"Que haya Paz"
Maya tiene ocho años y una muneca que se llama Cocolín. Mientras los mayores hablan de problemas, ella se entretiene con un lápiz: a la derecha el colegio, a la izquierda una casa que no es la suya. Una nube, un árbol, un coche se añaden a su dibujo de Leganés. Sobre todo, una paloma con rama en el pico. "Para que haya paz", explica la pequeña bosnia.-¿Dibujarás algo de Sarajevo?
-No. No me sale.
-¿No te acuerdas de cómo era tu habitación allí, de las muñecas ... ? -tercia su madre.
-Sí, pero no me sale. -Maya- estrecha fuerte a Cocolín ("se va a despertar", advierte) y cuenta que le gusta el colegio, que querría tener un hermano y una bicicleta. Y que pronto cumplirá nueve años: entonces habrá transcurrido casi la mitad de su vida en un país, España, que siente suyo.
En casi un lustro sólo ha visto una vez a su padre, refugiado en Croacia. Fue cuando se le cayó un diente y llegó el ratoncito blanco por la noche. Pero Maya sabe que el ratoncito es su mamá. También sabe que ya no tiene casa en Sarajevo. De allí sólo añora la nieve. Demasiado pequeña para sentir nostalgia, a veces ve triste a su mamá.
"Aquí me gusta todo. Tengo muchos amigos", sonríe Maya. A menudo le preocupa que llegue la guerra: por eso se empeña en pedir "que cojan a los de ETA". De mayor será "oficinista" o "médico". Entonces también será grande Cocolín.
"A mi me gustaría trabajar en una fábrica de twingo. 0 poniendo el gas", tercia Haris. A. sus seis años es uno de los refugiados más pequeños. Devoto de los caramelos de palo y entusiasta de los coches -en especial el utilitario de Renault-, sabe que antes sus papás tenían en Sarajevo un auto "niuy bonito". Le encantaría que ahora pudieran comprarse un twingo, pero. sube de buen grado al autobús. Sobre todo si es para ir a ver a sus abuelos, un matrimonio español que ya forma parte de su familia. ¡Son tan divertidas las comidas todos juntos los domingos!
Al día siguiente, Maya y Haris prepararán sus carteras para ir al colegio público. Sergio ya lo ha dejado: ahora estudia en el instituto. Tiene 15 años, buenas notas y vocación indiscutible de actor. Cambia de voces y no ahorra gestos. Está contento. "En el colegio me trataban como un bosnio. Cuando me tocaba leer en voz alta, el profesor pedía luego a otro compañero que lo repitiera. Pero en el instituto ya me tratan como a un español".
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