El juez Moreiras procesa a cuatro 'grapos' por el secuestro de Cordón
El juez de la Audiencia Nacional Miguel Moreiras decretó ayer el procesamiento de los miembros de los GRAPO Enrique Cuadra Echeandía, José Ortín Martínez, Concepción González Rodríguez y Fernando Silva Sande, este último en paradero desconocido, por el secuestro del empresario Publio Cordón, que sigue sin ser encontrado desde el 27 de junio de 1995. Los citados grapos dijeron a Moreiras que le pusieron en libertad el 17 de agosto de ese mismo año, tras recibir en París los 400 millones de pesetas del rescate, y que desde entonces hasta hoy no saben "dónde podría tener la cabeza ese hombre".
El juez Miguel Moreiras ha apreciado en su resolución los delitos de secuestro cometido por organización terrorista, tenencia y depósito de armas y uso de documentación falsa. Su auto recoge las declaraciones del grapo Enrique Cuadra Echeandía, máximo responsable de la operación, quien asumió haber participado en ella "directa y personalmente". En concreto, intervino en la fase de "informacion previa, abordaje del señor Cordón, negociación con la familia y en la recuperación del dinero (sic)".Cuadra precisó, sin embargo, que fue su compañero Fernando Silva Sande el responsable de la custodia y vigilancia del secuestrado. Añadió que no sabía "si Publio Cordón estaba vivo", ya que no le había visto desde el día de su captura.
El procesado no quiso contestar a una pregunta del fiscal referente a si Silva le había dicho que Cordón estuviera muerto y dijo desconocer si José Ramón Tejeiro y Victoria Gómez Méndez fueron los que ayudaron al propio Silva en la vigilancia del empresario. También admitió haber entregado a Concepción González un sobre para que lo llevase a la clínica Quirón, de Barcelona, y que iba dirigido a la familia de Cordón.
José Ortín Martínez confesó que participó en la acción comprando la furgoneta Seat en la que fue introducido inmediatamente después de ser abordado. Ortín y Concepción González alquilaron un piso en la calle Delicias, de Zaragoza, y sometieron a Cordón a la vigilancia necesaria para poder secuestrarlo.
En septiembre de 1995, Ortín y Concepción González volvieron a París, donde Cuadra les dijo que ya habían cobrado el rescate y que Cordón había sido puesto en libertad el 17 de agosto. También les indicó, según Ortín, que no sabía "dónde podría tener la cabeza ese hombre, que él sabría dónde estaba y que había pedido un carné de identidad falso porque quería estar un tiempo en la clandestinidad o, mejor dicho, fuera del contacto público con la gente". Según Ortín, los grapos no accedieron a darle tal documento.
Ortín facilitó igualmente otros datos sobre cómo se produjo el secuestro cuando Cordón hacía footing acompañado de sus tres perros. Silva llevaba un pistola y Ortín un palo para ahuyentar a los animales. Cuadra permaneció al volante de la furgoneta y, una vez en su poder el empresario, se dirigieron en ella a un polígono industrial en el que habían dejado aparcado un coche Renault 18. Silva y Cordón se instalaron en la parte trasera y Ortín condujo el automóvil, por Huesca, hasta Francia, donde llegaron a las inmediaciones de Toulouse.
Según este procesado, "Cordón, al principio, estaba muy nervioso porque creía que su secuestro era obra de la competencia de sus negocios empresariales, pero, cuando comprendió que no era así, se tranquilizó y no dio ningún problema. De hecho, paramos en gasolineras y no hizo ningún movimiento extraño". Tras dejar en Toulouse a Silva y Cordón, Ortín regresó a España.
Pilar Muro Navarro, la mujer de Cordón, declaró ante Moreiras que la primera reivindicación del secuestro la recibió a las cuatro y media de la tarde del 29 de junio, en su domicilio de Zaragoza, mediante una llamada telefónica. El 7 de julio siguiente llegó una carta a la clínica Quirón, de Barcelona, que entregaron unos mensajeros y en la que se fijaba el rescate en 500 millones de pesetas. El 9 de agosto, su yerno, Ignacio Jiménez Artacho, y su hija, Carmen Cordón Muro, entregaron en París 400 millones de pesetas en efectivo a Cuadra y Silva. El 17 de ese mismo mes, a las 9.30 de la mañana, Pilar Muro recibió una nueva llamada en la que le dijeron que su marido había sido liberado. Preguntó dónde estaba y, sin responderle, colgaron el teléfono.
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