A sus órdenes, mi comisaria
Julia Manzanal, militante del PCE desde el 18 de julio de 1936, se reune con sus compañeros del V Regimiento miliciano
El 18 de julio del 36 le pilló a Julia Manzanal preparada para irse de excursión. Al salir de casa y escuchar un tiroteo, tiró el morral y corrió a la calle de Goya, a la sede del PCE, para afiliarse. Ya no salió de allí. Aprendió a manejar el fusil y el mosquetón y ese mismo día la nombraron instructora de milicias. La guerra sumaba así una nueva tarea al abultado currículo de esta mujer de 21 años, que hasta entonces había sido modista, bordadora, sombrerera, operaria de Standard Eléctrica y cigarrera oficial de empleados y altos cargos del Ayuntamiento, Banco de España y Ministerio de la Guerra, pese a lo ilícito de esta actividad.El día 19, Julia estaba ya transmitiendo sus rudimentarios conocimientos de armamento y desfile a los numerosos milicianos que aparecían por allí. "Las peticiones de alistamiento son tantos que los camaradas responsables están atareadísimos contaba Milicia Popular, el diario del V Regimiento al que Julia y los otros instructores enviaban las compañías recién formadas. Esta mítica unidad fue creada hace ahora 60 años por el PCE en los días siguientes al alzamiento en el patio abandonado del convento de los salesianos en Francos Rodríguez. Julia se entregaba así a un partido del que hasta ahora sólo le faltaba e carné. Hija de un socialista, es a su madre a la que rinde tributo. "Ella se empeñó en que todos sus hijos estudiáramos y yo acabé el bachiller y mecanografía. Era mucho para aquella época", dice hoy esta mujer, coqueta donde las haya, y devota del PCE, al que ha dedicado 60 años.Cuando en noviembre los sublevados llegan a las puertas de la capital, Julia es nombrada comisaria del Batallón Comuna de Madrid de la 42 a Brigada Mixta. Enfundada en un mono, fajados los pechos "para no despertar instintos que no iba a satisfacer", con el pelo corto y las botas de 9.000 pesetas en las que había invertido toda su fortuna de cigarrera, se presentó en el cuartel general del V Regimiento, donde fue recibida por el comandante Carlos, Líster y El Campesino. "Recuerdo los abrazos y los besos que me dieron porque para ellos era muy grande que una chica tan joven como yo llegara a conmisaria". La destinaron al frente de Usera y le explicaron sucintamente su nuevo cometido. "El comisario era el primero en avanzar y el último en retroceder. Tenía que estar vigilante de los mandos y velar porque a los soldados no les faltara de nada". También tenía que hacer cumplir las normas de higiene que tan didácticamente exponía Milicia Popular. El buen miliciano no debía fumar ni escupir en los recintos cerrados ni dormitorios; debía darse una ducha al levantarse "para tonificar el cuerpo"; limpiarse los dientes después de cada comida "para evitar infecciones al estómago e intestinos" o procurarse un peine "para la pulcritud del cabello".Al llegar al frente, el panorama era desolador. Las tropas, dispersadas entre Usera y Carabanchel, tenían hambre de dos días, frío de otras tantas noches y carencia absoluta de municiones. "Lo primero que hice fue ir a las Mujeres Antifascistas, a Conde de Xiquena. Me llenaron un camión con todo lo que encontraron. Al llegar, lo fui repartiendo entre todos. Iba por encima de las trincheras y cuando me localizaba el enemigo los compañeros tiraban de mí para que no me dieran". La munición, balas checas inservibles para los Mauser, requirío una visita al general Miaja, quien le proporcionó un vale para el cuartel de artillería donde llenó otro camión. La Comuna de Madrid estaba equipada para resistir la lucha. El ambiente en las líneas era de camaradería, jamás menciona Julia el miedo, pese al avance de los sublevados.Entre bala y bala, aún quedaba tiempo para la docencia. "Ninguno de mis soldados salió de allí firmando con una equis. Todos aprendieron al menos a escribir su nombre". Con la creación del Ejército Regular, en el que se integró el V Regimiento, y el relevo del mando a las mujeres, Julia debía decir adiós a su trayectoria militar. Aun así, permaneció unos cuantos meses más en primera línea porque el jefe de la brigada, Esteban Rovira, y el comandante Ino se resistían a perderla. "Me ascendieron a comisaria de guerra, pero cuando ya fue imposible mantener mi situación, me destinaron al Estado Mayor y luego pasé a hacer labores de partido". Al frente sólo volvió para casarse con un camarada. "Los compañeros, al enterarse de la boda, nos pidieron que la celebrásemos con ellos y allí nos casó un capitán".
Al término de la guerra, embarazada de su primera hija, regresó a su casa y el arresto no se hizo esperar. Los vecinos de abajo la denunciaron. Por su embarazo, la pusieron en la calle con la orden expresa de presentarse al tribunal en cuanto pariera. Con su hija de 15 días, lejos de acatar la orden, Julia volvió a vender cigarros al Banco de España, de donde salió detenida. La ilusión del triunfo, el romanticismo de la lucha que antaño habían solapado al miedo, fueron sustituidos por la certeza de la condena segura y fatal, y la incertidumbre de no saber cuándo se iba a cumplir. Cinco meses esperó en la cárcel de Ventas contemplar el último amanecer hasta que un buen día llegó la conmutación de la pena capital y el traslado al penal de Amorebieta. Aquí se abre la única página de su vida capaz de doblegar su fortaleza y su sentido del humor: una meningitis y la falta de asistencia médica acabaron con la vida de su hija de 10 añosRecuperada la libertad, Julia tuvo otra niña. La estrecha vigilancia policial y el temor por el futuro de la pequeña la alejó del activismo político, aunque jamás se desvinculó del todo. Entonces centró sus esfuerzos en sobrevivir. Con el mismo arrojo que en la guerra, hizo habitable una chabola en Ciudad Lineal, donde vivió hasta conseguir el hotelito que ahora habita en Carabanchel.
Con la legalización del PCE, Julia creó el sindicato de jubilados de CC OO en Carabanchel y fue nombrada secretaria de información y publicaciones de la federación de jubilados. Su actividad política se intensifica. "La combatividad me ha hecho llegar a los 81 años". El pasado día 19 se encontró con muchos de los supervivientes del V Regimiento y pisaron de nuevo el patio de los salesianos y la Dehesa de la Villa, donde estuvo el frente de la Universitaria, en un pequeño homenaje organizado por el grupo municipal de Izquierda Unida. "No hay que perder la memoria histórica", concluye Julia, "aquello no se puede volver a repetir".
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