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Clinton se limitará a no cometer errores ante Dole para lograr la reelección

Antonio Caño

Bill Clinton y Bob Dole medirán hoy por primera vez fuerzas en un debate televisado que no ha conseguido atraer el interés de la opinión pública norteamericana por la muy extendida impresión de que el presidente tiene ya ganada la reelección. A falta de un mes para la votación -el 5 de noviembre-, la campaña parece haber terminado y la Casa Blanca quiere limitarse a no cometer errores y contar plácidamente los días que faltan para celebrar la victoria.

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El debate de esta noche en la ciudad de Hartford (Connecticut) y el que se celebrará el próximo día 16 en San Diego (California) son las dos últimas oportunidades que el candidato republicano tiene para mejorar su posición. Pero el hecho de que un hombre como Dole, falto de carisma y de poder de comunicación, se vea condenado a confiar en esas dos apariciones ante la pantalla es la mejor prueba de la pésima situación en la que se encuentra su campana.Dole tiene unos 12 puntos de desventaja sobre Clinton en un promedio de las encuestas conocidas en los últimos días. Ningún otro candidato en la historia de las elecciones norteamericanas ha sido capaz de recuperar tanto terreno cuando falta tan poco tiempo para acudir a las urnas. Además, Dole no parece contar con la energía ni con los argumentos para derrotar al presidente.

Así pues, el tramo final de esta campaña electoral -que se decidió hace meses- se ha convertido en un aburrido trámite que los medios de comunicación norteamericanos tratan difícilmente de animar recordando que los milagros son posibles.

"Cuesta trabajo creer que estamos en el mes de octubre", ha comentado George Stephanopulos, uno de los principales asesores políticos del presidente. En otras campanas, hace cuatro años, por ejemplo, octubre era el mes de la máxima pasión. Los candidatos echaban mano de sus mejores armas en una batalla sin cuartel por ese 2% o 3% de votos que los podía convertir en ganadores. Un traspiés en un debate, una frase inoportuna en un discurso o una pequeña sospecha en tomo a su figura podía ser suficiente para modificar el rumbo de las encuestas.

Ninguno de esos riesgos parece ahora amenazar a Bill Clinton. El presidente está respaldado por una economía que ha crecido a un ritmo cercano al 5% en el último trimestre y que ha dejado el desempleo en un raquítico 5,2%. El poder adquisitivo de la población ha aumentado, los salarios de los trabajadores han ascendido, aunque modestamente, y una mayoría de la población manifiesta en los sondeos que vive mejor y tiene mayores esperanzas de progreso que hace cuatro años.

Sólo esto sería suficiente para ganar las elecciones. Pero, además, Bill Clinton ha corregido algunos de los comportamientos erráticos de sus primeros años en la Casa Blanca, ha consumado su posición centrista y, ayudado por su actuación internacional, ha consolidado su imagen presidencial. Por último, el candidato demócrata, 23 años menor que su rival, ha sabido ofrecerse como un hombre de futuro.

"Queremos contar con aquellos que quieran construir un puente hacia el futuro, no con quienes ofrecen un puente hacia el pasado", repite Clinton en cada una de sus intervenciones de las últímas semanas.

Jóvenes y mujeres

Frente a él, Bob Dole sólo ha sido capaz de ofrecer un vago retorno a los valores tradicionales norteamericanos y un aventurero plan de recortar los impuestos en un 15%. En cuanto a los valores, es algo que aprecian los norteamericanos, pero no tanto como para arriesgarse a respaldar a una figura de otra generación que no ha sabido conectar con las preocupaciones de las generaciones actuales. El bajísimo porcentaje de respaldo a Dole entre jovenes y mujeres es, en ese sentido, alarmante para su candidatura.Por lo que respecta a su promesa sobre los impuestos, ni las actuales condiciones económicas ni las opiniones de los expertos hacen la rebaja del 15% especialmente atractiva. Los norteamericanos odian los impuestos, es cierto, pero no hasta el punto de respaldar la oferta de Dole en un momento en el. que tienen los bolsillos bastante llenos y cuando los economistas les advierten que esa oferta pondría en peligro el control del déficit público.

Bob Dole corre esta carrera, para colmo, con el lastre que le dejó la pasada revolución conservadora dirigida por Newt Gingrich. Desde que los republicanos ganaron las elecciones legislativas de 1994, Gingrich, presidente de la Cámara de Representantes, se ha convertido en una de las figuras menos populares de Estados Unidos, y sus ideas en contra de los principales servicios sociales han encontrado el rechazo de grandes sectores del país.

Como consecuencia de todo eso, Clinton marcha en ventaja en los Estados en los que se tiene que asentar su victoria, como California, Nueva York, Nueva Jersey, Ohio y Michigan, y también cuenta con posibilidades e otros tradicionales feudos republicanos, como Florida y Tejas. Si el presidente acaba ganando en todos esos Estados, su triunfo final puede ser abrumador.

El principal peligro para él en este momento es, precisamente, el del exceso de confianza. El presidente Clinton tiene a sus espaldas dos escándalos -White-water y los papeles del FBI- que podrían explotar en cualquier momento.

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