Taxistas y chorizos
Después de un viaje de 44 horas entre aviones y aeropuertos (Saigón, Kuala Lumpur, Dubai, Estambul, Francfort, Madrid), llegamos, a las 23.30 del día 13 de noviembre, miércoles, de 1996, al aeropuerto internacional de Madrid-Barajas.Tomamos un taxi en el aeropuerto de Barajas (son reiteradas las noticias de problemas con una llamada mafia del taxi en ese aeropuerto), para desplazarnos al domicilio de un pariente, cerca de Quevedo, donde pensábamos pernoctar antes de coger nuestro automóvil para seguir a nuestra ciudad de origen, Segovia. El taxista era un chico joven (unos treinta años), alto, aparentemente bien nutrido y correctamente vestido, con el pelo corto, a cepillo. Al final del trayecto nos pide 2.500 pesetas (el mismo trayecto a la ida, por la mañana, nos costó 1.900 pesetas). Como veníamos prácticamente dormidos, con problemas de cambios horarios (seis horas de diferencia con Vietnam), era medianoche pasada, la iluminación no era muy buena y además llovía, le dimos tres billetes de 2.000 pesetas creyendo que eran de 1.000 (de esto nos dimos cuenta después). Se introdujo en el asiento delantero del taxi y nos devolvió 500 pesetas, arrancando subrepticiamente y acelerando, saltándose un semáforo en rojo, llevándose además una parte de nuestro equipaje, que no nos había dado tiempo a descargar, a pesar de nuestras voces y sin que tuviéramos la posibilidad de tomarle la matrícula. En total podemos calcular que la carrera nos salió por unas 20.000 pesetas. Además este equipaje estaba todo claramente identificado (nombre, domicilio y teléfono) con etiquetas de viaje, por lo que si es inocente nos lo puede devolver. En resumen, cuando ya nos creíamos seguros, en nuestro país, fue cuando nos dieron el palo.
Señores taxistas madrileños, señores sindicalistas del taxi, ustedes que protestan con razón cuando son víctimas, ustedes que pretendían hacernos pagar a todos los españoles sus mamparas de seguridad: ¿qué hacen para controlar a sus compañeros chorizos del aeropuerto de Barajas?-
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