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Tribuna
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La peste

Le Pen piensa asistir mañana a la ceremonia que, presidida por Juan Pablo II, conmemorará en Reims el l5º centenario de la conversión al cristianismo del rey franco Clodoveo. Poco le importa tener que hacerlo "como un fiel más" -ni el Vaticano, ni el Elíseo le han invitado a la tribuna oficial-, .como tampoco le afecta lo más mínimo el que, esta misma semana, un comité episcopal francés le haya consagrado una declaración titulada No a las palabras que matan. "Cuando un personaje público osa proclamar la desigualdad de las razas, existe un peligro para el conjunto de la sociedad", dicen los obispos.Desde el comienzo de su ascensión, en los años ochenta, el caudillo del Frente Nacional (FN) practica una calculada es trategia de la provocación. En 1987 declaró que las cámaras de exterminio nazis eran un "pequeño detalle" en la historia de la II Guerra Mundial; en 1989 acusó a "la internacional judía" del "espíritu antinacional" reinante en Francia; el pasado agosto franqueó un nuevo Rubicón y proclamó: "Creo en la desigualdad de las razas".

Con el apoyo de un 15% del electorado y con buena parte de la clase política francesa, de derechas o de izquierdas, acobardada ante la idea de desmentir abiertamente sus rebuznos sobre la inmigración, Le Pen se siente cada vez más seguro. El pasado sábado, en Marsella, encabezó una manifestación ultraderechista que protestaba por la muerte de Nicolas Bourgat un adolescente apuñalado por otro de nacionalidad francesa y padres marroquíes. "Los responsables de este crimen", dijo, "son los politicastros franceses, esos representantes de la izquierda cáviar y la derecha asalmonada que han llevado el país a la podedumbre y la decadencia". El día siguiente, las urnas le confirmaron la rentabilidad de su estrategia: el FN llegó en primera posición, con el 34,4% de los votos, en una elección cantonal celebrada en Tolón. ¿Hay que ilegalizar a un FN que ya no disimula su esencia racista? Tras darle vueltas a esa idea, la mayoría de los dirigentes franceses, con la excepción del socialista Henri Emmanuelli, han concluido con una negativa.. Es razonable: no se prohibe la peste, se la combate.

. Opuesto a cualquier restricción a las libertades de expresión, publicación y asociación, Thomas Jefferson decía: "El precio de la libertad es una eterna vigilancia". A la luz de esta sentencia del padre de la Declaración de Independencia norteamericana, adquiere toda su relevancia la reflexión que acaba de efectuar el ex ministro centrista Bernard Stasi. "Combatir el racismo" dice, "supone evitar toda declaración, todo comportamiento susceptibles de hacer creer que las razas son desiguales y que, por supuesto, nosotros pertenecemos a una raza superior. Al respecto, la lucha contra la inmigración clandestina es un terreno peligroso. Esgrimir como gloriosos partes de victoria el número de desdichados que devolvemos a su miseria; convertir a los inmigrantes, clandestinos o no, en los chivos expiatorios de nuestras dificultades, bajo el falaz pretexto de debilitar al FN al adoptar sus tesis y su vocabulario, significa suscitar reacciones racistas".

El pasado agosto, el Gobierno, de la derecha francesa expulsó a , palo limpio a los sans-papiers africanos que se habían refugiado en la iglesia de Saint-Bernard, y los facturó en un avión militar hacia el continente negro. Dos meses antes, el Gobierno de la derecha española apaleó, detuvo, drogó y embarcó con destino a un país africano que ni siquiera era el suyo a los ilegales africanos de Melilla. "Había un problema y se ha solucionado", dijo fríamente Aznar. Ni en Francia ni en España semejantes brutalidades provocaron una décima parte de la indignación popular que despierta la menor rebaja en la subvención de un medicamento. Atención: el racismo es un veneno dulce y mortal que se está infiltrando -se está dejando infiltrar- en las venas de nuestras sociedades. El 51% de los franceses, según un sondeo de Liberation, ya se declaran "próximos" a "determinadas ideas" del FN.

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