Diario de un muerto traicionado
Por Madrid Libertad 1996Lo leí el otro día en el periódico, o fue hace un año. Es igual cuándo. Se titulaba Diario de un muerto traicionado, escrito por un tal Madrid Libertad. Lo publicaron junto con una foto del tipo, parecía inseguro, con una sonrisa de imbécil complacido en su muerte. Fue una tarde triste, sin coartada. Lo leí despacio y lo hice mío.
I
Entonces me maté. El resto ya lo conocen, mucho tópico, el último trago, el último cigarro, no había drogas, una habitación que olía a miedo, las decepciones colgando de las cortinas y el reloj parado en el tiempo, o en su memoria.
Apunté con la verdad directamente a la cabeza, un tiro limpio, sin marcas. Tuve la paciencia de sacar las ideas, las ilusiones, los sueños. No me parecía elegante morir con semejante lastre. No recuerdo bien dónde guardé todo aquello. Ya no tiene mucha importancia.
Mi cuerpo decidió no seguirme, cogió 10.000 pesetas, un pantalón con el bolsillo roto y un paraguas por si llovía en agosto. Ese sería mi descanso.
Había conocido en una ocasión a un tipo jodidamente duro. Se mató dos o tres veces y nunca consiguió un testigo. Ahora cantaba en el metro, o en El Retiro. Me recordaba a Kerouac.
Todo ocurrió rápidamente. Me senté, disparé y me fui. Olvidé despedirme, no creí que le importase a alguien. Quizá leyesen alguna esquela en el periódico, aunque... ¿Quién se molestaría en ponerla?
Tenía un buen trabajo, de chaqueta y corbata, horario flexible -de 10 a 14 horas diarias-, unos amigos interesados -en mi nómina, claro-, y hasta un lema que debía motivarme para rendir al máximo. Todos confiaban en mi productividad mientras yo me preocupaba por no adelgazar. No hubo sintonía. Le deseo suerte al siguiente.
II
Llevo dos días muerto. Me dicen que mi cuerpo tiró para el Norte. Aún no ha ocurrido nada destacable. Ayer hablé con el departamento de recursos muertos y parece que les interesa mi experiencia como entierra-futuros prometedores. La semana próxima me encargaran la primera misión: un pobre diablo ha comprado una casa a 300 kilómetros de su lugar de trabajo, paga un alquiler y la hipoteca, trabaja en un banco que no quiso prestarle el dinero más barato -mucho riesgo-, y su novia sólo podrá escapar de sus padres vestida de blanco inmaculado. Es una historia muy romántica, si viviese lloraría. Me piden que le muestre la realidad, que le explique las ventajas de una muerte a tiempo. Yo me niego. Cada uno escribe su libro con la pluma que menos le pesa, o con la más barata. Yo perdí las dos manos tratando de ser escritor.
III
Parece que voy asentándome en mi nuevo puesto. Una vez muerto no hay demasiada prisa. No se cometen errores. Nadie está esperándote en casa al final de la jornada. Es el precio por no vivir.
Tengo pensado viajar, no como antes, con mochila y polvo. Aquí apenas tienes que moverte, un vistazo a la izquierda y el pasado te escupe, otro a la derecha, y la paz. Si estás muerto no necesitas el futuro.
He conocido al muerto más antiguo, paseaba por una larga avenida, el humo de los crematorios producía una neblina espesa, misteriosa. Es toda una institución, un pozo de sabiduría muerta. Volvía de un festival folclórico, se celebraba el día de los difuntos, la fiesta nacional, como los toros. Este sitio tiene algo que me embruja.
IVTras seis meses de tranquilidad y reposo, me proponen volver a la vida. ¡Qué asco!
V
Primera jornada de reciclaje. Debo recordar las costumbres de los vivos, ya saben, horarios, impuestos, comidas de negocios, copas de placer, putas caras, una amante en cada despacho y una cría extranjera cuidando en casa a los enanos, sin seguridad social. Volver a ducharme, afeitarme, peinarme..., es para volverse loco. Se acabaron las horas muertas, adiós a matar el tiempo, adiós a la bendita libertad.
Además debo encontrar mi cuerpo, ver los telediarios, dar un donativo que me reconcilie con mi conciencia, blindar mi puerta y programar el vídeo.
Las camisas y las corbatas se habrán pasado de moda, por suerte ya pueden comprarse en Internet -¿se podrá joder también?- Compréndanlo, llevo un tiempo desconectado. Un muerto es un muerto.
VI
Me queda una semana para graduarme. Los exámenes no me salieron tan bien como esperaba, claro, aquí no hay competencia, ¿o se dice competitividad?, ¿o es envidia? Lo ven, tengo un tremendo lío con ese tipo de conceptos. Por cierto, coincidí con mi cuerpo hace unos días. También ha muerto. Estaba el pobre en Santander, en una cala nudista muy conservadora, despistado como siempre, y decidió nadar. Nadó tanto que se ahogó. Qué ilusión, juntos otra vez hasta que la vida nos separe.
El autobús de vuelta sale a cuatro muertes de mi apartamento. Me levantaré pronto, estoy nervioso, se parece a la sensación de vivir. Me pregunto cómo reaccionarán mis enemigos cuando me descubran borrando la muesca de su revólver.
Me han recomendado que utilice constantemente la ironía, me quieren colocar a dedo en un puesto de cínico. El funcionario fue despedido tras un ataque de pureza espiritual y quedará vacante en pocos días. Anduvo buscando la ficha de santo Tomás en los archivos del Cesid, era un irresponsable.
Se amontonan los compromisos, las maletas, el billete, las mentiras bien dobladas para que no se arruguen, pastillas para el dolor, gafas de sol de diseño italiano... esto es demasiado para uno. Mi cuerpo va a un gimnasio dos veces por semana, ponerse en forma es importante y en esos sitios se fomentan las relaciones sociales más sinceras.
Creo que descansaré un poco, es la primera vez que estar muerto me resulta agotador.
VII
-¡Taxi! ¡Taxi!
He perdido el autobús, siempre igual. El problema es que no llevo dinero. Le propondré un trato al conductor, tengo ciertas influencias en círculos poderosos y podría ofrecerle un final apacible, un retiro con vistas, sin ruidos. Como una crónica de una muerte anunciada.
VIII
¡Ya estoy de vuelta! Me siento extraño, mitad vivo mitad muerto. Las vacunas no han hecho aún su efecto. Me pincharon Contra la pasividad, contra el idealismo, contra la felicidad. Se han asegurado que no vuelva, voy a ser un triunfador.
Me tomaré este primer día de renacimiento para ordenar todas mis obligaciones. Sobre mi mesa ni un solo papel, tres pésames y una vela apagada. Hogar dulce hogar.
Dejé olvidado ropa limpia, en el armario queda una chaqueta ensangrentada desde mi última muerte. Será suficiente. Ahora ya puedo ser productivo, dar beneficios, visitar al psicólogo y elegir un Dios para rezar antes de dormir.
Después de comer trataré de escribir. Algunos viven de eso, y ganan premios, y dinero. Hoy reponen Qué bello es vivir, de Frank Capra. Increíble.
Mañana será otro día, seguro.
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