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Reportaje:

De la diana al cambio de tercio

Un día con la tercera generación de una familia de dulzaineros y sus discipulos en Buitagro

Despertar escuchando una ópera de Verdi no sólo es posible en Milán. También en Buitrago durante sus fiestas patronales. Eso sí, con aires castellanos. El coro de los esclavos de Nabuco es una de las piezas de las dianas de Los Talaos, un grupo de dulzaineros asiduos de este pueblo serrano y compuesto por tres hermanos sesentones y tres jóvenes discípulos. Los alumnos han aprendido los toques de fiesta en la escuela que los Sánchez mantienen en Madrid, donde recalaron tras una infancia entre tambores en Salamanca y una vida azarosa. Las ocho y media de la mañana les parece a las monjas del noviciado de María Inmaculada buen momento para obsequiar con unos finos a los músicos que tocan frente a su cancela. Las esposas y novias de Dios escuchan la adaptación de Nabuco para dulzaina, tamboril y bombo entre susurros y con los pies inmóviles. Pero el pasodoble es otra cosa. Bailan formando parejas entre ellas y hasta se marcan unos pasos con el edil de urbanismo. Los Talaos -el abuelo se llamaba Estanislao y sus paisanos le bautizaron El Talao- se atreven con todo. Han desterrado la idea de que sus pulmones sólo puedan extraer de la dulzaina jotas y pasacalles e incluyen en su repertorio desde un tango al hasta el Ave María de Schubert.Tras la diana, y puesto que ayer era sábado y no había misa, se impone un café y una partida de tute o üna siesta, en el caso de Abraham García, de 18 años, y Javier Merino, de 33. A mediodía, baile en la plaza del Ayuntamiento. Una estampa en sepia: Los Talaos, pantalón negro, camisa blanca y faja roja con flores bordadas, plantados frente a la fachada encalada del Consistorio. A sus pies la plaza, mitad sol, mitad sombra adornada con hileras de banderitas de plástico. No hay mucho público, apenas treinta paisanos, que permanecen sentados. El más entusiasta es José Vázquez, 85 veranos, que se proclama partidiario "de esta música que he mamado, con la que me he criado, y al son de la que bailé con las primeras chicas en los tiempos en los que andábamos varias horas para ir a las fiestas".

"Teníais que haber traído una animadora", les espeta un lugareño al entrar al mesón. Entre bocados, los Sánchez rememoran sus andanzas. Cuando con seis años tocaban el bombo mientras lo sujetaba un adulto. La primera dulzaina que regaló el padre a Félix: "30 duros le costó, en casa la tengo". La boda en que el organista se tomó muy a pecho ser sustituido por el grupo y luego fue el primero en aplaudir. O cómo sus discípulos, convertidos en hijos adoptivos, serán los que continuarán la tradición. Fernando Llorente, 32 años, suple la afición taurina con su dulzaina cuando toca en el coso. Félix sigue atentamente el festejo para marcar los cambios de tercio o animar al novillero con un pasodoble. Cuando arrastran al último cornúpeta, Los Talaos recogen sus bártulos y enfilan hacia casa.

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