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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cardiopatía rusa

EL CORAZÓN de Rusia está en el Kremlin, y ese corazón está enfermo. La enfermedad no es sólo de Yeltsin, sino de todo un sistema político que no parece preparado para estos avatares. A la sombra de la gravedad de la cardiopatía del presidente recién reelegido se está gestando una intensa lucha de poder iniciada antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, a las que Yelstin concurrió ocultando que había sufrido un nuevo ataque cardiaco.Aunque persiste cierta bruma en torno al alcance real de la enfermedad, o enfermedades, de Yelstin, su gravedad parece fuera de duda. Los médicos han aplazado la decisión de operarle al menos hasta noviembre, con la esperanza de que recupere fuerzas. Actualmente tiene poca capacidad de trabajo. Y si se le opera con éxito, requerirá un largo periodo de recuperación. Y así, inevitablemente, se plantea la cuestión de si debe dimitir o si tal vez haya que declararle incapaz para el cargo.

La respuesta a las preguntas, en Rusia, depende mucho de dónde se sitúe cada uno en la lucha por el poder. La Constitución rusa, que concentra un inmenso poder en la presidencia, prevé la incapacitación de su titular, pero no aclara quién debe decidirla. En todo caso, ya sea por dimisión, incapacidad o fallecimiento, la presidencia recaería temporalmente en el primer ministro, Víktor Chernomirdin -en quien Yelstin ha delegado ya temporalmente poderes importantes en materia de política exterior e interior-, quien tendría que convocar elecciones en un plazo de tres meses.

El problema, para los que están en el poder en Rusia, no es sólo el riesgo de que gane las elecciones el candidato comunista Guennadi Ziugánov, sino que Yeltsin desempeña, aun desde el hospital, un papel crucial de mediador en busca de equilibrio entre las diversas facciones que desde tiempo atrás se enfrentan con vistas a la sucesión. Chemomirdin, que cuenta con la ventaja institucional; el general Lébed, con su mayor popularidad; el poderoso alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, e incluso el actual jefe de gabinete del presidente, el economista liberal Anatoli Chubais. No obstante, si se abriera el proceso sucesorio no habría que excluir posibles alianzas entre ellos -incluido el propio Ziugánov- de cara a un tándem de presidente y primer ministro.

Pero todos necesitan tiempo, lo que coincide con las dudas y los plazos planteados para operar a Yelstin. Y desde luego, la posibilidad de que éste, aun enfermo o en convalecencia, se mantenga en la presidencia sigue siendo la opción más probable, incluso al modo de El Cid, en una tradición que en tiempos soviéticos llevó los nombres de Breznev o Chernenko. Más aún cuando no se puede decir que el Gobierno no gobierna. Sigue tomando decisiones importantes. La guerra de Chechenia se paró con Yeltsin ya enfermo. Pero la enfermedad del presidente y la peligrosidad de su operación crean un clima de inestabilidad e incertidumbre política que podría empezar a afectar a las reformas económicas, mientras se acumulan los problemas. La Bolsa de Moscú oscila con las noticias sobre la salud de Yeltsin. ¿Pero no es esto una confirmación de que Rusia -una Rusia con Bolsa- ha cambiado en profundidad?

En Occidente, el vacío en la cúspide del Kremlin despierta temores, alimentados por una nueva radicalización de los portavoces rusos -Lébed incluido- respecto a sus relaciones con la OTAN y a la ampliación de ésta, dificultando uno de los grandes proyectos pendientes en Europa: la construcción de una estructura de seguridad en la que Rusia se sienta tranquila (y el resto del continente con ella). Entretanto, la enfermedad de Yeltsin es un elemento añadido de incertidumbre.

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