Ter-Petrosian sigue al mando en Armenia
Los resultados definitivos confirman la reelección del presidente, que da por superados los disturbios
ENVIADO ESPECIALLa Plaza de la República, uno de los puntos neurálgicos de Eriván, la capital de Armenia, seguía ocupada ayer por un impresionante despliegue de tanques y soldados. Sin embargo, el presidente en funciones, el nacionalista Levon Ter-Petrosián, quiso dar el sábado -tras el asalto al Parlamento y los disturbios callejeros de días atrás- una imagen de tranquilidad paseando por el Palacio de Congresos, donde 114 países disputan la Olimpiada de ajedrez. "La situación está totalmente controlada. La mejor prueba de ello es que yo tengo tiempo para estar aquí", dijo a EL PAÍS. El presidente, que dijo ser "muy amigo de Felipe González" y anunció la próxima apertura de embajadas en Madrid y Eriván, insistió en que el proceso electoral ha sido limpio: "Las irregularidades son irrelevantes en cuanto al resultado final. Y no soy el único que piensa así, también lo ha dicho la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa)".
La comisión electoral armenia anunció ayer oficialmente la victoria de Ter-Petrosián en las elecciones presidenciales del pasado día 2, con el 51,75% de los votos ente al 41,29% alcanzado por el líder de la oposición, Vazguén Mamikián. El tercer candidato en discordia, el comunista Serguéi Badalian, obtuvo el 6,34% de los sufragios. La comisión no indicó ninguna cifra de participación y se limitó a informar de que 310.000 electores no habían votado.
La OSCE abandonó el sábado la capital armenia. Poco antes, el presidente de dicho organismo, el suizo Flavio Cotti, emitió un comunicado desde Viena en el que condenaba la invasión del Parlamento el pasado miércoles por manifestantes de la oposición y las heridas causadas al presidente y al vicepresidente de la Cámara.
Algunos observadores internacionales sugieren que las grandes potencias, incluida Rusia (aliada política y principal socio comercial de Armenia), preferían una victoria de Ter-Petrosián porque Vazguén Mamikián les parece demasiado radical. Esa teoría encaja con la seguridad en sí mismo que proyectaba Ter-Petrosián durante su paseo del sábado, cuando resumió su programa: "Estabilidad interna para que cesen las peleas entre armenios, y progreso para elevar el nivel de vida de los ciudadanos", afirmó.
Pero es muy probable que la estabilidad dependa del progreso. La mayoría de las casas armenias carecen de agua caliente; aunque el suministro de luz es ahora mucho mejor que hace dos años, la iluminación nocturna es casi nula; la mayoría de la población subsiste gracias a la economía sumergida porque el sueldo medio oficial inferior a 3.000 pesetas mensuales) equivale al coste de 30 kilos de pan. La inflación ya no galopa como hace tres años, pero la oposición dispone de un excelente caldo de cultivo si las perspectivas no mejoran.
También existe una élite económica pujante que, en general, apoya a Ter-Petrosián. Su principal cabeza visible es Jachatur Sukiasián, dueño de un emporio que controla el 70% del comercio de alimentación en Eriván, así como varios restaurantes, cafés y hoteles. Sukiasián es optimista: "Si los armenios hemos sobrevivido al genocidio de los otomanos [en 1915, los historiadores hablan de más de un millón de muertos], al terremoto de 1988, a la guerra del Alto Karabaj [enclave armenio situado en el medio de Azerbaiyán] y al bloqueo comercial que aún subsiste de Turquía y Azerbalyán, ¿por qué no vamos a superar la situación actual? Nuestra minería, nuestra industria y, sobre todo, el coraje de nuestras gentes nos harán progresar".Ciertamente, los armenios -3,7 millones en Armenia y unos cuatro millones en la diáspora- tienen motivos para confiar en su capacidad para sobrevivir. Orgullosos de su cultura e historia, son ortodoxos, pero no obedecen al patriarca de Moscú. El bloqueo de Turquía y Azerbaiyán les ha obligado a una privilegiada y paradójica relación con Irán, su segundo socio comercial. El primero, Rusia, ha pasado de conquistador a padre protector: soldados rusos vigilan la frontera (cerrada) de Armenia con Turquía. Al Kremlin le interesa mantener un socio fiel en el polvorín del Caúcaso.
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