La gota que colmó el vaso
Tengo 27 años, soy tan afortunada que llevo trabajando desde los 18. Cuando acabé mis estudios de Formación Profesional de Informática tuve mucha suerte y encontré trabajo. Al ir a cumplir los tres años en la empresa, y ante la duda de si me harían fija o me echarían, me asocié con unos amigos y formamos una comunidad de bienes. Desde entonces, y hace ya seis años, mi sueldo nunca ha superado una media de 125.000 pesetas mensuales, sin extras, ni beneficios.A pesar de que no es lo que se puede llamar un negocio, sigo ahí intentando sobrevivir, porque tampoco tengo muchas opciones, y si el negocio fracasa definitivamente no tengo ni derecho a paro, a pesar de pagar 28.849 pesetas mensuales a la Tesorería General de la Seguridad Social, y el 20% del supuesto beneficio (o sea de mi sueldo) a la Hacienda Pública.
Bueno, pues aún con esta situación, me decidí este año a independizarme, y por supuesto como no monté una chabola en medio de la ciudad, nadie me regaló un piso, así que no tuve más remedio que pedir ayuda, a mi padre para dar una entrada e hipotecar una gran parte de mi vida para pagar el resto.
Así es cómo llegué a orillas del Manzanares, muy cerca del parque de San Isidro. La otra noche aprendí que tengo suerte, porque me pueden ocurrir cosas peores. A las dos de la madrugada recibí una llamada del 091 para decirme que bajara a ver mi coche porque me lo habían abierto y estaba en marcha. Efectivamente, bajé y me encontré a dos policías municipales junto a mi coche, los cuales me informaron de que habían sorprendido a dos individuos dentro del vehículo, pero, curiosamente, salieron corriendo y no los pudieron coger. A pesar de que hay dos individuos en la calle que saben perfectamente cómo desactivar la alarma de mi coche, forzar la puerta, y hacer el puente, yo les di las gracias a los. municipales.
Hoy hace una semana de este pequeño incidente, y hoy cayó la gota que colmó el vaso. A las 19.30 salí con mi perro al parque (único momento del día en que consigo olvídarme de mis problemas). íbamos los dos paseando tranquilamente por el parque de San Isidro -ése donde al lado hay unos pisos que regalaron. a gitanos y donde ahora se dedican a pasar caballo- cuando de pronto apareció un coche de policía, así que yo ingenua de mí pensé: "¡Qué bien!, han puesto vigilancia para controlar el tráfico de droga". Pero, ¡oh!- sorpresa, cuando vi que paraban- el coche y una agente me gritaba: "¡Eh!, ¡señorita!, ¡si no ata al perro voy a tener que denunciarla!". Les juro que no entiendo nada.-
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