Boato, discreción y contradicciones
No estoy bien predispuesto hacia el señor Alvarez Cascos, ese boxeador del Gobierno, y menos hacia mi joven paisana, que con probable precipitación ha dado la espalda a su biografía de estudiante universitaria con novio de toda la vida para correr en socorro del vencedor electoral y para salir en todas las fotos.No es, pues, por simpatía por lo que comparto el disgusto de miles de españoles ante las declaraciones episcopales dedicadas a la última boda del siglo. Están llenas de incoherencia, porque entrañan graves contradicciones y, por tanto, son irritantes.
¿Qué diferencia hay entre laboda de Rocío Jurado con Ortega Cano y la del señor Álvarez Cascos en cuanto a boato, discreción y coste? Porque ninguna hay en cuanto a matrimonio precedente y creciditos hijos anteriores.
¿Por qué la Iglesia participó en la primera con sonrisas de párroco, humos de incienso y toques de campanario, y condena la segunda, para la que hubiera deseado un mayor respeto y discreción (secretario de la Conferencia Episcopal?
Acaso sea porque al divorcio que precedió a la primera le acompañó la circunstancia de que la divorciada se avino a pasar por la puerta de salida de la vicaría (nulidad), que, por cierto, tiene un peaje bastante caro.
De otra parte, es preocupante que el obispo Gea Escolano vea contradicción entre el boato y el coste de la boda del señor Álvarez Cascos y la austeridad que predicael Gobierno y no la vea entre la pobreza evangélica que predica la Iglesia y el boato y el coste de tanta y tanta espectacular ceremonia, urbi et orbi, a que la Iglesia católica acostumbra (viajes papales, consagraciones en la plaza de San Pedro ... ). Está bien que los obispos españoles enseñen discreción, pero bueno sería que antes aprendan a tenerla-
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