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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Razones para no rechazar el Nobel

Es bien sabido qué el más beneficiado de un premio no es el que lo recibe sino el que lo concede. Es el caso del editor y los premios literarios, de la industria del cine y los Oscar, de las instituciones y los premios institucionales, del mecenas y los premios con nombre propio... No está descartado, no, que el premiado resulte también honrado, prestigiado o bonificado. La duda es: ¿tiene el concepto premio algún mérito a favor de la creación de conocimiento, esto es, algún valor para el resto de la comunidad? Hace mucho que tengo la convicción de esta duda, por lo que durante un tiempo estuve intrigado conmigo mismo: ¿cómo reaccionaría ante un premio?, aunque fuese modesto. Lo supe llegado el momento: cobardemente. La desconocida joven que me daba la noticia parecía tan eufórica que me pareció injusto arrojarle un cubo de agua fría por teléfono. Luego vino la vacilación por el temor a ofender y más tarde fue ya demasiado tarde.El Nobel de... es hoy un superlativo aplicable a cualquier otra clase de premio (la Medalla Fields: el Nobel de las matemáticas, el Hutchinson: el Nobel de la ecología ... ). La Academia Sueca de Ciencias es sin duda la más célebre de las academias y los científicos que ganan su premio se consagran para casi todo y para casi siempre. El Premio Nobel es además, al estilo del medallero olímpico, un índice de la exitosidad científica por naciones. Pero hay que reconocer que el Nobel ha conseguido también transmitir la idea de que la entidad dadora no es ya la memoria de Alfred Nobel o la propia Academia, sino la comunidad científica o acaso, justamente, la humanidad entera. El ganador del Nobel que logra asumir esta idea se ahorra el tremendo ejercicio de arrogancia masoquista que supone la tentación de rechazarlo.

Simplificando mucho, si el mayor beneficiario de un premio es el que lo concede y el Nobel lo concede, digamos, la propia humanidad, entonces el Nobel es un premio que la humanidad se concede a sí misma. No hay problema. El premio se puede aceptar. Con todo, la humanidad que recibe el premio es la de hoy, mientras que la humanidad que lo concede es, en muchos aspectos, la de hace un siglo. Y un siglo es en ciencia lo que un milenio en religión o diez millones de años en evolución. La física, la química y la medicina siguen siendo disciplinas fundamentales para vivir. Y la literatura, la economía y la paz altamente recomendables para vivir y para convivir. Sin embargo, la naturaleza no vela por la vigencia de las bases de un premio.

Estirando la física fundamental, se puede conceder el Nobel a la ingeniería concreta y, estirando la medicina concreta, se puede premiar la biología fundamental. Pero resulta difícil alcanzar con el Nobel otras cuestiones de hoy como la matemática de la información, las ciencias del entorno, la arquitectura o el urbanismo.

El Nobel es un estímulo que favorece la actual manera de hacer ciencia: en equipo y en terrenos interdisciplinarios. Los premios de las tres ciencias experimentales son, es cierto, los de mayor objetividad, y sirven quizá para teñir de reconocida solvencia a los otros tres que tratan de la complejidad humana: el de literatura, célebre por sus presencias olvidadas y notorias ausencias; el de la paz, célebre por su tragicómicas contradicciones, y el de la economía, que la realidad suele empeñarse en desmentir rápida y minuciosamente. Pero, asumidos éstos, ¿por qué olvidar otra vasta disciplina, antigua y gloriosa, que tanto nos ayuda a existir? Picasso, Stravinsky, Casals, Heifetz, Warhol, Nureyev, Bacon... son nombres con nobles resonancias nobélescas.

Jorge Wagensberg es director del Museo de la Ciencia de la Fundación la Caixa (Barcelona)

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