Soluciones imaginativas
Hubo un tiempo en que el propósito mantenido por el Gobierno del PSOE de que España se incorporara con el grupo de cabeza a la última fase de la Unión Económica y Monetaria era descalificado desde la oposición por el PP con el argumento de que se trataba de un intento destinado al lucimiento personal de Felipe González a costa del sacrificio de los verdaderos intereses de los españoles de a pie. Luego, camino del Damasco electoral, José María Aznar y los suyos se cayeron del caballo y a partir de diciembre de 1995 comparecieron ante el Partido Popular europeo convocado en Madrid alistados bajo las mismas banderas. Primero la inminencia y después la asunción de responsabilidades de Gobierno tuvo el efecto de un Pentecostés, supuso una nueva comprensión de los objetivos europeos y la renuncia a los acariciados sueños de progreso en la marginalidad de proyectos como el de la moneda única. En Génova 13, sede del PP, llegó a comentarse que bastó la conversación de algunos expertos indígenas y el comienzo del trato anticipado con quienes terminarían recibiéndole como colega para que uñas como escamas se cayeran de los ojos de Aznar y su ánimo se llenara de fervor en pro del cumplimiento de los criterios de Maastricht.Todo sucede como si se hubiera convocado un concurso de ideas cuya aplicación permitiera subirse al primer tren. Perderlo parece un lujo fuera de nuestros alcances, acarrearía una grave penalización de los mercados, retraería la inversión extranjera, encarecería el pago de la deuda y nos convertiría en sujetos pasivos de decisiones perjudiciales tomadas en nuestra ausencia. Envuelto en la madeja de las ondas hertzianas el ciudadano recibe un bombardeo permanente de ocurrencias. Una mañana se encuentra con el desinteresado brindis de un líder del nacionalismo catalán para que se añada una tasa a la factura del agua, otro día se propugna la imposición de peaje en las autovías o la introducción de un canon por el uso de receptores de radio o de televisión.
El propio Jordi Pujol ha prestado destacadas contribuciones a esta retahila de ocurrencias, de apariencia dispersa pero siempre del mismo signo, destinadas a mejorar nuestra aproximación a Maastricht. Sus valedores para evitar discriminaciones han ideado otras delicadezas dirigidas a los ancianos y a los enfermos. A los primeros se les ha tratado de fidelizar hacia el PP proclamando el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. Eso sí, al hacerlo se ha dejado en claro que ahora sus perceptores nada tienen que ver con aquel contingente de voto cautivo que tergiversaba los resultados electorales y favorecía el mantenimiento en el Gobierno de los desalojados socialistas. En cuanto a los enfermos, mientras se les facilita el próximo disfrute de las delicias y ventajas de la sanidad privada se les empieza a entrenar con el, incremento del porcentaje de pago de las recetas del Insalud. Sería injusto atribuir todo este derroche de imaginación a unos cuantos zorroclocos -"tardos en sus acciones y que parecen bobos, pero que no se descuidan en su utilidad y provecho"- dado que esa fauna ya tenía un hábitat privilegiado con el gobierno del PSOE. Menos mal que, como subrayó un comentarista, en medio de los anuncios de congelación salarial para los funcionarios, de la elevación de los impuestos sobre el alcohol y el tabaco, del incremento del coste de la deuda pública y de otras variables desfavorables como la del consumo interno, trascendió hace días el esperanzador incremento en el primer semestre de los beneficios de los bancos a los que tanto debemos. Ojalá que las privatizaciones anunciadas supongan una nueva recuperación para todos ellos a la vuelta del verano, cuando todos podamos sentirnos ciudadanos de Quebec con un sistema de financiación autonómica.
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