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El Papa intenta calmar a los franceses que temen el avance de la Iglesia al amparo de la derecha

La polémica desatada en tomo al XV centenario del bautismo de Clodoveo, que se celebrará el domingo en Reinis como si fuera un hito básico en el nacimiento de Francia, llevó a Juan Pablo II a tratar de despolitizar el tema. "He venido como peregrino, para encontrar a los católicos y rezar con ellos en lugares importantes de su historia religiosa", fue lo primero que dijo tras pisar por quinta vez suelo francés. Otras palabras del Papa buscaron tranquilizar a la izquierda, que recela del avance de la Iglesia en la era de la derecha.

Los cristianos "desean crear relaciones armoniosas y constructivas con todos sus hermanos que viven en el territorio nacional, cualesquiera que sean sus ideas", afirmó el Pontífice enfermo, al saludar a los franceses desde una sala de la prefectura de Tours. Habló luego de la celebración central de este viaje; se declaró "fefiz de que, sin confusión y en función de sus sensibilidades y de sus creencias, respetando las competencias y motivaciones particulares, Francia quiera hacer memoria de uno de los momentos señeros de sus orígenes". Y añadió que "será un honor para Francia superar las diferencias legítimas de opinión para recordar que el bautismo de Clodoveo es parte de los acontecimientos que la han modelado".Cualquier énfasis adicional en el tema hubiera resultado superfluo, porque Jacques Chirac se encargó de exaltar la catolicidad francesa con una intensidad digna del Papa. "Durante siglos, la Francia republicana y laica, la Francia de la Declaración de los Derechos del Hombre, respetuosa de las creencias y convicciones de todos, respetuosa de todos los cultos y su libre expresión ( ... ) permanece fiel a sus raíces. Muchos de sus hijos e hijas se reconocen hoy en el mensaje evangélico", dijo el presidente de la República.

Las estadísticas muestran, sin embargo, que sólo una décima parte de los franceses practican la religión y que un 34% de ellos ven con reservas a este Papa, juzgado mayoritariamente "conservador", según informaba ayer el diario Le Parisien. Además, un sondeo de Le Monde revela que la población se divide a partes iguales entre los que valoran mal y bien las celebraciones de Clodoveo, salvo un 20% que no se pronuncia.

El absentismo de los franceses en materia de religión parece plenamente confirmado por la modesta recepción que el Papa tuvo en Tours. Pocos miles de personas se pararon en el centro de la ciudad para verle pasar. Tampoco hubo las anunciadas manifestaciones de protesta, salvo la de los empleados de un banco con problemas que colocaron una pancarta en un balcón. Más que pasión polémica, la reacción ciudadana a la visita del Papa reflejaba una gran indiferencia.

Por el contrario, los periódicos están dedicando páginas y mucha tinta al tema. Le Monde y Libération han publicado suplementos especiales sobre el debate en torno a Clodoveo -personaje que los franceses conocen poco y mal, según las encuestas-, que también para las tertulias nocturnas de las televisiones es el tema de moda.

En el plano político, han hablado de Clodoveo el ex presidente Valéry Giscard d'Estaign, para acusar de intolerancia a la izquierda, y Jean-Marie Le Pen, que ha dicho que el domingo estará en Reims aunque no haya sido invitado. El arzobispo de París, cardenal JeanMarie Lustiger, de origen hebreo, ha reprochado a Le Pen sus proclamas racistas.

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Todo ello conforma el contexto de este viaje que el Papa querría que resultara apolítico, aunque no es fácil que lo consiga. Saint-Laurent-sur-Sèvres, donde el Papa se dirigió ayer a unos cientos de escolares trasladados desde otros pueblos, fue también en él siglo XVIII el centro de una rebelión católica y monárquica contra las autoridades revolucionarias y Juan Pablo II ha beatificado a más de 100 mártires de la Revolución Francesa.

Una visita marcada por un gran despliegue policial

Bastó un pequeño incidente ayer en las calles de Tours para revelar que muchos de los que esperaban en las aceras eran policías de paisano. Por la tarde, Saint-Laurent era una localidad blindada, aislada del entorno con cortes de carreteras, que complicaron todo el tráfico en la zona, y barreras que sólo se abrían para quien podía mostrar la contraseña. Ni siquiera los pocos habitantes del pueblo pudieron entrar a la basílica en la que se celebró el acto, sólo accesible a través de potentes detectores de metales.Las autoridades francesas parecen haberse tomado en serio las protestas expresadas en días anteriores por esta visita, ya que han dispuesto un aparato de seguridad que parece contemplar una verdadera amenaza. Un total de 385 policías de paisano, 6.200 gendarmes y más de 1.180 agentes de la seguridad civil trabajan en la visita.

Juan Pablo II se mostró tranquilo, bajó las escaleras del avión con firmeza, bromeó por la tarde sobre la persistente lluvia y no dio muestras de agotamiento como hace dos semanas en Hungría. Miró, sin embargo, frecuentemente hacia el suelo, como si alguna preocupación le absorbiera.

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