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El gueto de Méndez Álvaro levanta sus tiendas y 'okupa' una nave de Villaverde

Jan Martínez Ahrens

, Los habitantes del gueto de Méndez Alvaro, el, más sórdido de la capital, estan de mudanza. Al menos 36 moradores -la mayoría del asentamiento- han desmontado sus tiendas de campaña bajo el puente de Pedro Bosch (Retiro) y las han levantado en el interior de la fábrica abandonada de Boetticher y Navarro, situada en Villaverde Bajo, un distrito obrero que en otoño de 1991, ante la inminente creación de un gueto gitano en la zona, registró un virulento estallido vecinal. Los nuevos pobladores, en su mayoría toxicómanos o inmigrantes africanos, afirman que han okupado la nave -anexa a otra en la que viven punkis y heavies- siguiendo el consejo del Ayuntamiento de Madrid, concretamente de un sargento de la Policía Municipal y de la Concejalía de Arganzuela, a los que dan las gracias. De hecho, sobre su anterior asentamiento, donde no ha quedado más que una decena de personas, pesaba una orden de desalojo municipal, cuyo cumplimiento sólo requería el visto bueno judicial.

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El Ayuntamiento, sin embargo, negó ayer que detrás de la mudanza hubiese orden o consejo municipal alguno. "Es verdad que han dejado Méndez Álvaro casi vacío, con unas pocas tiendas, pero se han marchado subrepticiamente, sin tan siquiera avisar a las prostitutas y, obviamente, sin que el Ayuntamiento lo supiese, prueba de ello es que su nuevo emplazamiento es ilegal", afirmó una responsable de los servicios sociales municipales.

La migración se inició hace apenas una semana. "El sargento de la Policía Municipal nos dijo que era mejor que viniésemos aquí [a la fábrica] porque de allí [Méndez Alvaro] nos iban a echar, y, claro, cogimos las tiendas y vinimos, porque en este sitio por lo menos tenemos un techo y un suelo", comentaba a mediodía de ayer Peter Zesague, nigeriano de 36 años, quien, erigido en portavoz, sostenía en la mano una hoja pautada con los nombres de sus 35 compañero de éxodo.

El hombre, en calcetines y con vaqueros, acababa de salir de su tienda de campana, roja y azul, levantada en un pequeño claro de la primera planta de la semiderruida fábrica. Por las lucernas de la nave, la luz se derramaba en el interior y destapaba un nido de inmundicia, cascotes y jeringuillas.

"Claro, aquí hay muchas ratas, algunas hasta se te ponen de pie, muy chulas. Nosotros lo vamos limpiando poco a poco", apuntaba Thomas, otro inmigrante africano. El nuevo hogar de los emigrantes carece de agua corriente, luz eléctrica o servicios higiénicos. "Algunos dormimos sobre el suelo, porque no tenemos dinero para tiendas", señaló otro okupa africano, recién levantado.

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Ahora, un mes después del incendio, se ha registrado un nuevo giro que les ha llevado muy lejos de Méndez Álvaro. El nuevo emplazamiento está ubicado en un recóndito lugar de Villaverde, a unos cien metros del kilómetro 9 de la carretera de Andalucía. La fábrica, abandonada hace más de cinco años, tiene dos plantas. En la primera sólo hay dos tiendas de campaña.En la segunda, la cifra aumenta hasta la decena. Junto a esta nave se alza un edificio abandonado del Ministerio de Educación que se ha convertido en morada de punkis y heavies. Alrededor de la fábrica, entre matorrales y aliagas, se alzan varias casetas de ladrillo, habitadas por familias que viven en la más extrema penuria.

"Huy, esto es peligrosísimo. Hay mucha degradación, y yo no me metería allí dentro por nada del mundo", comentaba una vecina de Villaverde. Otros habitantes de los alrededores, especialmente aquellos que ocupan las casetas de ladrillo, se mostraban más tranquilos. "Yo tengo mi casa limpia, y no me importa lo que hagan otros mientras no me molesten", decía una madre con siete hijos. Otro inquilino de las casetas, Juan Francisco Bravo Pérez, de 34 años y con múltiples tatuajes, ofrecía una opinión más tajante: "Vivimos malamente. No tenemos más que inmundicia alrededor, nadie se acuerda de nosotros". Bravo Pérez decía esto en el interior de la fábrica, junto a dos inmigrantes que le secundaban: "Queremos una vivienda como la que les van a dar a los de Los Focos".

El Ayuntamiento de Madrid ha reiterado que los inmigrantes pueden acudir a albergues municipales y acogerse a programas de inserción y desintoxicación, algo a lo que los aludidos se niegan. Tanto en Méndez Álvaro como en la fábrica, la vida, especialmente para los toxicómanos, empieza de noche, a unas horas en las que en ningún albergue se puede salir.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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