Cielo despejado
El periodo estival es bien recibido, entre otras razones, porque se descongestiona nuestra castigada ciudad haciendo la vida más confortable. Pero las leyes que rigen en la economía también dan al traste con lo que podría contribuir a nuestro desahogo, al menos en el transporte público.Renfe, por ejemplo, disminuye la frecuencia de los trenes de cercanías y recorta el número de sus vagones. En consecuencia, los ciudadanos tenemos que recortar también las horas de sueño y descanso, si no queremos llegar tarde al trabajo y, además, tenemos que seguir soportando la incomodidad de las aglomeraciones, renunciando incluso a la gratificante lectura durante el tiempo que se invierte en el transporte.
Al parecer, las empresas, los negocios y toda actividad económica requieren, además de un número creciente de clientes, usuarios y consumidores, una cada vez mayor concentración de los mismos. De esta forma, qué duda cabe de que aumentan también los beneficios, aunque disminuya la cantidad de los que se benefician.
No se puede negar que hoy contamos con una extensa red de transporte, de comunicaciones y potentes técnicas de producción con las que la humanidad puede seguir progresando, pero si abordamos decididamente y sin demora el objetivo de construir una sociedad más amable en la que puedan volver a verse los cielos soleados y despejados de la niebla de las multitudes.
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