_
_
_
_
_

Chicago olvidará la protesta del 68 para consagrar a Clinton

Pequeños gestos de disidencia quedarán ahogados por la certeza demócrata de seguir en la Casa Blanca

Antonio Caño

Chicago, 1968. Todavía hoy se recuerda ese lugar y esa fecha como los de la última convención de un partido norteamericano realmente abierta al debate político y a la controversia. Miles de manifestantes en contra de la guerra de Vietnam se enfrentaron a la policía fuera y dentro del local en el que el Partido Demócrata celebraba su congreso y capturaron toda la atención del momento. No es ése el tipo de noticias que espera Bill Clinton cuando los demócratas vuelvan a reunirse a partir del lunes en Chicago en la convención que lo designará oficialmente candidato a la presidencia.Algunos pequeños gestos de disidencia están programados en la gran ciudad del Estado de Illinois por parte de sectores de izquierda que se quejan de la excesiva orientación derechista tomada por el presidente en los últimos meses. Pero el grueso del Partido Demócrata, desmoralizado y desorientado hace un año, está ahora oportunamente unido detrás de Clinton, su única garantía de victoria.

La campaña electoral en Estados Unidos ha creado un panorama paradójico: el Partido Republicano, el que más se ha renovado y el que más decisivamente ha influido en los acontecimientos desde que Clinton fue elegido en 1992, llega a la cita con las urnas dividido y con un candidato de escaso atractivo entre el electorado. Sin embargo, el Partido Demócrata, sumido en una larga crisis de identidad y marginado de las principales decisiones tomadas últimamente en Washington, aparece cohesionado y con un candidato que es maestro en la tarea de recolección de votos.

Ese logro es, en parte, obra de la habilidad de Clinton, y en parte la consecuencia de la falta de cálculo de los propios republicanos. Desde que éstos tomaron control del Congreso, en 1994, impulsaron un programa legislativo excesivamente ambicioso y extremista que regaló a los demócratas una imagen centrista y moderada.En cierta manera, el buen momento actual del Partido Demócrata -que espera también avances en las elecciones legislativas, que se celebran, junto a las presidenciales, el 5 de noviembre- es un espejismo. Clinton, con su ansia de triunfo, ha dado una falsa sensación de seguridad a sus compañeros. Y el Partido Republicano, con su radicalismo, les ha dado una razón para existir. Pero no se ha producido una renovación efectiva en su seno, ni de hombres ni de ideas.En palabras de Ted Mondale, senador estatal en Minnesota e hijo del ex vicepresidente Walter Mondale, "el partido está satisfecho porque corre con el caballo ganador, pero no existe una clara definición de qué son los demócratas ni la gente los considera relevantes".El principal beneficiado por esta situación es Bill Clinton. Su liderazgo en el partido se ha hecho incontestable. Todas las candidaturas alternativas con las que se especuló en el pasado -el congresista Richard Gephardt, el activista de los Jesse Jackson, algunos promocionaron incluso la del vicepresidente Al Gore- se desvanecieron antes de nacer, y Clinton afrontó la batalla de las elecciones primarias sin rivales internos y sin desgaste de energías ni de dinero.

En 1992, el presidente George Bush llegó a su convención herido por la lucha librada contra Pat Buchanan en los meses anteriores. No es éste el caso de Chicago, donde, si no ocurre una sorpresa mayúscula, la convención se limitará a un acto de coronación de Bill Clinton. Tan sencilla se presenta, que el presidente ni siquiera estará en Chicago hasta el momento de pronunciar su discurso final, el próximo jueves, sino que recorrerá en tren durante esos días varias ciudades de Virginia Occidental, Kentucky, Ohio y Michigan, buscando la atención periodística que no tendría en Chicago.Clínton no quiere que ocurra como en San Diego, donde varios periodistas dejaron prematuramente la convención republicana por falta de noticias. En San Diego existía, al menos, interés por conocer el eco en la convención de las posturas diferentes dentro del Partido Republicano sobre temas como el aborto, la inmigración y los programas sociales.En Chicago, sin embargo, el único asunto de potencial discrepancia es el de las ayudas estatales a los pobres, lo que en inglés se conoce como welfare. Bill Clinton firmó el jueves una ley sobre la reforma del welfare que tiene el sello del Partido Republicano y que ha provocado críticas de algunos sectores demócratas, que se quejan de que resulta excesivamente lesiva para los norteamericanos con menos recursos.

No será ése, sin embargo, el asunto que concentre el interés de esta convención. Milimétricamente planeada, como la de los republicanos en San Diego, para convertirla en un gran espectáculo publicitario, la convención de Chicago intentará atraer la atención del público con otros elementos. Entre ellos, el actor Christopher Reeve, el famoso Superman, que conduce una campaña en defensa de los minusválidos desde que él mismo quedó parapléjico como consecuencia de un accidente de caballo. Sarah Brady, la esposa del funcionario herido en la cabeza durante el atentado contra Ronald Reagan en 1980, hablará a favor del control de las armas de fuego. Hillary Clinton, siempre importante para conquistar el voto de las mujeres, tratará de contrarrestar los ataques contra ella en San Diego y de provocar comparaciones con Elizabeth Dole. Y, por supuesto, Bill Clinton, que marcará el tono de su campaña electoral en un discurso de clausura que irá fundamentalmente dirigido a ganar los votos de los independientes y los indecisos.

Una forma de conseguirlo es con promesas sobre impuestos. El presidente, que ha calificado de irresponsable la propuesta republicana de rebajar en un 15% las cargas fiscales, ofrecerá su propia visión del asunto, que consiste en descuentos para las clases medias y los pobres, y solamente para aquellos empresarios que contraten personas procedentes de los programas de welfare.La Casa Blanca pretende que la convención de Chicago, aparte de alguna retórica para satisfacción. de los militantes tradicionales, sea el reflejo de lo que se llaman los nuevos demócratas, un término del que se siente parte el propio Clinton y que define a la corriente centrista del partido.Esa filosofía está recogida en parte en la plataforma que tiene previsto aprobar esta convención. "Lo que el Partido Demócrata ofrece hoy", afirma el documento, "es el fin de la era del gran Estado, el rechazo al paternalismo para dejar que nuestros ciudadanos puedan valerse por sí mismos".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El Partido Demócrata ha sido siempre una amplia coalición de sectores (sindicalistas, negros, mujeres, clases medias) que equilibraban adecuadamente su influencia. Pero los viejos activistas de la época de Vietnam no parecen tener cabida ya en el partido de los nuevos demócratas. Algunas manifestaciones convocadas por grupos negros, de homosexuales o de derechos civiles han sido prohibidas por razones de seguridad o bien negociadas para dejarlas reducidas a una mínima expresión. Este año, por tanto, no se espera violencia en Chicago... ni se esperan noticias tampoco.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_