En el límite de la supervivencia con riesgo de secuelas
Un congreso de Neonatología celebrado hace apenas un año en Madrid ponía de manifiesto el fuerte incremento de nacimientos de bebés prematuros en todos los países desarrollados, precisamente a consecuencia de las gestaciones múltiples derivadas de tratamientos e fertilidad. Su viabiliad no sólo depende el momento de la gesación -un embarazo a término se produce entre la 37ª semana y la 4ª-, sino también del peso del recién nacido.Los avances médicos han permitido salvaciones casi milagrosas; han permitido que la barrera para la supervivencia que hace dos décadas se cifraba en los 750 gramos de peso al nacer hoy se sitúe incluso en 400 gramos, además de asegurar mejor pronóstico para todos aquellos que nacen con menos de kilo y medio. Lo que todavía no garantiza la medicina es que estos pequeños no padezcan secuelas después.
Los bebés prematuros acumulan el 50% de toda la patología perinatal. Además de los riesgos inminentes tras el alumbramiento -hemorragias, la inmadurez pulmonar y, sobre todo, cerebral-, esas patologías son las principales espadas de Damocles a medio y largo plazo para el desarrollo del niño.
La previsión de futuro aún es contradictoria. Algunos estudios, recientes, que analizan el presente de niños nacidos hace una década con muy bajo peso, dibujan un panorama pesimista sobre sus capacidades visuales, auditivas y rendimiento escolar, comparados con aquéllos que alcanzaron más de 1.500 gramos. Más esperanzadores son los trabajos que conceden al contacto materno y a los cuidados hospitalarios intensivos tras el parto un papel decisivo en la reducción de secuelas para los nacidos prematuros.
Los seis bebés nacidos vivos en Huelva pueden, no obstante, romper los moldes de la experiencia, como el propio embarazo de septillizos de su madre, Rosario, rompió las funestas previsiones hechas en torno a una gestación de este tipo con tan pocos precedentes conocidos. Unos embarazos que mayoritariamente se malogran entre el cuatro y el quinto mes.
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