Sueños de Alejandríá
EL HOMBRE ama, y ama lo que desaparece. La pasión por el remoto pasado histórico,, sus restos y sus ruinas, está alimentada por esa nostalgia de las cosas perdidas. Así, el interés por los monumentos y misterios del mundo antiguo se tiñe del sentimiento que nos inspira nuestra propia experiencia de seres perecederos. La arqueología no deja de ser un espejo. Y ello explica la expectación que despiertan los grandes descubrimientos. Nos maravilla el hallazgo de un joven faraón enterrado en oro, pero a la vez nos identificamos con el horror a la muerte que expresan, sus conjuros funerarios.La reciente noticia de que han aparecido en Alejandría lo que quizá sean vestigios de la antigua ciudad de Cleopatra nos sitúa de golpe en ese lugar y esa época de la que se han nutrido algunos de nuestros sueños más hondos y románticos. Alejandría es el es cenario histórico de los amores de la reina del Nilo y el hercúleo Antonio, pero también de la tragedia de Shakespeare, de los versos de Cavafis y de las andanzas de la Justine de Lawrence Durrell. En nuestro re cuerdo, Cleopatra tiene a menudo los ojos violeta de Elizabeth Taylor. Todo eso resucita ahora y nos con mueve, y es hermoso que sea así, aunque, finalmente, es muy posible que la prosaica realidad de los datos nos vaya a demostrar que la supuesta alcoba de Cleopatra hallada bajo las aguas portuarias es la de cual quier otra reina (hubo siete que se llamaron así), si no las cuadras de algún oscuro Ptolomeo. Pero necesita mos de los sueños de Alejandría, y no cesaremos de estremecernos cada vez que alguien, sugiera que un arquitrabe, un capitel o una simple piedra pertenecieron al maravilloso faro, a la tumba de Alejandro o al lecho de la reina.
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