_
_
_
_
_

'Calimocho on the rocks'

Cientos de menores consumen alcohol libremente durante los fines de semana en las aceras de las zonas de ocio

Cae la tarde del viernes sobre los niños que juegan en la plaza de Barceló. Algunas madres charlan en un banco. A pocos metros de sus espaldas una pandilla de jóvenes se afanan en el vaciado de varias botellas de whisky y vodka que mezclan con refrescos en una barra improvisada sobre las piedras que delimitan los parterres de los jardines del Arquitecto Rivera. Todo un banquete al cohólico. Y ello pese a que en los supermercados y tiendas de la zona no venden a los menores de 18 años. Todas las cajeras del Día de la calle de Barceló exigen el documento nacional de identidad a los jóvenes, como se pudo comprobar el viernes 18. También Feicheng, el dueño chino de una pequeña tienda en la calle de San Mateo, y el Seven Eleven de la calle de Mejía Lequerica aplican la ley seca a los menores de edad.Un grupo de quinceañeras explica cómo se buscan la vida para comprar litronas de cerveza y los briks de vinazo y refrescos para el calimocho que constituye su menú para la noche del viernes. Burlaron a las cajeras del Día con el carné de la hermana mayor de una de ellas. "El sábado pasado un señor nos dijo que nos buscásemos un tío con barba que nos sacase las bebidas, pero que a nosotras no nos vendía", relata María. Es un nombre supuesto porque nadie quiere arriesgarse a que les identifiquen sus padres y les llueva la bronca del siglo. "Les da igual la pinta de niña que tengas; lo único que quieren es que no les caiga un puro", añade Mónica.Las chiquillas se despiden con prisa. Tienen que estar a las once en casa y todavía tienen que despellejar a la guapa y pérfida Cristina, actual novia del ex de María. Querría matarla, pero resulta que es prima lejana de Mónica. Barceló es un pañuelo empapado en alcohol barato."Acaban de echar a unos niños de una de las mesas; llegan, se sientan y los chavalillos les tienen que dejar el sitio", comenta María Dolores Pérez, una vecina que no ha abandonado el barrio en sus 50 años. "Hace un mes desapareció el niño de la estatua de la plaza [una de las figuras de bronce del grupo dedicado a Ramón Mesonero Romanos]". María Dolores advierte, sin embargo, que el ambiente en Barceló es mejor que en la plaza de San Ildefonso, otra de las paradas en la geografía litronera del centro de Madrid: "Allí hay peor calidad de gente".María Dolores entiende la calidad como la incógnita de una extraña ecuación de la que sólo conoce el estilo en el vestir que refleja una difusa ideología. Van de alternativos; se ven trencitas rastas, pelos más largos y aproximadamente tanto alcohol como en Barceló. "Si no tienes 18 años, no te venden ni un vaso de plástico", explica Fernando, un guapo melenudo rubio que acaba de ganar la mayoría de edad. Dos de sus colegas se tapan la cara con pañuelos para no salir en la foto. "Joder, qué parecéis abertzales", increpa otro, chico.

Más información
CÓCTEL DE INFRACCIONES.

En los bajos de Moncloa, en cambio, los bares dejan entrar a "los mayores de 16 años. Allí los minis (litros) de cerveza, calimochos o cubatas se ofertan invariablemente con el aliciente del "compra tres" y ahorra dinero. Triple ración de calimocho, 1.300 pesetas. De cerveza, 1.200. También las hamburguesas: tres normales, 400. Con queso, 500 pesetas. Nadie bebe en la calle y a Marta y sus amigas, quinceañeras alumnas del Instituto Ramiro de Maeztu, se les pasa el sábado en la barandilla del primer piso del laberinto de Aurrerá.

Les vetan la entrada en todos los locales y se aburren como ostras en pescadería. Armando, de 22 años, portero del discobar Trainera, explica que piden carné a todos. Tanto hablar del alcoholismo juvenil y el problema de los dueños de estos bares reside, paradójicamente, en que pocos consumen. "Si hay 100 personas dentro del local, sólo consumen 30", explica Armando. Es que disponen de unas exiguas 1.000 pesetas para los gastos del fin de semana. Las quinceañeras están que trinan. El novio de Marta tiene 18 años y una excusa para salir el sábado con sus amigotes: "Como hay muchos sitios en los que no me dejan entrar..." dice ella.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_