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Los partidos japoneses evitan cualquier tema espinoso ante un el ectorado apático

El futuro de las bases militares norteamericanas en la isla de Okinawa o las relaciones con la vecina China son temas por los que los partidos políticos japoneses pasan de puntillas, pese a su importancia, en la campaña para las elecciones generales de mañana domingo. Los aspirantes a los 500 escaños en liza para la nueva Cámara de Representantes -11 menos que en la anterior legislatura con la aplicación de la nueva ley electoral- siguen empeñados en mostrarse como simples promotores de obras públicas en sus respectivos distritos para ganarse el voto de un electorado apático.

Durante apenas 12 días de campaña, los candidatos se han centrado en la futura subida en dos puntos del impuesto sobre el consumo hasta fijarlo en un 5%, algo que la población recibe con desagrado pero que es consciente de que se convertirá en realidad en el nuevo año fiscal que comienza el 1 de abril de 1997.Sólo los comunistas -cuya postura firme contra las coaliciones apresuradas y paradójicas que ha vivido el país durante los últimos tres años les puede hacer ganar votos- y el conservador reformista Partido Nueva Frontera (Shilshinto) han manifestado su oposición a esa subida.Shozo Azuma, diputado por el Shilshinto, que se presenta en la lista proporcional del partido por Tokio, admite que existe una brecha preocupante entre los políticos y los ciudadanos y confiesa sentirse muy frustrado por ello.En un perfecto español aprendido en la Universidad de Málaga y en estancias en Centroamérica trabajando para el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Azuma explica en su minúsculo y atiborrado despacho en la Dieta (Parlamento) que la clase política no ha tenido que asumir jamás ninguna responsabilidad.Para Azuma, legislar correspondía a los burócratas, que desde los poderosos ministerios económicos han marcado las pautas de los futuros proyectos de ley. "Pero con el final de la guerra fría ese sistema no puede sobrevivir por más tiempo. Japón tiene que estar en primera línea y asumir sus propias responsabilidades internas y externas", declara al indicar que ha llegado el momento de definir una política exterior y de defensa. "Les pido que firmen cinco contratos con Japón. Mi vida está en juego", anuncia en un mensaje electoral por la televisión, Ichiro Ozawa, líder de Nueva Frontera, el mayor partido de la oposición.Hombre temperamental donde los haya, Ozawa, que llegó a ser secretario general del conservador Partido Liberal Democrático (PLD) y miembro de la poderosa facción de Noboru Takeshita y Shin Kanemaru, aspira a gobernar y arrebatarle el puesto a su ex compañero, el primer ministro Ryutaro Hashimoto.

Lo tiene difícil, según vaticinan las encuestas que otorgan un triunfo cómodo al PLD e incluso en algunos casos la mayoría absoluta. "Las encuestas mienten, como ya se ha demostrado en otras ocasiones", asegura el parlamentario Azuma, que antes de entrar en el Shilshinto formó parte del desaparecido partido budista Komeito, detrás del cual está la poderosa secta multimillonaria de Soka Gakkai. "Ozawa es la única persona que trabaja para el futuro de Japón y que está implantando un sistema distinto de recogida de fondos. Pide el dinero para el bien del país", explica Azuma.

Los cinco contratos que propone este visceral parlamentario son una reforma de la economía que acometa los problemas estructurales; la descentralización administrativa; la reducción del gasto público; afrontar con racionalidad el envejecimiento de la población, y la distinción del Poder de la banca.

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