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El bache económico de Francia y Alemania dificulta el inicio de la unión monetaria en 1999

La entrada en vigor de la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM), el 1 de enero de 1999, está siendo cada vez más cuestionada. Hace unos días, los mercados financieros se creyeron plenamente los rumores sobre un pacto secreto entre Francia y Alemania para retrasar el nacimiento del euro. Los rumores fueron inmediatamente desmentidos, pero la posibilidad de un retraobligado no es algo remoto: faltan 17 meses para que los miembros de la Unión Europea pasen el examen de Bruselas y ninguno de ellos cumple las cinco condiciones fijadas en el Tratado de Maastricht. Los analistas están especialmente precupados por el bache económico de Francia y Alemania, los dos países llamados a ser los pilares de la UEM.

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El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Klaus Kinkel, el gobernador del Bundesbank, Hans Tietmeyer, y el primer ministro francés, Alain Juppé, tuvieron que salir ante la opinión pública esta semana para desmentir un pacto secreto entre Francia y Alemania con vistas a retrasar la puesta en marcha de la UEM, fijada en el Tratado de Maastrich para el 1 de enero de 1999.Los rumores habían atacado al franco francés, ya debilitado por los pobres resultados obtenidos por la economía gala, con claros indicios de deflación (los precios parecen haber caído un 0,3% en julio) y a las dificultades presupuestarias: frente a un ahorro prometido de 35.000 millones de francos (8,3 billones de pesetas) para 1996, hasta junio sólo se había conseguido rebañar 1.500 millones (37.500 millones de pesetas).

La situación alemana, aun siendo mejor, no está despejada del todo. El Bundesbank considera que este año no se cumplirá el criterio del déficit público, que superará el objetivo gubernamental del 3,5%. El crecimiento económico, por su parte, podría situarse en el 0,75% al final de 1996, mientras que el paro empeora: 3,9 millones en julio, el 10,2% de la población activa.

Objetivo final

El Tratado de Maastricht, firmado en esa ciudad holandesa el 1 de noviembre de 1993, fija los cinco criterios básicos para poder acceder a la UEM: la inflación no puede ser superior en 1,5 puntos a la media de los tres mejores países, los tipos de interés oficiales a largo plazo no pueden ser superiores en dos puntos a esos tres mismos países, el déficit público no puede superar el 3% del producto interior bruto (PIB), la deuda pública no puede exceder del 60% del PIB y, finalmente, el tipo de cambio debe permanecer estable durante dos años. El objetivo final: una moneda única (el euro), un Banco Central Europeo y una sola política monetaria para la UE.Realmente el último requisito ha perdido protagonismo tras la tormenta monetaria de 1992-1993, en la que casi todas las monedas europeas sufrieron los ataques de la especulación mundial.

La primera posibilidad de formar la UEM se establecía para 1997, pero se requería que la mayoría de los Estados miembros cumpliesen los criterios, así que realmente la que cuenta es la segunda oportunidad, en 1999. Para esa vez no se fija el número mínimo de países que formen la UEM. Según el calendario, al terminar 1997 hay que cumplir las condiciones de entrada, ya que antes de julio de 1998 el Consejo Europeo deberá decidir qué países participarán en ese primer núcleo de la UEM.

¿Qué ocurrirá si Francia, o incluso Alemania, llegado ese momento, no cumplen los requisitos de Maastricht? Todos los analistas coinciden en afirmar que sin Francia y Alemania la UEM es imposible. Aunque Alemania remontara la crisis actual, que le impide cumplir los criterios de déficit y deuda (véase gráfico), y pudiera formar un primer núcleo, difícilmente Holanda, Dinamarca o Luxemburgo (el único país que cumple los cuatro criterios básicos, aunque no el del tipo de cambio) estarían muy dispuestos a juntarse ellos solos con el gigante alemán, en una especie de Anschluss económico.

Y el Tratado de Maastricht contempla la posibilidad de modificar la fecha del 1 de enero de 1999 para iniciar la tercera fase de la UEM mediante una votación por mayoría cualificada del Consejo Europeo. "El cumplimiento de los plazos y condiciones de la UEM es una prioridad absoluta para Alemania y para Europa", afirmaba tajantemente hace unos días Klaus Kinkel. "El euro tiene que llegar y lo hará con puntualidad". Tietmeyer, por su parte, decía que era inapropiado especular con un retraso en la UEM cuando Alemania y Francia "están haciendo esfuerzos muy serios para cumplir con todos los criterios a tiempo". Alain Juppé decía, por su parte, que "Francia seguirá velando por la estabilidad del franco".

Declaraciones contundentes que no consiguen convencer a todos: una encuesta realizada por el IFO, uno de los seis más prestigiosos institutos económicos de Alemania, muestra que el 70% de los empresarios germanos no cree que la UEM comience en la fecha prevista.

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