_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Por alusiones

"Entrar al trapo" es un dicho popular que refleja como ninguno el interior de una herida abierta. Guarda relación con otro de probada solemnidad, "Recoger el guante", pero no hay color: el primero es mucho más rotundo, pringa por igual a las partes y, además, rezuma una encantadora mala leche. Con ése me quedo yo. El dicho, sin embargo, como tantas otras veces, se lava las manos y elude pronunciarse sobre el problema de fondo: a quién asiste la razón. Todos a la olla, como los percebes.Por capricho, accidente o necesidad, las intrigas genéticas han dispuesto que la mayoría de las personas pertenezcamos simultáneamente a ambos bandos, lo que significa que hacemos agua por la quilla. Aun así, a mi entender, hay momentos en los que resultaría indigno no entrar al trapo; y más si el punto en discordia está relacionado con los atropellos y vejaciones que los autodenominados "animales racionales", amén, dispensan a los que no han obtenido el título.

Ahora han actuado en Cercedilla (pueblo en fiestas), donde a iniciativa de una tal Sociedad de Casados, este año se ha añadido una nueva modalidad de juerga: la suelta del cochinillo. Esta astuta ocurrencia consiste, precisamente, en soltar un cerdito en el ruedo, mientras una pareja de concursantes, atados por las muñecas, tratan de atraparlo entre el jolgorio y los aplausos de los espectadores.

Los carteles anunciantes incluían también un codicilo, escrito a mano y con rotulador, al que no puede negarse un gran valor descriptivo: "Sin engrasar". Dicho apunte, claro está, se refería a los cerdos, no a los humanos concursantes, y aludía de refilón a Miraflores de la Sierra, otro pueblo madrileño que en febrero había presentado una oferta parecida, aunque con el cerdo embadurnado para dificultar su captura.

Las comparaciones son odiosas, ya se sabe, y dado que se trata de un duelo entre inteligencias, no es extraño que los casados de Cercedilla hayan querido dejar clara su postura: a diferencia de otros, ellos no engrasan previamente a los cerdos.

Por su parte, un miembro de ésta sociedad, el señor Isidro Hurtado, ha ofrecido algunos datos de interés: "Los cerdos de Cercedilla no son cerdos caseros, son cruzados con jabalíes, animales acostumbrados a los regates porque pastan en las dehesas donde hay toros y corren más".

Entendido: se refiere usted, biológicamente hablando, a la rama más golfante de la familia porcina; a los desharrapados, a esos que no conocen la urbanidad y que incluso podrían llevar un pendiente en la oreja. "Lo hacemos para que los jóvenes conozcan las tradiciones de los animales en directo", añadió este caballero; y a continuación: "Esto es como cuando aquí se criaban animales y había que cogerlos para cambiarlos de corral". '

¡Ajá!: prácticas de laboratorio, cultura en la mano, historia viva, por así decir. Asumido queda, señor; y un merecido aplauso también a esa mención sobre las tradiciones que, como se sabe, son señoritas de altura, criaturas celestiales, situadas por encima de la dignidad y la conciencia.Entretanto, y contagiado quizá por la sublime calidad del ambiente, el alcalde Eugenio Romero (PSOE) tampoco ha querido perder la oportunidad de sumarse a la cátedra: "No se maltrata al animal", dijo. No, apuesto unos sextercios a que no, amigo; en todo caso, se les acojona, pero en plan divertido, que no es lo mismo.

Seguro que el cerdito, en el fondo, agradece el juego y se siente emocionalmente muy ligado a sus perseguidores. Da chillidos, jadea, se desgañita, y de cuando en cuando hasta le falla el corazón, cierto; pero es de placer. Y que no se queje: los bípedos, según nos recuerda el propio Eugenio Romero, "se cansan antes que los cuadrúpedos". Bien pensado, señor alcalde; y bien señalado, que hay suelto por ahí mucho olvidadizo.

Alcaldes y casados. De los primeros ya sabíamos algo, pero no así de los otros.

Quién sabe: tal vez tengan razón los que afirman que el matrimonio, al igual que la política, también es capaz de menguar las mentes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_