Una pantalla en el cielo
Los cines de verano aprovechan parques, plazas de toros o campos de fútbol para proyectar filmes de estreno
Migue y sus amigos (ocho y nueve años) abren mucho los ojos cuando la pobre de Gready se debate en las oscuras aguas que rodean la isla de Amity. Parece suspendida en el cielo, del mismo color que el inquietante mar de la pantalla. Finalmente, la chica desaparece. Los niños pegan al unísono un mordisco de los respectivos bocatas que les han preparado en casa. En otra mesa, un espectador nervioso enciende un cigarro. Su hijo sólo hace ruido al cascar las pipas. Un rico olor a panceta a la brasa llena la plaza de toros. Poco después, uno de los amigos de Migue exclama: ¡Se ha comido al perro!".Todos contemplan sobrecogidos Tiburón, de Steven Spielbreg. Tanto en la pantalla como fuera de ella ha llegado el estío. Dentro, las playas se llenan porque se acerca el 4 de julio, fiesta nacional de Estados Unidos. En la realidad, la plaza de toros de Valdemoro (21.023 habitantes), convertida en cine de verano, recoge sobre su albero 475 sillas verdes, 15 mesas azules con cuatro sillas del mismo color rodeando cada una de. ellas y un quiosco que ofrece bocadillos y pinchos de lomo, chorizo, bacon y panceta, refrescos y latas de cerveza. Arriba, las estrellas intentan ganar la batalla al brillo de la pantalla. En el descanso, uno de sus amigos le dice a Migue, que no puede disimular su cara de sueño: "¿A que mola? Y tú que no querías venir". Poco después, toda la pandilla se anima y juegan a perseguirse corriendo por el albero hasta que de nuevo llega la noche y refulge la pantalla. Más allá, los campos de cereales se extienden hacia el horizonte.
Ciudad Lineal
Como éste, otros cines abren sus pantallas a la noche y aprovechan los más variados recintos al aire libre para proyectar tanto películas de estreno como filmes ya clásicos. En el distrito madrileño de Ciudad Lineal, el lugar elegido es el auditorio del parque Calero, construido respetando todos y cada uno de los árboles que habían crecido en aquel terreno. Un sábado de finales de julio, los árboles marcaban precisamente los únicos huecos que quedaban en los asientos, según su tronco dejase o no divisar la pantalla. Se vendieron 600 localidades para ver Sentido y sensibilidad, protagonizada por Hugh Grant y Emina Thompson. Lleno total.La tórrida calima teñía de un sucio naranja el cielo. Abajo, los abanicos se agitaban levemente entre el público, atento desde sus butacas, mientras el viento dé las pasiones arrastraba a los protagonistas en la pantalla. Al cabo de media hora de proyección, tres bebés se habían dormido en sus cochecitos y varios niños un poco mayores estaban muy formales sentados junto a sus padres. Las edades del público iban así desde los más recientemente llegados hasta varios abuelos animosos que decidieron no quedarse esa noche en casa. "Ya te dije que en este cine se estaba muy a gustito", insistió una vecina a su marido, ambos octogenarios.
En el cuarto de hora de descanso, comentarios y apretujones junto al quiosco de bebidas. "Pues sí que está bien esto del cine al aire libre", dijo un hombre de mediana edad a la mujer que le acompañaba: "No sólo se puede fumar, sino que además te tomas una copa". De vez en cuando, una moto furiosa pasaba por alguna calle cercana, y se perdían algunas palabras de los murmullos de los protagonistas.
En ambos casos, la cabina del proyector se ha llevado con una grúa y se ha montado en un día, según informa Miguel Ángel Rodríguez, encargado de la empresa Sax, que organiza las proyecciones en ambos cines de verano. "En el caso de la plaza de toros de Valdemoro, tuvimos que esperar, el viernes 12 de julio, a que terminase una corrida nocturna", describe Rodríguez. "Lo montamos todo entre la una y las cinco de la madrugada, porque a partir de esa hora comienza a clarear y había que dejar hecha la prueba de foco".
En Móstoles (199.400 habitantes) los cinéfilos se animan .cada fin de semana a visitar también la plaza de toros de la localidad empujados por el ciclo veraniego Cine bajo las estrellas, más que por su afición taurina, informa, . Todos los viernes, sábados y domingos (y algunos miércoles y jueves), hasta el 31 de agosto, un técnico municipal de luz y sonido ocupa la presidencia del coso para supervisar el proyector. Frente a él, una gran pantalla de 12 por 8 metros proyecta las películas, por lo general, para todos los públicos.
Sin embargo, la media de edad de los asistentes es de 25 a 40 años. "Este público asiste a la plaza de toros en busca de un ambiente, aunque la calidad de la película también influye", explica uno de los responsables del ciclo. Y es que las 150 mesas que se reparten por el ruedo y las tres barras -a las que no hay por qué acercarse porque varios camareros atienden a los asistentes con diligencia- convierten la velada en algo más que un rato de cine.
En cambio, en Coslada (85.000 habitantes), el local habilitado es un campo de fútbol. Allí se puede ver la película tomando un refresco, una copa o un perrito caliente, aunque, además de las 600 sillas del cine, no hay mesas donde apoyar las viandas. "La gente no sólo va a ver la película, sino a pasar la noche; es un acto social", explica un responsable.
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