Musulman, nacionalista y respetado por Occidente
Á. S. C.El actual presidente bosnio de 71 años, abogado de formación y musulmán con vencido, llevó a su país a la independencia en 1992 y ha permanecido en Sarajevo a lo largo de los tres años, y medio. que duró, el despíadado asedio serbio de la capital, la mayor parte del tiempo viviendo en el búnker del banco central bosnio, en la céntrica calle Tito, y ejerciendo sus funcion es desde un edificio que ha sido blanco fecuente de los proyectiles de los sitiadores.
Como los demás líderes balcánicos y os otros dos ganadores de las elecciones, con los que compartirá la jefatura del Estado bosnio durante dos años, Izetbegovic es un nacionalista convencido. Pero, a diferencia del de Monicilo Krajisnik, el reresentante serbio en la presidencia colectiva, su nacionalismo no contempla el exterminio masivo como herramienta de trabajo. De Izetbegovic sus conocidos destacan su buena fe y una cierta ingenuidad política. Ha proclamado durante la guerra, y sigue haciéndolo, su compromiso con una Bosnia plural y multiétnica. Sus rivales políticos, sin embargo, consideran e ese objetivo está cada vez más lejos de las intenciones del partido que preside,Accion Democratica (SDA), una formación nacionalista musulmana que controla las riendas del poder y el dinero y cuya campaña electoral se ha basado en apelaciones y eslóganes exclusivistas. Para sus adversarios, el SDA, con una fuerte facción fundamentalista, persigue revivir en Bosnia un Estado de corte coránico. El pasado actvismo de Alia Izetbegovic, plasmado en una tesis sobre el Estado islámico, le valió una condena a 14 años de cárcel por los tribunales de Tito, de los que cumplió cinco.
Austero, sobrio, reservado y creyente a machamartillo, el dirigente bosnio, que gusta de la semiclandestinidad como modo de vida, acude regularmente los viernes a la mezquita más céntrica de de Sarajevo sin especiales medidas de seguridad. Casado dos veces, tiene un hijo, una hija y varios nietos.
Izetbegovic, cuyo crédito internacional está sin duda por encima del de sus rivales regionales Slobodan Milosevic, en Serbia,o Franjo Tudjman, en Croacia -con los que firmó en diciembre pasado la paz de París, que ponía fin a la guerra en Bosnia- tiene sin embargo la responsabilidad histórica de haber sido el primero en romper el consenso de las tres comunidades bosnias organizando un partido, el SDA, sobre un credo nacionalista.
En mayo de 1990, con el SDA, alentó un Estado democrático basado no en intereses políticos o económicos, sino en los de grupos nacionales. Serbios y croatas, éstos últimos teóricos aliados del dirigente musulmán, han hecho del supuesto fundamentalismo de Izetbegovic la principal arma propagandística en su contra. Para hacerle justicia, el reconocimiento por la Comunidad Europea de Eslovenia y Croacia, comienzos de 1992 y bajo el rodillo alemán, dejó a Bosnia a los pies de los caballos de las apetencias de sus dos potencias gionales vecinas, Serbia y Croacia.
Izetbegovic, todas cuyas opciones abocaban inevitablemente a la guerra, viajó infructuosamente a Bonn para tratar de convencer a Helmut Koffl y a su ministro Hans Dietrich Genscher de que dieran, marcha atrás. Entre formar parte de lo que quedaba de Yugoslavia bajo el cetro de Milosevic, lo que no habrían aceptado ni los musulmanes ni los croatas de Bosnia, o aceptar el reparto bosnio entre Serbia y Croacia, como pretendían Tudjnan y Milosevic, el dirigente bosnio eligió ser reconocido como Estado independiente. Tras organizar el referéndum de marzo de 1992, que llevó en protesta barricadas serbias a las calles de Sarajevo, la suerte estaba echada.
Alia Izetbegovic, al frente de una multitudinaria procesión civil, removió las barricadas y creyó que lo peor había pasado. Entonces, al filo del primer cañonazo, proclamó por radio: "¡Ciudadanos de Sarajevo, dormid tranquilos, que no habrá guerra!". Una frase por la que el dirigente bosnio, ha pasado al panteón de los ingenuos balcánicos. Ese mismo mes comenzaba el -conflicto más trágico de Europa en medio siglo, de cuyo rescoldo aún caliente emerge ahora como primer presidente de un renacido Estado teóricamente multiétnico en el que muy pocos creen.
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