Desarticulada una red de falsificadores de tarjetas de crédito a gran escala
La Policía Nacional y la Guardia Civil han desarticulado en Madrid a una banda especializada en falsificar tarjetas de crédito a gran escala. La organización, que llegó a estafar 400 millones de pesetas, estaba supuestamente formada por 20 personas, en su mayoría nigerianos. Para dar sus golpes, disponía de información precisa sobre cuentas bancarias, así como de máquinas capaces de falsificar cualquier tarjeta de crédito -e incluso de crear una nueva a partir de un trozo de plástico- Las víctimas, según la policía, superan el centenar.
John Smith. Éste era el nombre falso más utilizado por la banda en sus fraudes. Afincada en Madrid desde enero pasado, los investigadores sostienen que la organización contó, en algunos casos, con la connivencia de cuatro establecimientos. Entre ellos figura una peluquería en la que por un inexistente corte de pelo llegaron a cargar -a una cuenta del extranjero y sin conocimiento de su titular- hasta 960.000 pesetas.Para conseguir falsificaciones de calidad habían adquirido, haciéndose pasar por representantes de bancos, el instrumental necesario para generar cualquier tipo de tarjetas de crédito. Además, manejaban información precisa sobre las cuentas bancarias de sus víctimas. La procedencia de estos datos está siendo investigada. En poder de los estafadores se descubrió un ordenador en el que la policía espera encontrar pistas que revelen la fuente de la información.
El hecho de que la mayoría de las víctimas sean extranjeros -sobre todo, estadounidenses y canadienses-, indica que los números de cuentas les eran facilitados desde el exterior de España. "Posiblemente, se trate de una ramificación de una organización internacional", afirmó un investigador.
El peligro de los resguardos
Otra vía de obtención de información procedía de los resguardos que los clientes de establecimientos comerciales dejaban abandonados tras efectuar el cargo con su tarjeta. Estos calcos eran robados por la organización para aprovechar sus datos.La falsificación se basaba en una imprenta portátil, un lector y una máquina borradora-grabadora de bandas magnéticas. Con este instrumental, que les había costado tres millones de pesetas, a los estafadores se les abría un mundo de posibilidades. Por ejemplo, podían crear una tarjeta totalmente nueva a partir de una auténtica o de un simple trozo de plástico. También eran capaces de alterar a su antojo la banda magnética o el relieve de una genuina. Como toque final, disponían de tintes y troqueles de hologramas que conferían la pátina de autenticidad a sus falsificaciones. Además, habían conseguido un alto grado de perfeccionamiento en la falsificación de pasaportes.
Su único problema era conseguir dinero líquido. Para ello, utilizaban varias tretas: ir al casi no de Torrelodones, pagar fichas con tarjeta y devolverlas luego; comprar tabaco a mansalva en gasolineras o aparatos de alta Fidelidad en grandes centros comerciales y después venderlos en el mercado negro, o bien contar con el apoyo de un establecimiento comercial. Allí efectuaban cargos millonarios a cuentas del extranjero -donde el tiempo de notificación es mayor-. El dinero así obtenido se repartía a un 60% para la organización y el resto para el local.
Estos cargos, tras ser advertidos por los titulares de las cuentas, fueron los que despertaron las primeras sospechas. Por separado, la Brigada Provincial de Policía Judicial y la 112 Comandancia de la Guardia Civil iniciaron las investigaciones, hasta que, en octubre, sus pasos se cruzaron. "Pues mira, estábamos vigilando a uno y nos dimos cuenta que había otros detrás. Y por la cara nos reconocimos", señaló un policía.
La base de operaciones de la banda estaba situada en un piso de Villaviciosa de Odón (17.000 habitantes), donde se alojaba el supuesto cerebro de la red, Frank S., de 32 años, cuya nacionalidad no ha sido todavía determinada. La pena por este fraude -equiparado a la falsificación de moneda- oscila entre los nueve y los 12 años de cárcel.
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