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Los argelinos votan hoy un referéndum para legitimar un modelo autoritario

Juan Carlos Sanz

Casi todo el poder para el jefe del Estado. El presidente Liamín Zerual, tras el elevado respaldo popular que recibió en las urnas hace un año, ha cumplido su promesa de convocar una reforma constitucional, que precederá, de aquí a otros 12 meses, a los comicios generales y municipales. Pero Zerual quiere garantizar sus prerrogativas en la Carta Magna que hoy se vota, como el privilegio de legislar por decreto en un amplio abanico de circunstancias o de nombrar a un tercio de los miembros del nuevo Consejo de la Nación (Cámara alta), que servirá de freno a la Asamblea Popular Nacional, elegida por sufragio universal.

En medio de la guerra no declarada que libran desde hace casi cinco años las fuerzas de seguridad argelinas y las milicias integristas islámicas, las enmiendas a la liberal Constitución de 1989 incluyen la prohibición de los partidos de base religiosa, como el Frente Islámico de Salvación (FIS), y regional o lingüística, para cerrar el paso a las organizaciones que se sustentan del nacionalismo bereber.Los argelinos parecen indiferentes al ir y venir de las caravanas policiales que escoltan a los periodistas extranjeros hasta el hotel donde han sido confinados, con vistas a la hermosa bahía de Argel. Los controles policiales -el Kaláshnikov en bandolera- contribuyen, sin duda, a agravar los atascos de la aglomeración urbana que rodea la capital magrebí.

El maquis integrista se ha sumado con bombas y cuchillos a la campaña electoral, con atentados que elevan a unos 140 el número de muertos en este sangriento noviembre de Argelia. Los cabecillas del Grupo Islámico Armado (GIA) no han dudado en prometer que degollarán a quienes sorprendan hoy depositando su papeleta de voto en la urna.

Ante las restricciones políticas que la nueva Constitución augura, los partidos islamistas moderados, como Hamás, encabezado por Mahfuz Nahmah, han dado libertad de voto a sus partidarios. Sin embargo, el movimiento bereber convocó ayer una huelga general en la Cabilia, al este de Argel, que fue ampliamente seguida, según fuentes del partido Agrupación para la Cultura y la Democracia (RCD), en Tizi Uzu.

Pero los 16,5 millones de electores (en un país con casi 28 millones de habitantes) no parecen estar muy interesados en acudir a los colegios electorales.

Tras la esperanza de democratización que se abrió el 16 de noviembre de 1995, con la participación el 75% del censo electoral en los comicios presidenciales, las sucesivas negativas del régimen a dialogar con la oposición democrática han desvanecido cualquier ilusión de cambio.

Aparte de rehuir la complejidad leguleya de la consulta popular, en la que se detallan prolijamente las reformas del articulado constitucional, la población parece mucho más interesada en salir a flote en su agobiada vida cotidiana: 28% de paro, según datos oficiales, en un mercado laboral donde el salario mínimo no llega a las 12.000 pesetas mensuales y la escasez de viviendas es endémica.

Las arengas del primer ministro, Ahmed Uyahia, en sus mítines de campaña han chocado con las quejas que le formulan los ciudadanos, que no comparten sus optimismo tecnocrático. Las cadenas estatales de radio y televisión han dado testimonio del desencanto popular. "Consígame una casa aunque sea en el Sáhara, lo demás no me preocupa", le recriminaba una anciana al primer ministro en un acto electoral.

Mientras el aparato gubernamental celebra la ceremonia de las votaciones, a las puertas de Argel los servicios de seguridad y los denominados guardas comunales o grupos de autodefensa contra el maquis islamista montan guardia en estado de alerta máxima.

Corresponsales extranjeros que han recorrido los campos de naranjos que se derraman desde el Atlas en Blida relatan el incesante sobrevuelo de helicópteros militares de fabricación soviética durante el día. Pero al caer la noche, la guerrilla sale de la maleza y acude a las casas de quienes les apoyan para aprovisionarse y curar a sus heridos.

Estado de emergencia

Argelia, un país cuatro veces y media más extenso que España, sigue viviendo bajo el estado de emergencia desde 1992, cuando se impidió la segunda vuelta de unas elecciones legislativas que, a juzgar por los resultados de la primera, celebradas en diciembre de 1991, iban a conducir a una mayoría rotunda en el Parlamento del integrista Frente Islámico de Salvación (FIS), que fue inmediatamente ilegalizado, en tanto que sus principales dirigentes pasaban a prisión.

La organización cívica Comité para la Libertad de Expresión denunciaba ayer la falta de transparencia informativa durante la campaña electoral y la oleada de consignas en favor del voto que emiten los medios de comunicación estatales. Pero la prensa argelina goza de buena salud. Algunos periódicos han dado cuenta de la rueda de prensa celebrada el pasado lunes en Bruselas por los partidos de la oposición, incluido el Frente Islámico de Salvación (FIS), en la que llamaban a votar en contra del proyecto gubernamental para revisar la Constitución. La oposición denuncia que este referéndum sólo va a servir para reforzar la estructura autoritaria del régimen y no contribuirá "a traer la paz".

La esperanza de reconciliación nacional con la que millones de argelinos votaron hace un año no acudirá hoy a los colegios electorales. "Juntos construyamos la democracia", reza el encabezamiento de la propuesta sometida a votación. Sin duda, lo necesita este país magrebí, desangrado con 50.000 muertes desde que los militares bloquearon el acceso al poder de los islamistas. Apatía, tristeza, incertidumbre. Esto es lo que desprendía Argel -que era, dicen, una de las ciudades más vitales del Mediterráneo- cuando los almuédanos llamaban ayer a la oración al caer la noche.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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