Los gánsteres se manifiestan con sus armas en Ciudad del Cabo
Cientos de gánsteres surafricanos se manifestaron ayer en las calles de los suburbios de Ciudad del Cabo, enarbolando públicamente sus armas automáticas, y dirigidos por el presunto capo del narcotráfico Rashied Staggied, cuyo hermano gemelo murió hace una semana, rociado de gasolina, a manos de los vigilantes musulmanes que actúan contra los narcotraficantes en esa ciudad. Staggied marchó al frente de sus seguidores dentro de un lujoso automóvil con los cristales ahumados, que impedían verle, y rodeado por una nube de guardaespaldas que hacían ostentación de su armamento. Detrás, unos 1.000 hombres marcharon a pie o subidos en camionetas mientras entonaban canciones.El desfile de los narcotraficantes es una demostración de fuerza y un desafío claro a los vigilantes musulmanes del grupo PAGAD (siglas inglesas del Pueblo contra el Gansterismo y las Drogas), quienes habían dado un ultimátum para que los narcos abandonasen sus negocios. El plazo expiró ayer, domingo.
El portavoz de los narcos, Ivan Waldek, había solicitado antes de la marcha la intervención del presidente de Suráfrica, Nelson Mandela, con quien desea reunirse. "Le hemos elegido y queremos que hable con el pueblo", dijo.
Reunión de los 'vigilantes'
La policía y el Ejército surafricanos tomaron posiciones en áreas de la ciudad para evitar incidentes entre las bandas y el PAGAD, miles de cuyos hombres comenzaron a llegar anoche a un estadio situado a tan sólo dos kilómetros del desfile de los narcos. "La democracia no es un valor en el corazón de la gente que consume drogas", aseguró Mohamed Nazeem, un líder religioso, a las miles de personas concentradas. en el estadio.Los dirigentes del PAGAD acordaron en una reunión con el jefe de policía George Fivaz que en su reunión no habría armas. El PAGAD dice que su reunión, en la que se congregaron unas 10.000 personas, fue la mayor de la historia contra las bandas de delincuentes que devastan la ciudad. Fivaz prometió a los vigilantes que la policía extremaría a partir de ahora su lucha contra el crimen.
Pese a las buena palabras, la reunión de los vigilantes degeneró en enfrentamientos con la policía y el Ejército. Las fuerzas de seguridad dispararon contra ellos pelotas de goma y botes de humo, con el fin de disolverlos. Unos 5.000 jóvenes enmascarados se enfrentaron a pedradas con ellos al grito de "¡Alá es Grande!". La policía envió a la zona 15 vehículos blindados. Los jóvenes musulmanes se replegaron a una mezquita próxima, después de que nueve de ellos resultaran heridos y fueran evacuados en ambulancias. En sus pancartas se podía leer: "Muerte a los narcotraficantes". Algunos de los vigilantes dijeron que habían salido a la calle a cazar nuevos capos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.