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Tribuna:DIÁLOGOS INTRÉPIDOS
Tribuna
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Con 'Braveheart', en Cataluña

El nacionalismo burgués y mediterráneode Josep Duran i Lleida conversa con Xosé Manuel Beiras, el celta de izquierdas

Manuel Rivas

Hay una frase de Jordi Pujol. "Se nos dice que somos la locomotora, pero no se nos deja ser maquinistas".En mangas de camisa, Josep Duran i Lleida tiene el aspecto inequívoco de un eficiente maquinista político. Nacido en 1952, en Alcampell, en la franja aragonesa de habla catalana, es un hombre joven tan templado que bien parece el prototipo de lo que en Inglaterra llaman tory wet. Adelantemos que no le gustan, a él aplicados, ninguno de los dos términos. Ni el de conservador ("En 15 años de Gobierno autónomo hemos demostrado que somos progresistas") ni el de moderado ("Soy un nacionalista demócrata, pero no es exacta la definición de moderado"). Eso sí, el líder de Unió Democrática de Catalunya y vicepresidente de la Internacional de la Democracia Cristiana, en la que se codea con dirigentes europeos como Köhl, Martens o Lubbers, es un eslabón clave en el entendimiento entre los nacionalistas catalanes y el Partido Popular.

Si el poder en España tiende a un policentrismo, uno de los ejes estaría aquí, en este despacho barcelonés de fachada modernista, interior funcional y vibraciones hiperactivas. Da la impresión de que en algún lugar de este despacho Duran guarda instrumentos de navegación, un compás y una brújula, y también un moderno sismógrafo donde se registra el verdadero alcance de los temblores políticos. Su enérgica reacción ante las declaraciones de Vidal-Quadras quizá se deba en el fondo a lo que considera una grave infracción en la navegación política. La alteración de la siguiente regla de oro: "Si da el rojo con el rojo, y el verde con su igual, entonces nada se pierde, siga rumbo cada cual". Duran coge la bocina, mira hacia el comandante Aznar y pregunta en tono indignado: "Oiga, ¿qué clase de luz lleva V-Q? ¿Va de corsario o con su venia?"..

-La calle dice: "Los que mandan son los catalanes". Es una simplicidad, pero la situación actual podría resumirse en que gobierna Aznar con el permiso de ustedes. Y que si ustedes estornudan el Gobierno se acatarra. ¿Se sienten ya con el control de la locomotora?

-Digamos que tenemos alguna persona participando en el equipo de la locomotora, pero no en la condición de maquinista. No se niega como antes la participación del nacionalismo catalán en la gobernabilidad del Estado, y por tanto en la locomotora. Ha habido un cambio. Pero no nos engañemos. El cambio, hoy por hoy, es por necesidad. Quiero ser preciso. El momento es muy importante. Veremos si se consagra como una oportunidad histórica. Pero, ¡atención!, no estamos resolviendo la cuestión de fondo con un pacto de investidura.

¿Cuál es la cuestión de fondo?

-El reconocimiento del carácter plurinacional de España.

-Usted habla de que ha habido un cambio de sensibilidad en los sectores que antes se indignaban por su pacto de Estado con los socialistas. En alguna tertulia radiofónica se llegó a hablar de un boicoteo a productos catalanes y algún tertuliano, como el sociólogo Amando de Miguel, cuestionaba abiertamente la participación de los partidos nacionalistas en las elecciones generales. ¿Le ha sorprendido una mutación tan fulgurante? ¿Es una buena señal?

-Es buena y es mala. Sinceramente, no me ha sorprendido. Y eso que parecería bueno es lo negativo. Precisamente porque no me ha sorprendido, estoy afirmando que antes ya preveía que esto iba a suceder. Consideraba que se estaba sembrando una hipoteca profunda. ¡Sobre España, eh! No es el problema catalán, es el problema que tiene España. Esa clase de gente es la que niega el futuro, la que hipoteca el futuro. Lo preveía. Y lo advertí.

Hoy hay una columna de humo en el despacho de Duran i Lleida. Un hombre de pelo leonado, entre cano y rubio" la mirada azulada, fuma tabaco Dunhill. En el aspecto físico y en la gestualidad, Xosé Manuel Beiras es la antítesis del catalán. Nacido en 1936, hace 60 años, hay algo en él de sempiterno adolescente. Quizá es eso lo que le ha permitido salir adelante en condiciones hostiles, desde que fundó el Partido Socialista Galego (nunca integrado en el PSOE) allá por el 1963. Da la impresión de que es el músico pianista que hay en él, el universitario de La Sorbona en el París existencialista, el traductor de Jean Anouilh, el lector apasionado de Albert Camus, quien empuja, al otro Beiras, al catedrático de Estructura Económica y líder del hoy el emergente Bloque Nacionalista Galego. Éste es el hombre capaz de arrancar una ovación popular hablando de política a partir del Ulisses de James Joyce (25 de julio, en Santiago). Y es la fastidiosa horma, el Braveheart, que encontró Manuel Fraga en el antiguo reino de Galicia.

En el aeropuerto de Santiago, el guardia civil de servicio se cuadra y saluda. Beiras le da las gracias. El avión atraviesa en hora y media, de Oeste a Este, el ruedo ibérico, hasta aterrizar en Barcelona. Ese mapa de colores es también, históricamente, un rompecabezas.

En su libro Catalunya i l'Espanya plurinacional, Duran i Lleida reflexiona a partir de una célebre ocurrencia de Cánovas del Castillo. Se discutía el artículo 2 de la Constitución de 1876. A la lectura del enunciado "Serán españoles los que...", Cánovas apostilló en voz alta: "Los que no puedan ser otra cosa".

Estoy con dos nacionalistas, un catalán y un gallego, de los pies a la cabeza. Duran representa a un nacionalismo que gobierna su país, triunfante electoralmente, apoyado por su burguesía. Y Cataluña es un país industrializado y rico. Beiras encarna un nacionalismo con impronta de izquierdas, en un país "empobrecido, que no pobre" de la periferia atlántica. El BNG ha dado un espectacular salto electoral, a medida que soltaba amarras extremistas. Rompió con Herri Batasuna, "por evidentes razones éticas", y condenó los brotes violentos en Galicia. Algún chiflado pintó en los muros: "¡Beiras, traidor!".

Después de casi 20 años de democracia, algo insólito en la historia, de España; después de tanto tiempo discutiendo lo que somos o no somos, ¿comparten aquella percepción decadentista de ser españoles porque no queda más remedio o se ven las cosas de una forma nueva?

"Yo soy gallego de nación", dice Xosé Manuel Beiras. "¡Vamos a ver! Es hora de distinguir entre el ser de una nacionalidad y ser ciudadano de un Estado. ¡Son cosas distintas! No se puede confundir nacionalidad y Estado. Si no se aclara eso no hay posibilidad de resolver ni siquiera léxicamente el problema. Soy gallego de nación y no puedo ser otra cosa. Puedo ser perfectamente ciudadano de un Estado que se llame España y ciudadano de un superestado que se llame Europa, pero mi nación es Galicia. Eso ya lo entendían los ilustrados gallegos del siglo XVIII".

Y en un Estado de derecho que reconoce las autonomías, le pregunto: ¿no se siente ahora más cómodo como ciudadano español?

"Tal como está el Estado no me siento cómodo siendo ciudadano español. Evidentemente no me siento lacerado como m sentía hasta 1977. Porque ante no es que me sintiera incómodo es que me sentía negado y amordazado. Hoy no, está claro. Sinceramente, para que me sintiera cómodo, el Estado tendría que tener otra estructura que reconociera a las naciones, una fórmula de vertebración federal o confederal. Asumo el marco político de las autonomías, pero no soy autonomista. Soy nacionalista".

"Yo sólo puedo sentirme español", dice ahora Duran i Lleida, "a partir de mi condición de catalán, y de catalán nacionalista. No puedo aceptar este planteamiento maniqueo que se nos hace a los nacionalistas. 'Oiga, ¿usted es español o no es español?'. Ése no es el problema. Yo digo: '¿Usted me permite ser español a partir de mi condición nacional o quiere que sea español a costa de que niegue mi nacionalismo catalán?". Si se me acepta como soy vamos a entendernos sin problemas, podemos ir muy lejos todos juntos. Pero de la otra manera, si se me exige renunciar a lo que soy, no habrá manera de entenderse. A ver si somos capaces de que algún día no se pregunte eso y siempre en la misma dirección. ¿Por qué no se piensa que el peligro para la convivencia viene del más españolista de los españoles que es incapaz de asumir ese proyecto común?".

Se habla con frecuencia de la razón de Estado. Expongo los síntomas de lo que podríamos denominar angustia de Estado. La inquietud, el desasosiego que se produce en medios de opinión y círculos políticos cuando los nacionalistas acentúan su insatisfacción con el actual marco autonómico. La idea de federalismo asimétrico. Pujol, en Quebec: "Queremos ser más diferentes". La dinámica de lo que Miguel Ángel Aguilar llama "ducha escocesa". Se dice que los nacionalistas están continuamente remarcando su personalidad, su identidad, pero que no aportan fórmulas de integración de entendimiento. Tiran pero no aflojan. Bien. Veamos cómo se defienden.

"Plantear así las cosas es un perspectiva capciosa", dice Xosé Manuel Beiras. "Si yo estoy diciendo que soy nacionalista por que considero que mis derechos no están plasmados, que no lo puedo ejercer, ¿cómo se me puede exigir que esté dando por buena la situación actual? Esa angustia de Estado, esa ansiedad, no es más que el temor a lo diferente. Es una forma larvada de xenofobia. Y es el temor a que los demás ejerzan sus derechos, a que puedan querer ejercerlos, siempre, claro, por métodos éticos y políticos aceptables. Se olvida que durante la transición los nacionalistas hicieron muchas concesiones. Todos los partidos de oposición reconocían el derecho de autodeterminación. Las alternativas para solucionar la problemática de un Estado que es plurinacional vinieron siempre de catalanes, gallegos o vascos".

"Se dice en plan demagógico que lo único que queremos es romper el Estado, la segregación... ¡Es falso!", exclama Duran i Lleida. "También se dice: 'Que se vayan, les abrimos las puertas y que se vayan ya'. Eso es muy castizo, muy fácil, pero demuestra muy poca cultura democrática. Lo que es difícil, lo que es democrático, es promover un proyecto común. Al tiempo que defendemos nuestra identidad, nosotros hacemos propuestas paralelas para articular el Estado como un proyecto común".

Quizá el desasosiego, les digo, provenga de la indefinición del horizonte. ¿Existe un hasta dónde o no existe ese hasta dónde? ¿Existe un límite en las reivindicaciones nacionalistas? ¿Es posible el sosiego con la actual Constitución?

"He estado en muchas ciudades españolas", dice Duran i Lleida, "explicando lo mismo que digo en la plaza de Catalunya, de Barcelona. Somos muy claros. Lo que reivindico es que formulemos un Estado que tenga elementos confederales donde aquellos que tenemos lengua y cultura propia podamos ser soberanos. Sin ser Estado, tener esa condición de Estado. Por ejemplo, es vergonzoso que en la delegación española de la Unesco no haya ningún representante de la lengua y la cultura catalana. Ni en la Unión Europea. Defiendo, en cambio, un esquema federal en lo económico. Cuando intentamos mejorar el sistema de financiación no lo hacemos exclusivamente para Cataluña, sino para el conjunto de España. Creo que la generalización autonómica fue mal planteada, pero está ahí. La aceptamos. Lo que no tiene sentido es que se nos tache de insolidarios cuando proponemos la cesión de un porcentaje del IRPF. Tengo que recordar que el concierto económico vasco y navarro supone la gestión del 100% que tiene sus fundamentos en los derechos históricos y que no discutimos. En base a esos derechos tuvieron concierto económico antes de la guerra de 1936, pero incluso lo tuvieron Alava y Navarra con el régimen anterior por ser amigas de la sublevación franquista. Una diferenciación que nunca nadie, ni en democracia ni en dictadura, denunció como insolidaria. ¿Por qué se arma tal estruendo respecto a Cataluña? Para la demagogia se necesita un malo. La demagogia da más réditos electorales que una pedagogía de lo plurinacional. Pero tengo que recordar que la peseta no es un hecho diferencial catalán".

Duran i Lleida medita ahora la segunda parte de la pregunta. Se ve que el maquinista es un hombre prudente. No está jugando con un tren eléctrico. "Ese conjunto de soluciones, confederal en lo cultural y federal en lo económico, pueden configurarse, de forma pragmática, con la actual Constitución, sabiendo que hay aspectos que teóricamente lo dificultan. Hay una Constitución, un estatuto que nos sirve. Hoy por hoy, no hay por qué forzar otro horizonte. Nos dan pista y terreno suficiente para configurar un Estado diferente al actual. Ahora debo ser sincero. ¿Esa Constitución y ese estatuto son para siempre? Pues no. Ni para nosotros ni para el PP ni para cualquier fuerza política. Alemania tiene un texto fundamental del año 1945 y ahora se produjo un debate vivísimo sobre su reforma para el proceso de la Unión Europea. Los länder reclamaron su derecho a participar".

Hasta ahora, mientras se ha hablado de los derechos nacionales y de las deficiencias del marco político español, el celta de izquierdas y el mediterráneo burgués, las dos orillas, se han unido. Las primeras discrepancias se manifiestan cuando abordamos el proceso de Unión Europea.

"Siempre se habla que los nacionalismos ponen en peligro la Constitución", dice Xosé Manuel Beiras. "Lo que yo digo rotundamente es que la pone más en peligro la Comisión de Bruselas que nosotros. Las Cortes están siendo vaciadas de soberanía y en cambio parece que eso no preocupa a nadie en la cúpula del Estado. Y a mí me preocupa. Vean el porqué. El Estatuto de Autonomía de Galicia me dice que tengo competencias exclusivas en agricultura y ganadería. Yo presento un proyecto de ley para desarrollar esos sectores, va el Partido Popular y me dice: 'Ese proyecto de ley no lo podemos aprobar porque va contra la Directiva número 345 de la Comisión de Bruselas'. O sea, está por encima del Estatuto y de la Constitución. Eso no preocupa a nadie".

Tengo anotada una frase llamativa de Duran i Lleida: "Nos van a entender siempre mejor en Bruselas que en Madrid". ¿Cree, de verdad, que es así?

"Lo que quiero decir", sostiene Duran, "es que en las relaciones Cataluña-España hay un lastre cultural e histórico que no existe en el caso Cataluña-Bruselas. En ese sentido mantengo la frase. Pueden existir riesgos y un cierto déficit democrático, pero soy abiertamente europeísta y considero la construcción europea un gran paso adelante".

"Yo soy rotundamente crítico", afirma Beiras. "Lo soy más respecto al proyecto económico, pero también al político. Es un proceso de construcción de arriba abajo. Eso acabará por dar lugar a una situación de estancamiento o a una situación que yo, sarcástica y abusivamente, llamo el IV Reich, un eje París-Bonn. Soy europeo y europeísta, pero si Europa, en cuanto a proyecto económico, va a ser de las trasnacionales, y en lo político, la Europa de los Estados, ahí yo estoy excedente, críticamente posicionado y luchando por reconducir el proceso".

"La Unión Europea no conduce a un IV Reich, aunque se diga en sentido figurado", responde Duran i Lleida. "Precisamente la Unión es lo que limita una hegemonía alemana. Soy eurooptimista y no euroescéptico. Comparto con Beiras la idea de una Europa de los pueblos, pero eso no se puede alcanzar de la noche a la mañana ...".

Esa asociación chistográfica. Josep Duran reitera con ironía: "La peseta no es un hecho diferencial catalán". Tras el pacto de gobernación, Convergència i Unió parece haber orientado el rumbo en la política económica. Frente a la indecisión del Partido Popular, los nacionalistas catalanes aparecen más seguros en sus propuestas. Se les señala como el cerebro, la vanguardia teórica que va desbrozando el camino liberal.

"Hay grandes coincidencias, pero no somos la vanguardia intelectual del Gobierno Aznar", responde Duran i Lleida. "Lanzamos ideas, quizá con exceso, y somos conscientes de que eso puede conllevar una cierta impopularidad. Pero, ¡es que hay que hacer cosas! Callarse sería lo más cómodo, pero no se nos elige para no hacer nada. Nuestras propuestas no van orientadas a acabar con los derechos sociales, sino a garantizarlos en el futuro. No queremos un Estado mínimo, sino óptimo. Y no es óptimo que el Estado ejerza de empresario cuando no es necesario. Por eso apoyamos las privatizaciones. Las apoyamos antes, con el partido socialista, y las apoyamos ahora. No damos tumbos según como sople el viento. Tendrán un efecto positivo para el conjunto de España".

"En la temática económica, yo estoy al otro lado del Rubicón con respecto a CiU", dice con rotundidad Xosé Manuel Beiras. "Los principios de la actual política económica me parecen una falacia. Para empezar, discrepo de que en el momento actual en el planeta haya un neoliberalismo. Lo que hay es un puro y duro neomercantilismo. Otra cosa es asumir que la realidad no se cambia de un día para otro y que los ensayos de una sociedad distinta acabaron mal. Pero, con la mentalidad actual, al Gobierno sólo le falta convertirse en Consejo de Administración de España, Sociedad Anónima. ¿Hacia dónde vamos? ¿De nuevo, al Estado gendarme?".

"El papel del Estado no va a ser meramente estructural, pero sin duda va a cambiar mucho", sostiene Duran i Lleida. "Nuestras propuestas de política económica son producto de nuestra experiencia. Aquí ha habido una revolución industrial, un desarrollo fruto de la iniciativa. Por razones históricas, en cuanto cultura productiva, este país se asemeja más a Holanda que a lo que hay en gran parte de España. No es que seamos más o menos peseteros, mejores o peores que otros. Pero hay esa experiencia, esa especificidad. Cuando Fuentes Quintana define el modelo económico español como un modelo castizo que hay que reformar y apunta las recetas, está dando las recetas económicas que propone el nacionalismo catalán".

"Me gustaría hacer una reflexión", dice Beiras a todo esto. "Históricamente, en el Estado españo lse dio un pacto, un entendimiento, entre las burguesías catalana y vasca, la mesocracia castellana y los terratenientes andaluces, con un reparto recíproco de intereses. En Cataluña se dio un gran desarrollo industrial, con el territorio español como mercado interno. Eso genera una visión de la política económica que, vista desde Galicia, marginada económicamente, tratada como periferia, no nos sirve. Ése es el caso de la privatización de las empresas públicas. Por ejemplo, ENDESA, la gran central de energía, aportó como empresa pública enormes beneficios que no se reinvirtieron en Galicia. Ahora se privatiza, sin que tampoco podamos hacer nada. Ese programa económico es resultado de un pacto de la derecha con el Grupo Catalán. Y yo tengo que decirle a los catalanes que cuidado. ¡Lo que puede ser adecuado para Cataluña no lo es para otros!".

"¡No nos busques enfrentamientos en Galicia", dice Duran i Lleida. "El pueblo de Galicia vota mayoritariamente al Partido Popular y, consecuentemente, el pueblo de Galicia, como otros, es partícipe de esta política económica que nosotros defendemos".

¡Y así le va!", exclama Beiras.

"No nos engañemos. Nosotros no modificamos con nuestra política los sistemas de desigualdad que puedan existir", expone Duran i Lleida. "Pero la solidaridad también pasa por fomentar el esfuerzo y la cultura del trabajo. Éste es un país en el que el subsidio tiene una presencia excesiva. Y en eso tienen responsabilidad los dirigentes políticos de las comunidades autónomas. El subsidio permite una mayor cautividad política".

Beiras, irónico: "¡Pregúnteselo a Fraga!".

"Es que la obligación de los políticos es fomentar otra cultura", insiste el dirigente catalán. "Yo apelo a que la solidaridad no sea solamente para poner la mano y recibir, sino también para asumir políticas propias, riesgos, y para asumir la autonomía con las responsabilidades que eso implica".

"Lo que no puede ser", dice el gallego, "es que te liquiden la agricultura y la ganadería y luego te digan: 'Ahora, les subvencionarnos'. Si nos dejan producir leche sin tope significa muchísimo más que los millones de los fondos de compensación. Ésa es la trampa. ¡Los países no son pobres porque sí!".

El tiempo ha ido pasando, como enroscado en la espiral del humo que expira Braveheart Beiras. Hay un avión que tomar hacia el finisterre atlántico. El taxista, un emigrante gallego, dice que es tarde para pensar en volver a las tierras altas de Lugo. Sus hijos ya son del Barça. En el despacho del maquinista Duran i Lleida se enciende la luz. ¿No oyen la locomotora?

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