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Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
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El alma se serena

Fiesta poética, caída libre de estrellas y Concha Velasco, en su jardín secreto

Una voz meliflua, que desgranaba banalidades en tono solemne, me sacó del sueño metiéndome en un terreno familiar, a la par que espeluznante. Por un momento, creí que todavía me hallaba en el recital de poesía al que había asistido la tarde anterior; pero, no. No: las palabras, ahora, no discurrían como peces sonoros, con esa contundencia y sensualidad del mallorquín, que el catalán barcelonés ha ido perdiendo, enredado en simplicidades urbanas. Las palabras no me daban el placer de las uves estallando contra los dientes como pequeñas olas, ni calzaban el jo en medio de una oración, sustituyendo el neutro mi, haciendo del pronombre un sujeto; ni desenterraban verbos sedosos, imágenes violentamente enredadas con el paisaje. Por decirlo brevemente: las palabras que me estaban despertando pertenecían a un castellano vacuo y eran una necedad. Entonces caí: es Ciprià Ciscar, el rapsopajita, me dije.Lo era, y la inminencia de septiembre se me vino encima sin compasión. Otra vez los políticos, sentados muy formalitos en su clase, en el pupitre; otra vez el tedio de la inutilidad. Ciprià Ciscar, entre tanto, recitaba que si los socialistas hubieran sido elegidos, en estos 100 días en que Aznar ha deshecho lo que ha deshecho, ellos hubieran deshecho exactamente lo contrario. Obviando que, durante los 13 años anteriores, deshicieron lo que les vino en gana. En fin. La tarde antes, me había dado el lujo de ir a Alaró, un pueblo precioso cuyo Ayuntamiento ha tenido el tino de incluir, en el programa de la fiesta mayor, un recital de poesía, una fiesta verbal a cargo de Biel Mesquida, Jaume Company y Carme Bennàssar.En una posesión -nada que ver con el exorcismo: es así como llaman aquí a sus centenarias mansiones- llamada Son Fortesa, que perteneció al escritor Joan Rosselló y fue, en su época, escenario de acontecimientos culturales que tuvieron como protagonistas a los integrantes dé la Escola Mallorquina y de la Reinaxença del Principat, escuchamos los versos leídos por los propios autores, en un claustro mimado por cipreses, limoneros y matas de jazmín, bajo un almez tan antiguo como la casa, que hoy, por cierto, pertenece a Llorenç Fluxá, propietario, entre otras bagatelas, de calzados Camper (aquí, en Mallorca, pronúnciese Campé).

Con el alma inflamada de poesía nos fuimos, al acabar, un montón de gente a casa de una amiga, en pleno campo, y allí trinqué una manta y fui a tenderme en un prado, a ver caer las estrellas. Mejor que un rey me sentí, mejor incluso que un rey náutico, viéndolas precipitarse hacia la nada, como luces suicidas.

Y esta mañana, tras el brutal despertar de Caperucita contándome el cuento de que el lobo sólo son los otros, he sentido la necesidad de prolongar mi estado de beatitud de anoche citándome con un ser básicamente hermoso: he, ido a ver a Concha Velasco, que desde hace 14 años descansa cada verano en Formentor. Aún hace más tiempo que la conozco, y siempre me ha sorprendido su resístencia nada correosa, su vivacidad. No sólo es guapa y está estupenda, sino que a una le parece que no podría ser de otra manera, dada la energía de que se nutre. Acaba de rodar Más allá del jardín, con Pedro Olea, el director que le ha dado sus mejores papeles en el cine, en Pim, pam, pum y Tormento -el otro, buenísimo, es de televisión, Teresa de Jesús, y se lo debe a Josefina Molina-, y de quien habla merecidas maravillas, porque "es de los que trabajan nariz con nariz con el actor", dice. Está de excelente buen humor, Concha, que prepara una serie en clave de comedia para Antena 3 y merecería encontrar un guionista a lo Murphy Brown, que estuviera a la altura de su flexibilidad. Lo mejor de Velasco, en estos días: su sentido del humor, su carencia de ñoñería, su carnalidad, sus años vividos, su cara pecosa y sin maquillaje bajo la dura luminosidad de agosto.

Pero el rapsoda que no cesa, y todos los singing tomorrows en barbecho estival, amenazan con volver para lo que no será una fiesta -verbal, sino un memorable cognazo. Me temo.

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