El pasado que no pasa
En una escena de Una noche en la ópera, los hermanos Marx depositan sus posaderas en un banco del parque, pero es tan corto que al final Groucho acaba sentado en el suelo. Eleva su mirada hacia Chico y éste responde a la pregunta implícita: "Le cedería mi asiento, pero estoy sentado yo".La anécdota se ha repetido ahora cuando, tras la fallida reunión de Ajuria Enea, Ardanza ha reprochado a los dos grandes partidos españoles haber pensado y actuado guiados por principios que poco tienen que ver con la democracia. La ocasión no tiene maldita gracia, pero la réplica tiene su fundamento. A los nacionalistas vascos se les suele acusar por someter los derechos individuales a los colectivos, pero en materias como la lucha contra el terrorismo han mantenido una postura no sólo coherente, sino que parece plegarse mucho más a las exigencias del Estado de derecho que la de otros. No obstante, como casi siempre en esta cuestión, es dificil encontrar una actitud que no resulte susceptible de crítica. Ardanza no debiera haber atribuido a un mítico nacionalismo español la posición de PSOE y PP. Tal "españolismo, -es decir, el unitarismo a ultranza- apenas si existe y, de cualquier modo, nada tiene que ver con esas actitudes.
Con el asunto GAL viene a acontecer en España algo parecido a la perpetua contienda que en Alemania se mantiene respecto de la responsabilidad colectiva en los campos de concentración. Ese debate siempre sería agónico, pero lo resulta más todavía cuando en cada momento aparecen nuevas facetas o posturas que lo enzarzan de forma inevitable y parecen cerrar cualquier salida. De ahí la expresión "el pasado que no pasa" con que se ha solido designar toda la polémica. En España, en cierto modo, es peor porque lo que parece impedir el paso de la página es la permanente sensación de que aparece una y otra barrera por motivos oscuros. Cualquier lector del famoso artículo de Zola Yo acuso sabe que, en realidad, más que señalar con el dedo lo que hacía era preguntar. Y es ese género de actitud -la interrogativa- lo que no puede ser evitado.Eso es lo que piden aquéllos que, en nii opinión, merecen más respeto por su posición en tomo a los GAL: disidentes de la posición mayoritaria de su partido, como Odón Elorza, y los pacifistas. En todos los partidos políticos, en cambio, se aprecian incongruencias más o menos graves. Casi es mejor no hablar de las del PSOE. Si la más ciega irresponsabilidad parece haberle guiado en esta materia desde tiempo inmemorial, siempre encuentra una forma de agravarla (en este caso mediante la bronca final a Ardanza). Tampoco los partidos nacionalistas están exentos de culpa. El respeto al Estado de derecho hubiera obligado a reconocer que la excarcelación de Rodríguez Galindo no es cuestión que pueda resolverse en términos políticos, sino judiciales. En cuanto al PP, creo que le guía un sincero deseo de, como dice su líder, pasar la página dejando que los jueces resuelvan las cuestiones que les corresponden. Desconciertan, sin embargo, los medios empleados para lograrlo y no sólo por el contraste entre la actitud anterior y posterior a las elecciones. Abrir la cuestión de nuevo para cerrarla de forma inmediata con el mismo resultado que lo hizo el PSOE no consigue otra cosa que aumentar el tamaño del signo de interrogación. Sucede, además, que el ministro de Defensa ha ampliado el ámbito de perplejidad al indicar que algunos de los papeles requeridos son falsos, y no decir cuáles sino negarse a mostrar todos cuando ya se conoce su contenido y no parecen poner en peligro al Estado, sino a supuestos servidores del mismo. Siendo, en fin, la entrega de esa documentación una decisión política, se hubieran debido medir sus consecuencias inmediatas.
Eran previsibles las que acabamos de ver. Como en toda esta cuestión, el transcurso del tiempo no ha sido en vano y explica que los nacionalistas reclamen al PP lo que no pidieron al PSOE. Henos aquí de nuevo instalados en una maraña angustiosa de la que, una vez más, no se percibe cómo salir. Siendo mala la desunión de las fuerzas democráticas todavía es peor el previsible empeoramiento de la situación con el solo transcurso de los meses o alguna incidencia imprevisible.
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