Un verano con clase
Los académicos han arrebatado a los políticos el protagonismo en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander
, El prestigioso ecólogo Ramón Margalef venía ese viernes a dar una conferencia sobre biodiversidad, y la expectación era grande porque la palabra, tan de moda, evoca resonancias de especies amenazadas y géneros extintos, de crisis agudas y políticas obtusas, de hombres malos y de peces muertos. El profesor Margalef cogió una tiza, abarrotó una pizarra de ecuaciones, exponentes, coeficientes y diferenciales y, cuando hubo acabado, se volvió hacia su estupefacto auditorio y comentó: "Así que ya lo ven ustedes, los incrementos de biodiversidad son una mera consecuencia de la escasez de recursos naturales". Pero un momento, ¿no era aquello la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), ese lugar al que expertos y políticos acuden cada verano con la voz templada y la piel quemada para dictar los titulares de los boletines de radio? Bien, pues sí que lo era, pero quién la ha visto y quién la ve. El verano pasado, sin ir más lejos, en esa misma aula y ante esa misma pizarra de Margalef, el entonces ministro José Borrell había proclamado la necesidad de los trasvases y de las subidas de las tarifas del agua, además de llamar "panteísta" a José María Aznar por haber dicho aquello de que "España es como es, y el dinero público no va a cambiarla". Su secretaria de Estado de Medio Ambiente, Cristina Narbona, tras evaluar someramente los daños causados por la sequía en 100.000 millones anuales, había hecho gala de planes aprobados y billones comprometidos para el procesado de las aguas residuales. En fin, eso es lo que se entendía por un seminario de ecología en los viejos días. ¿Y ahora? El nuevo rector de la UIMP, José Luis García Delgado, que sustituyó en noviembre a Ernest Lluch, también catedrático de Economía, lo ha dicho sin empacho: "Esto es una universidad; se acabó el parlamento de verano". Lo del parlamento de verano fue una expresión feliz, acuñada por Raúl Morodo en los primeros ochenta, cuando la institución santanderina servía de altavoz estival a las reflexiones de políticos e intelectuales. Bajo el rectorado de Santiago Roldán, los años ochenta llevaron también al palacio de la Magdalena los fastos, esplendores y excesos de la acelerada vida cultural de la época. Los cursos de gastronomía y las noches de enología se acabaron ya con Ernest Lluch, pero el gran compromiso político del ex ministro socialista y su mal disimulada rivalidad con la universidad de verano de El Escorial -alineada hasta el año pasado con la oposición conservadora llevó a muchos a considerar la Magdalena, justamente o no, como un "escaparate estival" de los círculos próximos al PSOE.
Pizarras y tizas
García Delgado se declara convencido de que su nombramiento como rector, ocurrido meses antes del cambio de Gobierno, se debió exclusivamente a sus méritos académicos, y ha decidido convertir los cursos de verano en "un complemento de la actividad lectiva de invierno" de cualquier universidad española. Los signos de los nuevos tiempos son patentes. El equipo de intendencia de la UIMP, que atesora solventes reservas de carros para diapositivas, transiluminadores, retroproyectores y micrófonos inalámbricos, se ha visto desbordado este año por las insólitas peticiones de pizarras y tizas de yeso. Por si ello fuera poco, los manteles del comedor de la universidad -que, afortunadamente, son de papel- suelen aparecer tras la cena atiborrados de ecuaciones elípticas, curvas hiperbólicas y fórmulas del haloperidol y otros derivados opiáceos, para desmayo del servicio. Aunque la intención rectoral de convertir la Menéndez Pelayo en una prolongación de la universidad de invierno, recibe a menudo el inestimable apoyo del clima santanderino, el sol logra asomar de vez en cuando sobre la península de la Magdalena, y brotan entonces por el jardín de la cafetería vetustos filólogos con volúmenes pasados de fecha, joviales neurofisiólogos con modelos tridimensionales del receptor de la serotonina y despeinados geómetras de los que se piden un café con leche a las 10 de la mañana y se lo toman a mediodía protestando porque está frío. Durante su charla sobre la esclerosis múltiple, el doctor Brian Weinshenker, de la clínica Mayo de Rochester, presentó unos datos sobre la prevalencia de esa enfermedad en los gemelos monozigóticos y, volviéndose al público, preguntó súbitamente: "A ver, según estos resultados ¿cuántos genes intervienen en la predisposición a la dolencia?". Este, cronista, que había cometido la osadía de sentarse en la primera fila, pasó las de caín antes de lograr responder: "seis"."Muy mal", repuso Weinshenker, "son tres".De momento, asistir a los cursos de la UIMP no requiere pasar una prueba de ingreso, y los diplomas pueden obtenerse sin necesidad de superar tres parciales y un examen final. Pero algo ha cambiado en esta universidad de verano donde los profesores dan clases, los alumnos toman apuntes, los ordenanzas pasan lista y los periodistas salen de las ruedas de prensa con más interrogantes de los que llevaban al entrar. Y, a menudo, sin un titular.
Políticos "sin comentarios"
El economista y escritor José Terceiro, autor de La sociedad digital, que se había negado hasta ahora a asistir a la Menéndez Pelayo por considerarla un "escaparate de propaganda política", aceptó intervenir la semana pasada en el XII encuentro sobre la edición y señaló: "Creía que habían cambiado los tiempos, pero está visto que no nos vamos a librar de los miembros del Gobierno". Se refería Terceiro al secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés, que le sucedió al poco rato en el uso de la palabra. Es verdad que algunos políticos han pasado por la universidad santanderina este verano, pero no es menos cierto que, en general, se han colgádo el cartel de "Sin comentarios".
Y aunque Jorge Semprun sí hizo unas declaraciones sobre la política cultural del PP, lo cierto es que el escritor y ex ministro de Cultura había venido a la UIMP a hablar sobre cine y literatura, y lo hizo en extensión y profundidad, con una vívida y documentada rememoración de la figura de André Malraux.
No obstante, la principal excepción a la norma no escrita del silencio político ha sido probablemente el ya citado secretario de Estado de Cultura. Cortés, que ha inaugurado ya dos cursos, ha impartido disciplinadamente sus conferencias con consideraciones generales sobre el cine, los libros, o ambos, pero llegado a un punto, en ambas ocasiones se ha interrumpido para señalar: "Bien, si han invitado a un político, será para que haga alguna declaración política". Habiendo dicho lo cual, armó marimorenas memorables.
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