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Reportaje:

Dueño de una isla a base de encuestas

El 'guru' de la opinión pública se queja de que España prohíba divulgar muestreos en vísperas electorales

Ha venido a España a quejarse de la situación antiliberal y antidemocrática que se vive; en el campo que a él le concierne, naturalmente. Robert Worcester, de 62 años y mirada de extraordinaria perspicacia, dispone de una isla y el suficiente patrimonio como para dedicarse a la holganza el resto de sus días. Pero no lo hace. Trabaja "siete días a la semana", incluso cuando viaja a la isla que compró en 1984 en el Caribe con una parte de la venta del 25% de su compañía, la MORI Social Research Institute.Precisa este norteamericano de Kansas que cuando habla de situación antiliberal y antidemocrática se refiere a la prohibición de publicar encuestas en los cinco días anteriores a que se celebren unas elecciones. Según él, esta, medida conculca la Constitución y es una estratagema de los políticos para evitar que la gente sepa lo que ocurre mientras ellos se sienten libres para mentir impunemente.

Tan radical es su posición contra estos vetos que ha organizado en Bruselas, para el próximo septiembre, un encuentro europeo en el que se debatirá su revocación. España no es una excepción. Francia, Luxemburgo o Portugal también cercenan la posibilidad de que se conozcan los estados de opinión en vísperas de comicios.

Para Worcester, detrás de esta prohibición se encuentran también poderosos grupos de presión como los bancos. Dice que encargan encuestas electorales con la idea de manipular los mercados. Venden y compran, juegan, especulan y finalmente filtran los resultados una vez que han hecho las operaciones. De ese modo hacen negocios que no están al alcance de la gente sencilla, la que no tiene acceso a los resultados de las encuestas por estar prohibida su difusión.

Reconocido como uno de los gurus mundiales de la opinión pública, Worcester ha pasado un día en España para dejar su mensaje ante una audiencia escogida por la Fundación General de la Universidad Autónoma de Madrid y colegas como Pedro Arriola, Joaquín Arango, Juan José Toharia, José Ignacio Wert, Julián Santamaría o Pilar del Castillo, expertos en pulsar los estados de opinión de los votantes.

Worcester voló inmediatamente hacia su Londres querido, donde radica la sede central de la empresa MORI, fundada con un socio al poco de instalarse en las islas Británicas. Aunque nacido en la profunda Norteamérica, su obsesión fue siempre vivir en Londres. Trabajó en Washington y luego en Nueva York con la idea de que le desplazaran a la capital británica, pero no lo consiguió, de modo que abandonó el trabajo y se buscó otro en Princeton con el mismo objetivo: marcharse a Londres y acabar fundando con un socio local la empresa MORI para hacer estudios de mercado y opinión con 180 personas en plantilla. A los cuatro años se quedó solo, con un prestigio consolidado y una cartera de clientes envidiable: la BBC, The Times, el Partido Laborista, ICI, los bancos británicos más importantes, Halifax... y un hueco semanal en las páginas de The Independent on Sunday para escribir misceláneas.

Luego llegaron los contratos con los Gobiernos de Alemania, Estados Unidos, Hungría... y la creación de empresas mixtas en Latinoamérica -donde hace un barómetro para la UE- y países en desarrollo como Turquía, la India o China -"donde todavía podemos enseñar algo", dice-. En uno de estos países recién salidos del comunismo, un cliente estatal le pidió que excluyera la pregunta de cuántos electrodomésticos de línea blanca tenían en el hogar porque las respuestas desvelarían la magnitud del mercado negro, el único lugar donde se podían adquirir. Worcester le convenció de que la opinión de los que los poseían era la más interesante de conocer.

Hace doce años recibió 400 millones de pesetas por el 25% de su empresa. Tras pagar los impuestos, se compró con la mitad del dinero una parte de la isla Mosquito, en el Caribe, cuyos, 15 kilómetros cuadrados de superficie comparte con otros 44 propietarios. Y se construyó una casa por 125 millones, de pesetas, a la que acude dos veces al año. Pero no a descansar, como cabría esperar, sino a escribir libros.

¿Cómo es que sigue trabajando, a su edad y con ese patrimonio? Worcester responde sin titubear que él no trabaja, cumple una misión: envía información objetiva y sistemática desde los ciudadanos a la gente que está en el poder, en la política, en los negocios.

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