Cómo detectar y calmar el dolor que los bebés no pueden comunicar
Los niños superan 'a pelo' operaciones que a los mayores provocarían pesadillas
Que un bebé no diga "me duele aquí" no significa que no se esté quejando, y desde luego tampoco que no le duela: ahora se sabe que la idea clásica de que ellos apenas padecen dolor está equivocada. Pero es un tópico difícil de combatir. Los expertos advierten que, aun hoy, en los posoperatorios de las más de 70.000 intervenciones infantiles que se realizan al año en España prácticamente no se usan analgésicos, lo que significa que los niños superan casi a pelo dolores que provocan pesadillas a un adulto."Para el posoperatorio, en las pruebas médicas, en una otitis... hasta cuando salen los dientes. Hay que acabar con el miedo a usar analgésicos en niños", dice el anestesiólogo del hospital Virgen de las Nieves de Granada, especialista en dolor oncológico en niños, Rafael Gálvez.Sistema nervioso
"Hasta hace unos años se creía que el sistema nervioso en los bebés no estaba lo suficientemente formado como para que ellos pudieran sentir dolor, pero los estudios neurofisiológicos y anatómicos han demostrado que no es así. Es más, ocurre al revés. Lo que no está desarrollado aún son los sistemas naturales que protegen contra el dolor, como la secreción de opiáceos endógenos, las endorfinas. Los niños pequeños son más sensibles al dolor que los adultos".
Éste es el primer tópico que atacan los investigadores en este campo. El segundo es que los analgésicos producen serios efectos secundarios en los pequeños: "De nuevo esto es falso. Exceptuando el caso de los opiáceos como la morfina en los recién nacidos, los niños toleran dosis mayores que los adultos en proporción a su peso", dice el anestesiólogo del hospital Parc Taulí, de Sabadell, Juan Marco Vals.
Las consecuencias de ambas ideas erróneas se reflejan en el hecho de que se tiende a reducir al máximo la prescripción de analgésicos en todo tipo de pruebas médicas y en el posoperatorio, y también en que "Ias dosis hoy aconsejadas en los libros de farmacología son inexactas, demasiado bajas", afirma Gálvez.
Se establecen sólo en función del peso corporal, sin tener en cuenta la hipersensibilidad de los niños al dolor ni su mayor tolerancia a los fármacos de este tipo. Y esto, en opinión de los expertos, es fácilmente explicable: la investigación del dolor en niños, y en especial en recién nacidos, es un campo tan joven que los datos escasean. Sólo desde hace poco, y gracias a que se sabe más acerca de lo que pasa en un cuerpo que sufre dolor, hay técnicas para detectar si alguien tiene esta sensación y cómo es de intensa. Un avance indispensable para entender las reacciones de un paciente incapaz de expresarse con palabras.
Hoy se miden parámetros como el aumento de la frecuencia cardiaca, de la tensión arterial o de la temperatura, así como niveles en sangre de las hormonas implicadas en la sensación dolorosa. Y también es posible leer en la conducta del bebé signos que, al final, "son los más importantes porque se perciben a simple vista".
"El bebé pierde el apetito, está muy irritable, cierra los ojos, frunce las cejas, no juega... Es su forma de quejarse", explica Gálvez.
Todas estas técnicas han permitido demostrar en los últimos años que "Ios niños a los que se les había administrado dosis adecuadas de analgésicos se recuperaban de una intervención quirúrgica en menos tiempo", indica Marco Vals.Muelas y otitis
Pero la cuestión del dolor infantil no queda circunscrita al mundo hospitalario. Los expertos consultados no encuentran razón alguna por la que los bebés deban soportar con estoicismo el dolor de cuando salen las muelas, o de los gases, o de una otitis. "Es una sensación inútil, y creemos que debería producirse un cambio de actitud entre médicos de atención primaria, pediatras, enfermeras, psicólogos... en todos los relacionados con el tratamiento del dolor en niños", afirma Gálvez, que no obstante aconseja consultar al especialista antes de dar analgésicos a los niños. Si esto se lograra, tal vez dentro de muy poco los niños no tendrían que padecer ni siquiera el susto de las inyecciones: una hora antes de que llegue el temido momento se suministra una pomada con analgésicos de acción local "que hacen que el pequeño no se entere de nada", dice Marco Vals. Es un fármaco que se comercializa ya en otros países y él emplea cotidianamente.
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