses electorales y la inquietud de la vieja guardia

Las amargas cucharadas de derrota electoral paladeadas últimamente por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobierna México desde hace 67 años, han tenido ya su efecto. Los recientes descalabros en comicios locales, unidos al goteo de deserciones y a la inquietud de los sectores más reaccionarios del partido frente a la política reformista del Gobierno, han hecho saltar las alarmas a tan sólo siete meses de las legislativas y han llevado al presidente, Ernesto Zedillo, a sacrificar al jefe priísta, su aliado Santiago Oñate, en aras de la estabilidad del partido.

Oñate hizo pública su renuncia en la noche del pasado viernes. Para entonces, siguiendo la más pura tradición verticalista del PRI, el presidente Zedillo ya había designado a su sustituto: Humberto Roque Villanueva, hasta entonces jefe de la bancada priísta en la Cámara de Diputados. Eso sí, la parafernalia es insoslayable: Roque se apuntó ayer como "candidato único" a la presidencia del partido "tras aceptar la invitación de los tres sectores del PRI" (obrero, campesino y popular), y mañana será "elegido" por el Consejo Político Nacional. Oficialmente, la salida de Oñate se ha justificado como un reajuste normal en época preelectoral: en julio de 1997, los mexicanos renovarán el Congreso y elegirán, por primera vez, al regente (alcalde) de la capital.Y lo cierto es que la estela de derrotas en las 13 elecciones locales celebradas en los últimos 16 meses (directamente vinculadas a la mayor limpieza de los comicios) no eran una buena tarjeta de presentación para la dirigencia del partido oficial. Los desastrosos resultados del pasado 10 de noviembre en el Estado de México, tradicional bastión del PRI, fueron la gota que colmó el vaso.

Boicoteo al Gobierno

Pero además, el sacrificio de Oñate forma parte de un complicado encaje de bolillos realizado por el actual mandatario mexicano para intentar tomar el control de un partido que le ha llegado a boicotear abiertamente su programa. de gobierno.Ofiate, abogado reformista de 47 años, vinculado al ex presidente Carlos Salinas y al asesinado candidato priísta Luis Donaldo Colosio y artífice de la reforma electoral, se había mostrado incapaz de pilotar un partido corroído por la lucha de clanes.

Los llamados dinosaurios (el ala dura) estaban dejando sentir sus zarpazos cada vez con más frecuencia. Su auténtica, demostración de fuerza llegó en la asamblea nacional del pasado mes de septiembre: el partido, con el voto masivo de los sindicatos, rechazó la privatización de la petroquímica (uno de los pilares de la propuesta económica de Zedillo) y repudió "la tecnocracia".

El malestar de los duros también se había hecho palpable con la reforma electoral que Oñate había pactado con la oposición, y que fue finalmente afeitada por el grupo parlamentario priísta. Por si fuera poco, en los últimos 15 días, seis cuadros del partido en el poder se han pasado a las filas de la oposición.

El presidente no ha querido correr riesgos, y ha roto de plano "la sana distancia" que prometió mantener con su partido. Roque Villanueva tiene el perfil de timonel: está considerado como zedillista, pero mantiene también buenas relaciones con los sectores corporativos. Desde su puesto como jefe parlamentario, además, el nuevo líder del PRI, ha bregado no sólo con su gente, sino con la oposición, con la que deberá dialogar, y mucho, en este año electoral.

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