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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crimen en Marbella

LOS CRÍMENES de auténtica hechura mafiosa que en el último mes se han producido en Marbella amenazan con dar al traste con la imagen de seguridad y prestigio que su alcalde, Jesús Gil, ha pretendido dar de esa ciudad de la Costa del Sol. La fuerte vigilancia policial -los efectivos de la policía local se han más que duplicado durante la gestión de Gil- ha conseguido limpiar la ciudad de camellos, rateros, tironeros... Pero la cuestión que se plantea, a la vista de los últimos crímenes, es la aparente compatibilidad entre la erradicación de la pequeña delincuencia callejera y la existencia de una criminalidad de altos vuelos cuyo escenario no es precisamente la calle. Un tipo de delincuencia que, si es necesario, se manifiesta con la frialdad y la saña con que lo ha hecho en el caso de la familia francesa asesinada el sábado o en el del policía nacional y el asesor fiscal asesinados en esa ciudad en las últimas semanas.Es cierto que la responsabilidad en la erradicación de este tipo de delincuencia recae directamente en las fuerzas de seguridad del Estado: Policía Nacional y Guardia Civil. De ahí que desde la dirección general de Policía se contemple la necesidad de enviar a la Costa del Sol a policías especializados en la lucha contra los grupos mafiosos y el crimen organizado. Pero si se promueve un modelo de ciudad que busca ser refugio y lugar de descanso de gentes enriquecidas por cualquier medio, no es de extrañar que bajo ese reclamo terminen instalándose jefes de mafias diversas. La reciente lista de crímenes así parece confirmarlo.

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