Devoción a raudales
Miles de personas participan en los actos en honor a la Virgen de la Paloma
"Soy nacida, bautizada y casada en la iglesia de la Paloma, y mi marido igual", sentencia María Teresa Pérez, y con eso deja zanjado el porqué de su devoción a la advocación madrileña. Fervor que la mantuvo de pie desde las ocho de la mañana a las cinco de la tarde de ayer deshojando flores en los sótanos del templo para lanzar los pétalos al paso de la Virgen durante la procesión.Varias docenas de manos más se afanaban en colocar cientos de gladiolos, nardos y claveles en los búcaros que adornarán el paso. "Todas las flores son rosas. Cada año la vestimos de un color", explica Bernabé Cadenas, de la congregación de Nuestra Señora de la Soledad, que agrupa a 1.200 fieles, todos nacidos, bautizados o casados allí. "Soy el decorador, porque al ser un cuadro en vez de una talla no podemos vestirla como en otras hermandades", matiza Cadenas.
Tradición y lleno
Cuenta la tradición, y así lo reflejan las tallas de la carroza donde se saca en procesión, que unos niños encontraron el lienzo de la Virgen de la Soledad entre unos leños, salvándolo del fuego. Una mujer del barrio, muy religiosa, Isabel Tintero, se hizo cargo del cuadro, en el que aparece una Virgen con hábitos mongiles y las manos entrelazadas, y le levantó un altar en el portal de su casa. Vivía en la calle de la Paloma, y los vecinos rebautizaron la imagen con este nombre.Las decoradoras tienen pronto compañía. A mediodía la iglesia está abarrotada. El alcalde, José María Álvarez del Manzano, ocupa un sitial junto al altar. Una decena de pequeños ventiladores colocados en las columnas intentan paliar el calor, casi tropical. La homilía se mezcla en las últimas filas con el ruido del batir frenético de los abanicos y la música en sordina del chiringuito de fritangas y bebidas instalado en la plaza de la Virgen de la Paloma, desde donde varias decenas de fieles siguen la misa gracias a los altavoces instalados en el atrio del templo.
"Será porque la salvaron del fuego que es nuestra patrona", dice Martín, 42 años, uno de los 25 bomberos madrileños que ayer bajaron el cuadro del altar, tras el "podéis ir en paz" del párroco. "Pesa entre 80 y 100 kilos. Hay que entrar la escalera entre la gente, pasar una cuerda por la polea que está sobre el altar y el mosquete de detrás del cuadro, y bajarlo despacio. Es una labor de equipo", precisa Antonio Martínez, 14 de sus 37 años asistiendo al acto. Sus dos hijas, la pequeña se llama Paloma, le observan desde los bancos vestidas de chulapas. Martín también es un mirón, su padre es bombero y de pequeño venía con él a ver bajar el cuadro. Ayer era el del vídeo. Una cinta a la que piensa poner de banda sonora alguna canción de Pavarotti y de la que hará después medio centenar de copias "de uso interno".
Emilia Acereda, una abuela coqueta de 69 años, tocada con peineta y mantilla blanca, y "presidenta de la congregación, porque mi marido es el presidente cuenta a quien quiera oírla la novedad de este 15 de agosto: Tintero está enterrada bajo el altar, como dejó pedido por escrito antes de fallecer, en 1813. "Que mi pobre cuerpo cadáver no se separe de sus sagrados pies", solicitó la mujer que promovió la devoción a la Paloma y que hasta esta primavera descansaba en el cementerio de San Isidro. "Fue difícil, muchos papeles. Yo asistí, la sacamos del nicho, abrimos el ataúd, y debajo de una espesa tela estaba ella, incorrupta", relata Emilia mientras despacha estampas a los cientos de personas que hacen cola para entrar en la iglesia.
Los creyentes, sudando a chorros casi todos y muchos de ellos nerviosos por el calor y la espera, desfilaron durante horas frente al cuadro repitiendo una y otra vez los mismos gestos. Con los ojos fijos en la imagen y la emoción reflejada en sus ojos, acercan los labios al cristal que protege el lienzo y susurran algo. Algunos se santiguan, la mayoría pasa por el cuadro estampas, medallas o rosarios, para que se los bendiga la patrona, y otros llevan a sus hijos para presentarles a su patrona y perpetuar la devoción.
Tras la larga sobremesa, de bar en bar -hasta en un restaurante árabe se sirve limonada procedente de un gran barreño-, los bomberos se preparan de nuevo para sacar el cuadro a hombros y subirlo a la carroza, construida por suscripción popular. Antaño, la imagen, que también es patrona de los toreros y del Real Madrid y tiene capilla en Las Ventas y el Bernabéu, salía a pasear en un camión de bomberos con campana, hoy en un museo. Los camiones que ayer tarde utilizaron los bomberos para mostrar sus habilidades en la Puerta de Toledo frente a miles de personas son mucho más modernos. Y la devoción sigue.
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