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La paz de Madrid, en peligro

Hace cinco años que una llamada de madrugada de Jim Baker a Francisco Fernández Ordóñez puso en marcha el proceso de paz de Oriente Próximo con la celebración en Madrid de una conferencia que marcó una inflexión en el camino de violencia seguido hasta entonces. En Madrid, por, primera vez, las partes en el conflicto se sentaron frente a frente bajo el doble patrocinio de Estados Unidos y la Unión Soviética y en presencia de europeos y egipcios como testigos de excepción del acontecimiento.Aquella conferencia fue un éxito diplomático que permitió el lanzamiento del proceso dé paz en una doble vía bilateral y multilateral. Desde entonces se han obtenido éxitos notables como la paz entre Jordania e Israel. Una paz sellada solemnemente en Araba hace ahora dos años. En el mismo plano bilateral, y tras la decisiva aportación negociadora de Oslo, hemos, asistido al nacimiento de un régimen autonómico palestino sobre parte de los territorios ocupados por Israel. en 1967. El histórico apretón de manos entre Rabin y Arafat mostró hasta qué punto han cambiado las cosas en un fin de siglo que nos ha acostumbrado a acontecimientos tan espectaculares como la desintegración de la Unión Soviética o la elección de Mandela como presidente de la República Surafricana. ¿Quién lo hubiera dicho hace sólo 10 años?

En el plano multilateral también se han producido avances en materia de desarrollo económico, agua, medio ambiente, refugiados y seguridad. También se han celebrado dos importantes conferencias en Casablanca y Ammán para fomentar las inversiones en la región y pronto tendrá lugar una tercera conferencia en El Cairo. El proceso sigue. Fue precisamente este éxito el que hizo posible la celebración de la Conferencia Euromediterránea de Barcelona en el pasado mes de noviembre, como consecuencia de una iniciativa a la que España tampoco es ajena, que trata de poner en pie una nueva relación, entre los países de la Unión Europea Y sus socios, mediterráneos en los planes, de la política, la seguridad, las relaciones económicás y los contactos humanos. Se trata dé dos procesos independientes e interdependientes a la vez.

La paradoja es que el propio éxito del proceso alertó a los radicales de cada bando, que terminaron ahogando con sus voces a los partidarios de la paz. Unas voces dirigidas más a amedrentar que a seducir y que no han desdeñado el recurso del asesinato del adversario político o la matanza de inocentes.

Israel es una sociedad democrática y el impacto del terrorismo asesino ha sido muy fuerte en una opinión pública comprensiblemente hipersensibilizada en los temas de seguridad. Este temor se expresó en las elecciones del pasado mes de mayo en un importante giro político, que tiene relación directa con los problemas por los que actualmente atraviesa el proceso de paz. La razón es simple: el proceso de Madrid está basado en dos axiomas básicos, el principio de paz por territorios y el principio de gradualidad. El primero se explica por sí mismo y el segundo concibe la autonomía palestina como una etapa hasta que se decida el estatuto final de los territorios ocupados por Israel en 1967, en una negociación con todas las opciones abiertas.

Su corolario es la no alteración unilateral del status quo preexistente. Lo demás, los retrasos en el calendario, el cierre de los territorios, el túnel de los Hasmoneos ..., con ser asuntos graves no son irremediables. Lo trascendental es que se han cambiado las reglas del juego. Se ha sustituido el principio de paz por territorios por el de "paz con seguridad", se niega la posibilidad de un Estado palestino y se altera unilateralmente la situación de Jerusalén oriental y de Cirjordania y Gaza con expropiaciones, nuevas construcciones y asentamientos de colonos israelíes. Esto es lo grave. Y por eso la UE ha hecho pública en Luxemburgo, el pasado 1 de octubre, una firme declaración como recuerdo de la imperiosa necesidad de respetar los pactos para que el proceso de paz pueda seguir con vida. Lo cierto es que hoy, cuando se celebran cinco años del histórico encuentro de Madrid, el proceso de paz sufre su crisis más grave. Una crisis que plan tea el interrogante de si es o no irreversible lo logrado hasta el momento.

Nadie ha pensado nunca que el proceso de paz fuera a estar exento de dificultades y, de hecho, lo logrado hasta ahora ha sido lo más fácil si se excluye el salto cualitativo que supuso pasar de la confrontación al diálogo. Pero los problemas que quedan sobre la mesa palestina son los más espinosos y difíciles de resolver: estatuto definitivo de los territorios ocupados; asentamientos; refugiados; control de los recursos económicos; líneas de demarcación; Jerusalén; garantías de seguridad... Todos ellos están estrechamente ligados entre sí e incluso vinculados al resultado de las negociaciones sirio-israelíes sobre el Golán e israelo-libanesas sobre la zona de seguridad del río Litani. Si individualmente considerados su resolución es complicada, juntos constituyen una tarea ingente que requerirá tiempo, paciencia y mucha imaginación creativa.

Israel tiene derecho a la seguridad, es algo que está fuera de discusión y que en todo caso coloca fuera del derecho internacional a aquellos pocos que la rechazan. Los palestinos deben hacer más esfuerzos para tranquilizar a los israelíes en este terreno.

Lo que resulta discutible es que Israel tenga ahora más seguridad que antes, pues ésta reside en último término en la aceptación de su existencia en la zona geográfica en que se encuentra y en la plena normalización de sus relaciones con los y pueblos vecinos. No cabe duda de que en ese terreno ha habido un claro retroceso desde las elecciones israelíes del pasado mes de mayo. El armamento, el territorio, los aliados, ciertamente son una ayuda, pero no lograron impedir que las ciudades israelíes, se convirtieran en el blanco de los injustificables ataques de los misiles Scud durante la guerra del Golfo, una gerra con la que en principio Israel nada tenía que ver. La acción de Sadam Husein, que pretendió sin conseguirlo concitar las simpatías y solidaridad del mundo árabe, demostró que en aquel momento Israel seguía siendo considerado por sus vecinos como un cuerpo extraño en la región. Y esto es lo que es imperativo cambiar. A su vez, el futuro de los palestinos no es concebible sin un entendimiento con Israel. La geografía es tozuda y no se puede escapar indefinidamente a sus imposiciones.

El proceso de paz sólo puede avanzar o retroceder. Si se detiene se desploma, como las bicicletas. Por eso ho hay más remedio que seguir construyendo sobre lo ya edificado, y toda negociación implica ceder en unas cosas para conseguir otras. Las goleadas sólo suscitan humillación y deseos de revancha.

No es fácil, pero es el único camino. Popper decía que la discusión es útil incluso cuando no nos lleva a ninguna parte. Aquí el objetivo es muy claro. La alternativa es la violencia, la desestabilización regional, quizá la guerra, y los principales perdedores de la confrontación serán precisamente los israelíes y los palestinos, que bastante han sufrido ya. Por eso deben ser los principales interesados en evitarla. Y a ello se dedican las personas con más visión y más coraje de ambos bandos. Nuestro deber es ayudarles a hacer opciones difíciles, recordarles el camino si se desvían de él y no dificultar su tarea. La paz en Oriente Próximo no es un imposible.

Jorge Dezcallar

es embajador español en misión especial para la Política Exterior y de Seguridad Común.

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