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Andar...

Es baratísimo. Y también ibuenííísimo! para la salud, ya se sabe. Por lo que se refiere al cuidado de la bomba, resulta público y notorio que "quien mueve las piernas, mueve el corazón". Quemamos grasas y azúcares a manta al andar, estimulamos nuestros sistemas respiratorio y sanguíneo, ejercitamos la masa muscular, lubricamos las articulaciones, movemos los huesarrancos, todo. Mental y hasta moralmente, la sangre en movimiento obra también milagros en la estimulación del cerebro. Cuántas veces he iniciado yo mis sesiones de senderismo urbano sintiéndome cual medusa, sobre todo en los días más feos y tristes del invierno, y regresado a casa, un par de horas después, erguido, exultante, con paso firme y marcial y el Himno de Infantes resonando por todas mis cavidades craneales. Lleno también, por si fuera poco, de inspiración más o menos demoniaca. Así que anden, ¡anden!, queridísimos lectores míos.Y caminar por Madrid, a lo que iba, es formidable. No suelen creerme cuando digo esto mis amiguitos de la periferia, cargados casi siempre de prejuicios, pero lo cierto es que en pocas ciudades españolas encuentro yo paseos tan dilatados y llanos, si los hubiere. Cuanto afirman ellos sobre contaminación y follones es cierto, claro, pero todo depende de la oportunidad y el momento. En las dulces mañanitas dominicales, por ejemplo, con tantos madrileños ausentes o encarnados, ¡benditos sean!, el ruido merma, la ambición descansa, la atmósfera mejora. Además, debemos elegir rutas ventiladas y con abundante vegetación, cuidando siempre, o sea, las reservas de oxígeno. Uno de mis paseos predilectos para días festivos se inicia en los alrededores de la plaza Castilla, sigue por la Castellana, Recoletos y el paseo del Prado, sube si a mí me da la gana por Alcalá, penetra en el Retiro por la puerta de la Independencia, lo atraviesa o circunvala por dentro, sale a veces por la puerta del Ángel Caído, baja por Moyano prosigue por las Rondas y culmina en la Puerta de Toledo, donde me espera muy cariñoso el autobús 3, una especie de geriátrico ambulante que me devolverá a casa.

Yo me conformo en mis caminatas con el aire que respiro, la objetiva belleza de gran parte del itinerario, el ejercicio que hago y el bullir de la sangre fervente en mis venas, pero reconozco que éste sería un paseo turístico de primer orden para los "forasteros de fuera", que decían antiguamente en Plencia. El estadio Bernabéu para quien guste de esas cosas. Los Nuevos Ministerios, el Museo de Ciencias Naturales, quizá un cafelito finísimo en Embassy, la Biblioteca Nacional, acaso un tentempié en El Pabellón del Espejo, el Café Gijón, la Cibeles, ¡cuánta gloria deportiva, mi madre!, los palacios de Comunicaciones y Linares, el Banco de España y el Cuartel General del Ejército, Neptuno, más gloria deportiva, el Ritz, el Palace, el Monumento a los Caídos, Thyssen, el Madrid más prócer allá por el Museo del Prado, los Jerónimos, el Botánico y el Retiro.

A los forasteros de dentro, ahítos de asfalto y no demasiado temerosos de la naturaleza y sus pompas, les recomendaría mi inevitable Dehesa de la Villa, ese pedacito de auténtico campo castellano (aunque a Madrid y los madrileños nos privasen de tal condición por "imperativo autonómico", y como siempre sin preguntarnos) que sobrevive milagrosamente, y que no me caigan las soberbias, dentro de la ciudad. Si subir y bajar por entre los árboles les resulta excesivo, desciendan al menos hasta la parte llana del circuito deportivo (otra realización caducada del Viejo Profesor), entre la Escuela de Huérfanos de la Renfe y la Curva de la Muerte, háganse seis largos y se pondrán como unos corzos.

Y ahora, tremenda revelación: terminé con buen sabor de boca un verano nefasto en happenings municipales. Y es que resulta que la Dehesa estuvo completamente seca, repleta de yerbas agostadas, yesca potencial para incendios. De hecho se produjo uno, pequeñito, junto a la antigua vivienda del guarda del Canalillo. Pues bien, vi una brigada de Parques y Jardines limpiando, desbrozando, regando. Es decir, en algún lugar ignoto de la tiniebla municipal brilla una luz, hay un concejal listo y previsor. En esta oca sión, y sin que sirva de precedente, no tengo más remedio que gritar: ¡Hurra por el Ayuntamiento!

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