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Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR
Tribuna
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Gijón es una sidrería y Casa Gerardo

Fue chigre hace 110 años y hoy es Casa Gerardo; el abanderado de la cuarta generación es Pedro Morán Quirós, el héroe que, en Prendes, a cinco minutos de Gijón, ha hecho historia del arte de pasmar les fabes, esto es, de cortar el hervor ni un segundo antes ni uno después para que la fabada asturiana, el plato emblemático de Asturias, siga, con todos los adelantos, siendo el espíritu de una tierra que ya se apropió de la sidra como cultura singular. Pedro Morán es internacional y sabio: y ofrece su pitu de caleya con foie y su pastel de tiñosu; pero España entera se ha sentado en su delicioso e histórico restaurante o desea viajar en tal dirección para saber de la salud gloriosa de la fabada asturiana de Morán Quirós, para vivir atentamente un festín adobado con pote asturiano en su versión fariñona y rematar con la crema de arroz con leche requemao y siempre servido con la clase del conocimiento, de punta a rabo, de lo que es una comida bien servida e ilustrada con vinos de toda España.Casa Gerardo es la capital asturiana de la gastronomía. Mas comer y beber en esta tierra gijonesa -que este fin de semana último sacó a su vecindad a la calle para dar cuenta justa de 180.000 culines de sidra para jalear el quinto festival de la sidra natural de la tierra- es el preámbulo y el epílogo y todo lo que media entre ambos. Gijón, en ocho años, su alcalde, Vicente Álvarez Areces, lo ha remodelado, engalanado, embellecido.

Hay que subir al cerro de Santa Catalina, desde donde el Cantábrico se aprecia como la orilla de todos los sueños y desde donde la bahía de San Lorenzo y el puerto deportivo son joyas que fueron casi desperdicios, y desde donde se aprecia la recuperación gijonesa en favor de los peatones que pasean y caminan: Gijón es capital de la Costa Verde, Gijón es una sidrería, Gijón son calles humanizadas por donde discurre la vida de una ciudad que sabe y gusta de un paseo, Gijón es una página histórica como la Casona de Jovellanos, que hoy es restaurante y hotel de fuste. Y para degustar más hay que acercarse a comer a Las Delicias o a El Puerto, que fue lonja y se ha reconvertido en comedor grande que limita por todos sus frentes y rincones y recovecos con el mar y la belleza.

No hace falta ni una dirección. Los casi 300.000 gijoneses saben y son amables para decir "por allí". Pasa otro tanto con las sidrerías incontables y más al alcance de todos los posibles del bolsillo, aunque en todo Gijón la botella de sidra se paga a 250 pesetas la unidad. Y para que los culetes se multipliquen como los peces y los panes, una sidrería de postín: La Zamorana. Otra más: Casa Justo. Y otra: El Cartero. Y a seguir culineando en Casa Rubiera y, sin falta, en la sidrería de Tino el Roxu, todo un personaje, escanciador de sidra con estilo y con resistencia para recalentar los cascos de quien lo pida. Pero nunca pasa nada: con sus cuatro o cinco grados, la sidra, bien espalmada (abierta), es medicina contra el colesterol, contra la diarrea, contra el mal aliento de la boca y, ¿quién no lo sabe?, es diurética... casi escandalosamente.

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