El ultraderechista Le Pen utiliza un crimen para denunciar el "racismo antifrancés"
Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal. Jean Marie Le Pen, el malicioso y vociferante líder del ultraderechista Frente Nacional (FN) francés, sigue al pie de la letra la máxima. En el plazo de 10 días y en una conferencia de prensa, un debate televisivo-radiofónico y una entrevista a repetido una y otra vez: "Yo creo en la desigualdad entre las razas humanas". "Me limito a formular en voz alta lo que piensa todo el mundo", dice. "Durante los Juegos Olímpicos se hizo evidente una vez más que hay desigualdad entre la raza blanca y la raza negra. Decirlo es una obviedad". Le Pen ha reforzado sus argumentos racistas con motivo del asesinato en Marsella de un adolescente por otros dos de origen tunecino.La insistencia ha logrado al fin provocar varias respuestas, a cual menos oportuna. El ex primer secretario del partido socialista, Henri Emmanuelli, ha reclamado, lisa y llanamente, "la ilegalización del FN"; el presidente de SOS-Racismo se ha permitido asegurar que "Jean Marie Le Pen está escribiendo el primer volumen de su Mein kampf , y el ministro de Justicia, Jacques Toubon, ha pedido atención y prudencia" porque "hay que respetar las reglas constitucionales y legales". Toubon asegura que "el fiscal del Estado no tomará ninguna iniciativa infundada", aunque él no descarta recurrir al Parlamento para elaborar un proyecto que reprima mejor la expresión y propaganda del racismo". El líder parlamentario de los liberal-centristas de la Unión para la Democracia Francesa, Gilles de Robien, cree que "la verdadera solución contra la difusión del veneno racista es la afirmación sin falla de nuestras convicciones".
Atención a la semántica
El problema radica en que, al margen de cuestiones de oportunidad política -"la libertad de decir estupideces forma parte de las libertades básicas", defendía Libération en su editorial -, a ley francesa permite perseguir a quienes "instigan a la violencia, discriminación u odio racial". Le Pen es muy cuidadoso al respecto: nunca habla de "superioridad" racial, sino de "diferencia", de la misma manera que no "expulsaría" a los emigrantes, sino que los "devolvería a su patria". Además, busca ejemplos en los que los supuestos discriminados salgan vencedores, como es el caso de los atletas negros en Atlanta, en la línea del más rancio colonialismo paternalista.El sentido de la oportunidad y de la demagogia lleva a Le Pen a aprovechar todas las ocasiones para hacerse oír y explotar los miedos de una sociedad en crisis. El pasado lunes fue asesinado en Marsella, en la calle y sin motivo aparente, un muchacho de 14 años. Los testigos describieron a los autores del hecho como "dos jóvenes de tipo magrebí". A Le Pen le faltó tiempo para denunciar "un crimen racista antifrancés" y convocar, para mañana, una gran manifestación, réplica perfecta de las más habituales "contra el racismo del FN". Mientras, la policía ha detenido a los culpables, que son de origen tunecino y tienen 15 años. Quien dio las dos puñaladas mortales había dejado su casa hace un año y residía en viviendas abandonadas y dedicado a la pequeña delincuencia.
El padre de la víctima, el doctor Michel Bourgat, ha dado una lección a todos los políticos. "Lamento que el FN organice esta manifestación en Marsella el día del funeral. El origen de los criminales carece de importancia. Da igual que sean blancos o negros, magrebíes o nórdicos, rusos o franceses. Sólo son asesinos. Lo que debieran hacer los políticos es preguntarse qué clase de sociedad es ésa que genera monstruos como los que han matado a mi hijo. Hay que luchar para que los jóvenes dejen de vivir en condiciones intolerables, abandonados como fieras salvajes en barrios que son fábricas de asesinos".
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