Asalto al castillo de los 'okupas'
El desalojo de los jóvenes que vivían en un vetusto cine del centro de Barcelona acaba en batalla campal
Dos derechos constitucionales -el derecho a la vivienda y el derecho a la propiedad- colisionaron ayer por la mañana en el corazón gótico de la vieja Barcelona. A las 8.30, tras dos horas y media de batalla campal, un asalto en toda regla de la policía puso fin a la fuerza a siete meses de ocupación del vetusto y abandonado cine Princesa por parte de una cuarentena de jóvenes okupas. Del choque de los dos derechos nació un incendio que amenaza con Prender entre aquellos jóvenes que, desengañados o perjudicados por el sistema, buscan salidas a sus problemas.Por la noche, medio millar de jóvenes protagonizaron graves enfrentamientos que colapsaron el centro y se saldaron con siete detenidos y tres policías heridos.
El cine Princesa, en pleno barrio Gótico es un decrépito edificio de planta baja y terraza que fue construido a finales de los años veinte y dejó de proyectar películas en 1970. Hasta su desaparición, fue el típico cine de barrio de doble sesión. Desde hace Siete meses, los okupas lo habitaban con la idea de convertirlo en el emblema, de su movimiento en Cataluña y en un foco de cultura alternativa.
Los ejecutores del mandamiento judicial de desalojo del cine fueron unos ciento cincuenta hombres de las Unidades de Intervención Policial (UIP), los antidisturbios. A las 5.55 de la madrugada del lunes, la Guardia Urbana de Barcelona cortó la circulación en los alrededores del cine. A las seis, un mando de, las UIP conminó con un megáfono a los 40 okupas a que abandonaran el cine. A partir de aquí las versiones son contradictorias. Según la policía, tras el primer aviso se inició una batalla campal. Los encerrados encendieron barricadas de mueles viejos que tenían preparadas en los alrededores del cine. Al tiempo, desde la terraza del cine, una especie de ciudadela situada en un primer piso a cuatro metros del suelo, los okupas comenzaron a tirar. cohetes, bengalas, piedras, hierros y cascotes y objetos encendidos a la policía, Un portavoz Policial afirma que., como en. un castillo medieval, desde las alturas se regaba a los agentes de las UIP con gasóleo y se arrojaban muebles a las hogueras de la calle. Un vecino asegura que vio cómo los fuegos eran alimentados desde la terraza con sofás y sillones desvencijados. Los okupas dicen que utilizaron bengalas para alertar a los vecinos.
Tras otros dos avisos por megáfono cuando a los sitiados ya se les agotaban las municiones, a las 6.45 apareció un helicóptero policial que tenía una doble misión: iluminar la terraza e intimidar a los encerrados. A las siete se inició el asalto. Un nutrido grupo de policías hizo fuego de cobertura lanzando pelotas de goma contra los ocupantes de la terraza para que otro grupo pudiera derribar una puerta y acceder al interior del edificio.
Una vez derribada la puerta, los de las UIP iniciaron el desalojo, pero se encontraron con una dificultad. Sabían que las puertas y ventanas exteriores estaban soldadas con gruesas chapas de hierro, pero ignoraban que los compartimentos interiores también estaban sellados. Derribando paredes fueron desalojando okupas habitación por habitación.
Mientras, en la terraza, los okupas prendían una hoguera, lo que obligaba a los bomberos a intervenir. El gran miedo era precisamente que un incendio convirtiera el viejo cine lleno de maderas en una hoguera de funestas consecuencias. Sofocado el fuego, la policía tomó al asalto -de nuevo el viaje al pasado medieval- la terraza con escaleras.
48 okupas detenidos y 10 heridos -dos okupas y ocho policías- fueel resultado del enfrentamiento del Princesa. Según los okupas, "una brutal y vergonzosa actuación de la policía". Según la policía, "se actuó contacto escrupuloso, la prueba es que hemos tenido más, heridos que ellos". Según los vecinos, la actuación policial fue desproporcionada: "Era como matar moscas a cañonazos. Lo que había en el interior del cine eran jóvenes que defienden el derecho a la vivienda, no mafiosos o terroristas".
El alcalde, Pasqual Maragall, afirmó que los okupas habían perdido el respeto a los vecinos -okupas embozados controlaban los alrededores-, y con ello, la legitimidad de su conducta. Todas las organizaciones juveniles de los partidos catalanes, salvo el PP, criticaron la "desmedida" intervención policial.
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